Columna del Colegio de Abogados del Quindío
Por: Fernando Elías Acosta González *
Hoy se celebra en Colombia el Día del Abogado. En mi humilde opinión, en lo posible, en la vida uno debería estudiar tres carreras clave, por lo que cada una de ellas significa para el ser humano y para la sociedad: derecho, psicología y filosofía. Opté por la primera hace 34 años, pues quería formarme académica e intelectualmente en un área que fuera afín con mi trabajo en los medios de comunicación, el cual comenzaba a desempeñar en aquel entonces y ante la ausencia de programas de periodismo en las universidades del departamento.
A manera anecdótica, “dos caras de una misma moneda”: más de tres décadas atrás ostentaba el cargo de personero de Armenia, el abogado Álvaro Nel Escrucería Manzi, quien – al enterarse de mi decisión – no sólo me expresó su alegría, sino que me animó a perseverar en mi propósito. Muy por el contrario, un colega suyo, político ya fallecido, para más señas, y cuyo nombre no vale la pena citar aquí, cuando supo lo que estaba estudiando, exclamó en forma irónica, sarcástica y despectiva (“bajándome la caña” como se dice coloquialmente): ¿otro abogado más? Ahí volví a recordar lo que me había dicho en el pasado un querido y recordado sacerdote: “mijo, no le extrañe nada de lo humano”.
Francamente si naciera de nuevo, no lo dudaría dos veces: volvería a estudiar derecho, por la manera como lo forma a uno como individuo y para sus múltiples interacciones con la sociedad y el Estado. Al contrario del personaje de marras, creo que – por mera cultura general – las personas deberían adentrarse en el aprendizaje jurídico, ya que “el conocimiento es poder” y más aun tratándose del ámbito relacionado con las leyes, con las normas.
Llevaré por siempre en mi corazón y en mi mente, el grato recuerdo del claustro que me formó en esa bella, compleja y retadora profesión: la Universidad la Gran Colombia Seccional Armenia, de la cual egresamos hace 27 años, guardando en la memoria a quienes – como litigantes, directivos de instituciones, jueces y magistrados – combinaron su quehacer laboral con la docencia, para compartir con pasión, entrega y dedicación, sus vastos conocimientos y experiencia.
Profesores que nos marcaron positivamente no sólo por su sabiduría jurídica, sino también por su acertada pedagogía para transmitir lo que sabían; y lo más importante: su gran calidad humana. Hago su valoración al interior del alma mater, pues más allá del entorno universitario, no soy nadie para juzgarlos.
Entre los 28 egresados de la promoción nocturna del año 1993, hubo en términos generales, consenso en torno al grupo de abogados vinculados con la facultad de derecho, que merecen ser especialmente mencionados: los entonces magistrados Óscar Álvarez, María Luisa Echeverri, Camilo Morales, Aydee Valencia, Carlos Enrique Toro, Jaime Cárdenas y Óscar Cardona, así como la juez (para la época) Fanny Moya.
A ellos se suman Diego Fernando Jaramillo, rector de la Corporación Universitaria Alexander von Humboldt; Rodrigo Estrada, presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Armenia y del Quindío, al igual que Henry Valencia Naranjo, exrector de la Universidad del Quindío. Además de todos ellos, quiero hacer alusión muy particularmente al exsacerdote y profesor de derecho de familia, Ariel Tobón Montoya, quien fuera asignado como mi director del trabajo de grado.
A lo largo de un año que duró esa labor de investigación, bajo su acertada asesoría, gran sabiduría y paciencia, lo sentí como una especie de ‘papá’, que me orientó y aconsejó, no sólo para el ejercicio de la profesión, sino para la vida. Gracias a él y la sinergia que hubo entre los dos, la tesis “Las incidencias del neoliberalismo en la Constitución Nacional de 1991”, obtuvo de parte del jurado la calificación de meritoria. Muy queridos y recordados docentes abogados: gratitud por siempre.
* Colegiado