La Paz del papa

13 septiembre 2017 1:58 pm

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La visita del papa dejó en evidencia el dolor que ha vivido este país, hay víctimas de tantos bandos, ésta ha sido una guerra de todos contra todos: “mi abuelo era liberal y lo mataron los conservadores, mi papá se murió en la bomba del avión de Avianca,” he oído varias veces, a Orlando Sierra lo mandó a matar un político local, Sofía Gaviria es víctima de las Farc y Pastora Mira de los paramilitares. Y así, la lista es diversa e interminable. Esta historia de violencia es tan larga y brutal que estamos tan acostumbrados a la guerra que toca explicar porque es mejor la paz. Es tan fuerte el rencor y el odio, que tiene que venir el mismísimo papa a señalar, reafirmar y subrayar que lo correcto es buscar mecanismos de diálogo, posibilidades de unidad, espacios de reconciliación. 
Es raro, por decir lo menos, que alcanzar la paz no genere la misma euforia que provocó la visita del papa ¿No son la expresión de la misma idea teológica y, por qué no, teleológica? Un buen número de religiones, sobre todo las judeocristianas, se fundamentan sobre el símbolo de que el ser humano es la expresión del amor de Dios. En ese sentido, honrar la vida y la dignidad es uno de los actos más significativos que pueden realizarse en su nombre. Es por eso que el papa no vino a hablar de pecados y pecadores, de castigos y penas, de condenas y tinieblas, de buenos y malos. Prefirió referirse a la paz, la reconciliación, el perdón, la unidad y la alegría. 
Otra herencia perversa de esta guerra es la imposibilidad de entender la diferencia y el disenso como elementos que fortalecen el debate sobre lo público. La paz y la unidad no significan que tengamos que vivir en un "paraíso de mermelada" ni en un “país de cucaña”. La idea de la reconciliación es que la diferencia sobre las ideas religiosas, políticas, sociales y económicas pueda expresarse y defenderse sin que eso cueste la vida, sin que eso implique una ofensa fatal para quien piensa distinto. Ha dicho el papa que la paz no se construye “con la lengua, sino con manos y obras,” garantizando el acceso de las víctimas a la verdad, la reparación y la garantía de no repetición. No se trata entonces de guardar silencio frente a procesos de violencia y de exclusión social que se normalizan por la apatía, el miedo y ahora por el señalamiento de agitar el odio o de sembrar cizaña.  
Con ese gusto tan especial que se tiene en Colombia por los argumentos de autoridad -“voto por el que diga Uribe,”- así como por las figuras mesiánicas, los mensajes del papa constituyen un giro fundamental para entender que la mejor forma de honrar a Dios, o a los dioses, es respetar la vida humana, propender por el entendimiento, enaltecer la diversidad, fortalecer la solidaridad y alcanzar una paz duradera y estable. Entonces, esta euforia colectiva que generó la visita del papa también puede leerse como al celebración aplazada del acuerdo alcanzado con las Farc.

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