Hernán Jairez, Osvaldo López y Los Muchachos de Antes treinta años después
Libaniel Marulanda
Corrían los primeros días de febrero de 1994, cuando un aviso instalado a un costado de la vía Armenia-Circasia, justo donde se construyó años después el desvío hacia Calarcá, cumplía el deber de cacarear al tránsito vehicular la próxima inauguración de una taberna: Los Muchachos de Antes.
Esta agrupación que quince años antes, a fines de 1979, fue creada en Bogotá, por obra y gracia de la enfebrecida tangofilia de un calarqueño reinsertado a la placidez provinciana de la tierra de sus nostalgias, se lanzó a la incierta tarea de montar un escenario propio para reemprender su irremediable destino de Noche y Tango.
El lugar, tomado en arriendo, cuya ubicación fue cuestionada por Raimundo y todo el mundo por romper la tradición secular que ordena instalar en el centro urbano, con la gozosa excepción de los moteles, cualquier establecimiento comercial.
Sin embargo, el distante acceso a la ciudadanía amante de “la melodía” (el gotán), desde un memorable viernes, comenzó a incluir la Taberna Los Muchachos de Antes en la itinerancia lúdica de las noches en fines de semana.
La persistente asistencia al sitio, que de paso influyó en otros músicos metidos a empresarios que fueron poblando de lugares semejantes el sector suburbano, casi un año después de su éxito inaugural sufrió una caída sensible en el número de clientes. Y como tenía que sucederles a los dos socios propietarios, músicos de flacos recursos financieros, la quiebra hizo su debut en el efímero sueño. Se cumplió una regla de oro de la práctica comercial de entonces: el setenta y cinco por ciento de los negocios nocturnos no consiguen superar el período de duración de un bizcocho en la puerta de una escuela.
A estas alturas del texto, el lector se preguntará: Bueno… ¿pero qué relación tiene esta agridulce historia con Calarcá y los tangos?
Repuesta a salvo de la retórica sensiblera: ¡Treinta años!
El veterano conjunto, que transita por los caminos de herradura de la economía regional, nació signado por la extemporaneidad, tal como lo pregona su nombre. Así que no resulta extraño que hoy día, apuñalado en el bajo vientre por la abominable música prepagada que vomita la radio comercial, no consiga presentarse más de dos o tres veces durante un año. He aquí el porqué de la alharaca treintañera. ¿Cómo hemos sobrevivido cuarenta y dos años? Pregúntele amable lector al que sabemos, el de la imagen de las viejas cajitas de fósforos: el mismísimo…
Este lunes, tratando de sobreponernos a la euforia o la desazón del público quindiano tras un partido de fútbol cuya realización antecede al evento que ya tiene diez años de continuidad en las fiestas de Calarcá: La Gardeliada.
Los Muchachos de Antes, con el piano mayor del tango: Carlos Edwar Ríos, Carlos Enrique Rincón, Alejandro Flórez y Libaniel Marulanda, junto a un selecto grupo de bailarines de la Corporación Danzar, dirigida por Víctor Hugo López, estarán tiesos y majos en la tarima del teatro de la casa de la cultura de la Villa de Vidales, a partir de las siete de la noche.
Ese día se cumplen ochenta y nueve años de la muerte en Medellín del Cervantes del tango: Carlos Gardel. La coincidencia del infausto deceso con los festejos calarqueños ha permitido que este evento de homenaje a su presencia en el género de géneros, el tango, subsista y llegue a su décima versión.
Este lunes gardeliano en Calarcá le permitirá a Los Muchachos de Antes aceitar unos de sus significativos recuerdos treintañeros: la llegada al grupo del bajista, cantor e insustituible segunda voz: Hernán Jairez. En igual forma, el menos viejo de todos, Osvaldo López, también estará cumpliendo sus primeros treinta años de haber sido rociado por las aguas bautismales del ritmo que le dio al grupo su razón de ser, cantar y tocar, pese a que los tiempos y la misma indigencia cultural de moda sigan carcomiendo ese sueño artístico.