El templo, el rito y lo sagrado

19 junio 2024 10:24 pm

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Jhon Jairo Hernández Montilla

Desde el nacimiento hasta la muerte, los seres humanos son acompañados por una serie de rituales que rigen a nivel psíquico las transiciones de la vida. No importa la creencia que se tenga, todos los individuos recurren en un momento dado a los rituales, definidos estos según Mirciae Eliade como, “un conjunto de prácticas que se repiten en el tiempo, las cuales buscan marcar un antes y un después en quien es objeto del mismo”. En consecuencia, se puede apreciar que, entre los católicos, el recién nacido, es llevado a la pila bautismal y es recibido así en la fe de Cristo. En el caso de los protestantes, y sus distintas derivaciones, realizan el bautizo, pero a las personas adultas, para ello llevan al creyente a un rio o piscina, sumergen su cuerpo en el agua varias veces, el pastor recita una oración, y esto simbólicamente, implica un renacimiento en la fe.  

En las Fuerzas Militares, desde la época de Roma, se lleva a cabo el juramento a la bandera, con el objetivo de que el combatiente se asuma como parte de un colectivo que defiende su patria. Por ello, una parte importante de la formación militar es este juramento. En este acto solemne, se jura defender la patria, incluso bajo la premisa de entregar la vida si es necesario por su cuidado y protección.

Los rituales no son solo de las religiones y organizaciones militares, sino se presentan también en el sindicato criminal siciliano, conocido mundialmente como “Cosa Nostra”, según relata John Dickie en su libro, La historia de la mafia, el ritual inicia así: “el nuevo miembro ingresa a un cuarto donde hay varios hombres sentados alrededor de una mesa, en esta hay una daga y un revolver, luego quien presento al nuevo integrante, le pincha un dedo y derrama un poco de su sangre sobre una imagen religiosa, luego esta se pone sobre la mano del  neófito, y se le prende fuego, para finalizar, el nuevo integrante dice las siguientes palabras “Si llego a traicionar a la Cosa Nostra, que mi carne arda como la imagen de este santo”

Todas estas prácticas marcan una muerte simbólica de un viejo ser a otro. Esto se refleja muy bien en la saga de acción de John Wick 4, donde el protagonista al quedarse solo y ser objeto de una persecución de la orden criminal a la que sirvió por años como asesino a sueldo, La Alta Mesa, busca desesperadamente su readmisión en la familia criminal “Ruska Roma”. La solicitud la presenta ante su líder Katya. Esta lo acepta, pero pone como condición, primero que debe asesinar a Killa, el hombre que mató a su padre, luego de que Jhon Wick aceptara, inicia el ritual, un caldero de acero es llenado con una sustancia parecida a la lava, luego es llevada por dos hombres a una mesa, mientras Katya, pronuncia unas palabras repetidas al tiempo por el iniciado: “estas atado a nosotros, como nosotros a ti, en esta vida y en la siguiente, tu sangre es mi sangre y mi dolor es tu dolor, tu vida es mi vida”, luego cada uno pone su antebrazo en una parte del caldero, para marcar a fuego unas letras en su piel, con lo que se concluye el ritual para ser un miembro de la Ruska Roma”.

“El neófito muere a la vida profana para renacer a una nueva existencia, santificada, renace igualmente a un nuevo ser que hace posible el conocimiento, la conciencia y la sabiduría. El iniciado no es solamente un recién nacido: es un hombre que sabe, que conoce los misterios, que ha tenido”.

Una de las cosas que parece haber olvidado el ser humano, es que es un ser simbólico que busca la trascendencia. El individuo que conoce lo que representa el símbolo, puede acceder a conocimientos que solo estan disponibles para los iniciados en los misterios.

