Estamos en un momento de incertidumbre, afrontando varias crisis a la vez; la falta de un modelo de honestidad como política de Estado. Y lo más delicado, la pérdida de credibilidad de nuestros líderes. Nuestro país está vulnerable con una época de cuestionamiento de las instituciones y de valores como la honradez.
Pasan funcionarios públicos, políticos, magistrados, contratistas camaleones, con rabo de paja promulgando sus actuaciones, cabe el dicho "dimes de que alardeas y te diré de qué careces". Necesitamos líderes inspiradores que obren y actúen con rectitud, justicia y honestidad basado en el respeto a los ciudadanos. Difícil de encontrar este valor fundamental de la vida en la sociedad. Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad por eso quien habla con refranes es un saco de verdades.
Colombia requiere de grandes transformaciones y el detector de mentiras seria parte de la solución inicial de la lucha contra la corrupción, cualquier persona que quiera ocupar algún cargo público debería pasar esa prueba obligatoria. La comunidad busca que las personas tengan idoneidad, técnica de conocimientos, ético y moral.
El llamado detector de mentiras, máquina de la verdad o polígrafo, instrumento de medición, es utilizado para el registro de respuestas fisiológicas. Generalmente registra las variaciones de la presión arterial, el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria, estímulos nerviosos y la respuesta galvánica o conductancia de la piel, que se generan ante determinadas preguntas que se realizan al sujeto sometido a la prueba.
Hasta el día de hoy hurtar en lo público no implica mucho, ¡lo importante es hacer dinero como sea! las cifras son escandalosas. El 50% de los condenados por delitos de corrupción no pagan un solo día de cárcel, casi el 25% reciben el beneficio de casa por cárcel, estamos jodidos y lo más grave el otro 25% restante que va a la cárcel sólo permanece recluido en promedio unos 21 meses y "luego pa’ la casita" qué aquí no pasó nada.
Un paseo y un premio a los corruptos. Vivimos una delicada crisis en las instituciones del Estado. Los tres poderes de la nación el ejecutivo, legislativo y judicial están corrompidos. Tenemos problemas por falta de transparencia de un Estado legítimo. La pregunta que queda en el ambiente: ¿nos acostumbramos a la corrupción?