Nací en Calarcá; muy niña me llevaron a Neiva donde sufrí la primera decepción cuando mis padres se separaron. Fue una etapa dura para mi madre, por eso nos regresamos a esta ciudad pequeña que quiero mucho porque es tranquila y es en sus calles y barrios donde están mis amistades y personas a quienes quiero y con quienes logré dejar atrás la pena causada por la ausencia de mi padre. Mi superación se las debo a ellos y a esta “Villa del Cacique”.

En lo que se refiere al resto de mi vida, he tratado de construirla en Bogotá, en Venezuela y en otros sitios, siempre tratando de superarme y construirme como persona, hasta que tuve a mis dos hijos, Mateo y Santiago con quienes comparto todos mis momentos.

Con los años y a través de la experiencia adquirida en la lucha diaria, aprendí a superar las situaciones difíciles con la búsqueda de fortaleza en Dios, porque a Él me encomiendo todos los días.

He trabajado y estudiado con firmeza; algo que me ha ayudado bastante, es que le pongo buen humor a todo, no me amargo por nada. Cuento con una pareja que me ayuda y juntos tratamos de que el camino sea cada vez, si no más fácil, menos complicado y que tengamos la capacidad de superar los obstáculos, es decir, poner en práctica la resiliencia con que contamos todos los seres humanos.