Fue el psiquiatra Carl Gustav Jung, quien comenzó a plantear la importancia del símbolo para nuestra vida, y entonces se separó de su mentor Freud, al plantear la idea de que existía un inconsciente colectivo, formado de una serie de arquetipos (conjunto de imágenes primordiales que forman parte del inconsciente colectivo); sin saber cómo y por qué, al recorrer los diferentes mitos de los pueblos del mundo, siempre se encontraba una serie de figuras que se repetían, algo que sin duda resulta sorprendente, para nuestra materialista e hiperconsumista sociedad postmoderna, la cual ha decretado la muerte de lo sagrado, donde los dioses y diosas, han sido remplazados por el culto de las de los personajes de la farándula, que cumplen la misma función que otrora: Thor, Zeus, Atenea, Freía, Odín, Viracocha, Quetzalcóatl, Hécate, por citar solo algunos del pasado pagano de nuestra historia.

Mi acercamiento con autores como Mircea Eliade, fue un hecho casual, alguna vez visité una tía en Medellín, y como era mi costumbre fui a revisar la biblioteca a ver que tenia de interesante, esto sucedió aproximadamente hace 13 años, al acercarme vi en el estante de los libros, uno que me llamo poderosamente la atención, su título era algo impactante y no lo pude ignorar, El mito del eterno retorno, lo abrí con premura sobre el escritorio de madera y me dispuse a leerlo por un rato, luego lo volví a poner en su lugar. Y cuando tuve tiempo lo revisé de nuevo, aunque en ese momento no entendí mucho, algo en mi cambio al abrir esas páginas.  

Años después, en la Universidad, entre clases, me fui para la biblioteca y lo busqué. Me propuse la tarea de leerlo en las próximas dos semanas. Fue como iniciar un viaje por el mundo de lo oculto. Al pasar sus páginas, comprendí la importancia de la noción de lo sagrado, lo que representa un templo para el ser humano, sin importar la religión o creencia que se profese, y, sobre todo, eso del eterno retorno, una especie de devenir de la vida, donde después de mucho tiempo, volvemos al punto de partida, pero con información nueva; y aunque los lugares pueden seguir siendo los mismos, nuestra psiquis ya es otra.

A través de Eliade, pude apreciar la riqueza de la película de Tim Burton, Alicia en el país de las maravillas, que, aunque parecía un relato para niños, en realidad es una narración del viaje del ser humano a través de los enigmas, esos que describe el mitólogo Joseph Campbell en su libro, El héroe de las mil caras. En este magnífico texto puede comprender lo que representa el viaje del héroe, que es el camino del iniciado, el hombre común que quiere ir más allá, y para eso debe, primero, atender el llamado, que en el caso de Alicia es el conejo blanco. Así decide cruzar el umbral, que la llevara a un mundo desconocido, y una vez en este, encontrara a los guías que le ayudaran en su viaje.

Aunque ahora se piensa, que lo sagrado ha muerto, por el materialismo y el hiperconsumismo, los seres humanos miran al pasado. Y empiezan a buscar el sentido de sus vidas, de ahí el auge de la nueva espiritualidad moderna, la importancia que vienen tomando para las nuevas generaciones los chamanes, autores como Alberto Villoldo, antropólogo y chamán que, con sus diversos libros, viene promoviendo un reconocimiento de occidente por la espiritualidad del Amazonas.

Este autor sostiene que los templos, no son solo los creados por el ser humano; sino que, la selva, es un templo inexplorado, el lugar donde nos encontramos con la trama de la vida, para ponerlo en términos del físico, Fritjof Capra, “hoy gracias a la ciencia nos damos cuenta de que hay una compleja red de interacciones, entre la naturaleza, y vemos con asombro que dentro de lo que pensamos se daba por azar, hay un orden implicado”. Esto es lo que descubre el matemático polaco, Benoît Mandelbrot, como las estructuras fractales, la geometría en la que está inscrita la naturaleza, donde por medio del principio de autosemejanza, a nivel micro, se ve lo que es macro, de alguna extraña forma, como plantea el Kybalión, como es arriba es abajo, como es adentro es afuera. 

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