Papá, algo sublime

13 junio 2024 10:21 pm

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Roberto Estefan Chehab

Ser papá es una bendición. La alegría de ser parte del milagro de la vida es motivo de agradecimiento y la responsabilidad que se asume al tener un hijo le da un sentido especial a la existencia. Ser testigo de un primer instante de vida, a través de un bebé moviendo sus bracitos y sus piernitas como intentado nadar en un espacio desconocido y ver sus ojitos que apenas intentan acomodarse al nuevo entorno; vivir la fragilidad, la ternura y la total indefensión generan una emoción indescriptible y, porque no, un temor a algo inimaginable: a partir de ese momento las cosas cambian de sentido y un nuevo sentimiento embarga al corazón: amor responsable.  El deseo de proteger, cobijar, acompañar de manera incondicional se despierta para siempre; por eso nunca se vuelve a ser como antes. La naturaleza se encarga de fortalecer el vínculo desde el primer momento, no solo las hormonas, como la oxitocina, también la emoción, la magia, la supra conciencia – es decir – la energía de lo inexplicable en este plano se conjuga para dar la bienvenida a esa personita que acaba de nacer. Tener un hijo es darle una oportunidad a la propia presencia para prolongarse en el tiempo. Parte del deber de un papá es ser feliz al acompañar a su hijo en el camino: proyectarse sin invadir ni forzar, respetar los procesos de desarrollo, aceptar las limitaciones, si las hubiere y, defender la individualidad del nuevo ser son retos difíciles que a la larga determinaran la diferencia entre una nueva persona feliz o triste. Los niños reciben, imitan, absorben y si desde el primer momento gozan de aceptación y protección, adecuada y sana, crecerán igual, de manera adecuada. A veces las expectativas que los padres “fabrican” para sus hijos pueden marcar un derrotero que condiciona el estilo de crianza y exigencia. Ojo con eso: un hijo no es la oportunidad de “ser lo que no fui”. Hay que propender por brindarles lo mejor, en términos de flexibilidad y respeto a sus propias capacidades y más adelante, a sus inclinaciones y propósitos y eso se logra estando presentes todo el tiempo en la vida de los muchachos. En la medida que van creciendo, muestran hacia donde desean encaminarse, pero siempre será el resultado de varios años de estar ahí y no solo de suplir necesidades básicas que, además, es una obligación legal. Aunque el esfuerzo económico es valioso, la esencia de la paternidad radica en la generosidad espiritual: la capacidad de renunciar al egoísmo y trascender en una misión elevada. Ya, cuando llegan a la adultez, se debe animar su vuelo dejando siempre en sus corazones la claridad de continuar siendo, como papá, un faro que no se apaga y al que se puede recurrir en momentos de zozobra, cansancio o alegría, pero sin permitir que un apego insano trunque las inmensas posibilidades que cada persona tiene en su camino. El ejemplo, el compromiso y el amor van de la mano. Feliz día del padre. [email protected]    

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