Dos señales de tránsito ubicadas, una a la entrada del barrio Arenales cerca al Club de Tiro Caza y Pesca al sur de Armenia; y la otra en la avenida 18 a la altura del parque La Secreta, tienen a su vez dos connotaciones: una, es la única verdad, lo único que existe del cacareado “Proyecto Turístico y Cultural La Estación” que en el 2013 nos hizo soñar a los armenios y a los quindianos en general. Y la otra: “Centro Cultural Metropolitano La Estación”, una mentira, una vergüenza, un engaño para los visitantes y para los habitantes de la ciudad, señales de tránsito que deben de desaparecer. ¡Qué pena con la visita!
El llamado “Proyecto Turístico y Cultural La Estación”, otro de los caballitos de batalla para elegir concejales y alcaldes, fue planteado en el 2013 como una idea que se venía germinando desde diez años atrás.
Era una maravilla lo planteado en el ese tiempo por el entonces director del Departamento Administrativo de Planeación Municipal Camilo Casadiego Millán: “El edificio Repúblicano, las bodegas, el edificio Enmanuel y el túnel, donde van a hacer un museo interactivo y las dos bocas, se convertirán en un centro cultural”.
Se consolidará allí en ese espacio “el museo, la biblioteca municipal, la escuela de música, un teatro municipal, allí funcionará Corpocultura, se tienen diseñados planes comerciales para garantizar la sostenibilidad, operadores turísticos…además de renovar urbanísticamente la zona para conectarla con el resto de la ciudad”.
Se insistió, como tantas veces, en el rescate del sector en los social y en lo comercial, se prometió la compra del edificio de una antigua trilladora y hasta la construcción de una gran avenida que recuperaría el barrio Berlín, avenida que partiría desde la Plaza de Toros El Bosque hasta La Estación para conectar con Montenegro.
Once años después, hoy, la antigua Estación del Ferrocarril, es una verdadera vergüenza, es la muestra fehaciente de la ineptitud, la negligencia, el desdén, la corrupción de nuestros dirigentes. El abandono de los cinco edificios que la integran es total, y por la zona da temor transitar, incluso por una de sus entradas, crece de manera alarmante una población de habitantes de calle donde a lado y lado de la calzada habitan en medio de la droga, la basura y el fuego, seres humanos que viven en un estado deprimente con la indiferencia gubernamental.
Para empeorar el panorama, desde hace años funciona allí la Secretaría de Tránsito y Transporte de Armenia, un lugar lúgubre, sombrío, triste, melancólico al que se va únicamente por obligación.
El llamado edificio Repúblicano en el que funciona la biblioteca, acusa deterioro en su fachada y en sus puertas de madera, los otros cuatro edificios dan grima, como dicen las abuelas, y como los observamos a diario con la desesperanza de un cambio por parte de los administradores de Armenia, una ciudad abandona…