Pbro. Agostino Abate
“Sí, quiero dejar la Iglesia para hacerme cristiano”.
¿Por qué quieres desertar las filas de la Iglesia?
- Porque está llena de autoridades, dogmas, ritos, cánones, novenas, sacramentos, tradiciones y además porque es vieja.
- Porque el grupo que frecuento ahora, me ofrece más Palabra de Dios, más cantos, entusiasmo y participación.
- Porque los que allí vamos cambiamos de conducta, cumplimos los Mandamientos y somos mejores personas.
- Porque la misma Iglesia en el Concilio Vaticano II proclamó la libertad religiosa.
El nuevo grupo que frecuentas, como casi todos los nuevos grupos religiosos que se han formado al margen de la Iglesia Católica provienen de Estados Unidos e invadieron de forma arrolladora a Latino América y por ende a Colombia.
Tales grupos, que no acostumbro llamar sectas, no han invadido a Europa sino a América Latina donde ya profesamos una fe desde hace más de quinientos años, la fe cristiana que nos viene por tradición desde los Apóstoles hasta Francisco en una continuidad sin interrupción.
Los orígenes de estos nuevos grupos cristianos y su forma de actuar llaman fuertemente la atención pues ya son miles y se han multiplicado como lo han hecho en Colombia algunas cadenas de supermercados que se han ubicado en cada esquina.
Generalmente se establecen alrededor de alguien que se proclama experto en Biblia y que hace decir a la Biblia lo que a él se le antoja que diga, sin vinculación alguna con siglos de tradición, sin consultar el Magisterio de la Iglesia, establecido por Jesucristo cuando le dijo a Pedro y a sus sucesores: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. ¿Cuál Iglesia? Pues la que fundó Jesucristo hace siglos, no la que acaba de nacer y que acaba de ser importada de los Estados Unidos.
Dada la crisis de fe que se vive en Europa, tales predicadores del Norte deberían ir a predicar a Europa y no en América Latina que ya tiene su fe.
Pero no van a misionar a Europa porque saben que el europeo es más racional, cerebral y no es amigo de las novelerías.
Me pregunto: ¿cómo se puede cambiar de religión como se cambia de casa, de vestido, de carro o de televisor? La religión compromete la conducta, la persona, la vida interior, la comunión con Dios, ¿cómo se puede cambiar una religión buscando otra y luego otra, a la carta, como a la carta se busca el menú en un restaurante?
El hecho que los nuevos grupos religiosos que se hacen llamar cristianas sean miles, de origen norteamericano, sin autoridad, sin ritos, sin dogmas, sin unidad, sin sacramentos ni tradición desde Jesús pasando por Pedro hasta Francisco, debería hacer pensar al católico cuando está tentado de abandonar a su Iglesia.
No se trata de cambiar casa, carro, moto, modelo de televisión, se trata nada más y nada menos del camino para acceder a Dios. No es cierto que todas las religiones lleven a Dios, a un Cristo auténtico predicado por Pedro, Pablo o Francisco. Dejar la Iglesia Católica por algo diferente a la que Jesús fundó por unas de las mil manifestaciones religiosas que han aparecido y continúan apareciendo ponen en serio peligro de extraviar el camino para llegar a Dios. Y, si uno fuera consecuente, debería cambiar de madre porque la propia se hizo vieja, rugosa, camina lento o viste mal.
Es probable que esas nuevas congregaciones religiosas ofrezcan más lectura de la Biblia, más entusiasmo, más participación. Pero, cuidado, no existe peligro más grande por la fe que aplicar las Escrituras a la libre interpretación. Citar textos de memoria puede impresionar a los desprevenidos. Largo estudio y oración y sobre todo fidelidad a la milenaria tradición garantiza a la Iglesia Católica el acierto en la explicación.
Antes de buscar agua en pozos ajenos, profundiza en el tuyo. Antes de buscar en fuentes improvisadas acércate al río de la gracia de la Iglesia que te hizo cristiano mediante un solo bautismo.