Comunidad transgénero, asumiendo el reto de salir del clóset

26 septiembre 2017 7:31 pm

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Respetuosamente saludo a los apreciados lectores que se toman el trabajo de leer este artículo, les doy la bienvenida a este espacio de opinión que muy generosamente me da la redacción del periódico EL QUINDIANO.

Mi nombre es Claudia Dayana Mejía, soy mujer transgénero, y pretendo dar a conocer de una manera lo más amplia y objetiva posible los diversos aspectos que abarca el cambio de género. Busco también convertir este espacio en un lugar de opinión, de apoyo, de acompañamiento a aquellas personas que como yo están iniciando este proceso de cambio, este camino de rosas y espinas, este estilo de vida que escogimos para bien o para mal, y en el que nos sentimos sin voz y sin apoyo en muchas ocasiones.

El transgenerismo y/o transexualidad es una realidad presente en el mundo desde hace mucho tiempo, aunque en nuestra región hace más bien poco tiempo que comenzó a salir a la luz pública, y es una tendencia que se puede decir va en aumento, pues somos cada vez más las personas que optamos por salir del closet por infinidad de motivos. La mayoría lo hacen a temprana edad, otras en cambio nos demoramos para dar el salto al vacío, pero en ambos casos, la toma de esta decisión afecta nuestras vidas y las de nuestro núcleo familiar y de allegados en muchos aspectos.

En mi caso personal los problemas empezaron a surgir cuando a mis 40 años empecé a tomar conciencia de lo que estaba sucediendo, pues siempre desde muy temprana edad me sentía diferente a los demás niños, era más delicado, más sensible, menos brusco o agresivo que el común de los compañeros de escuela o vecinos, no me llamaba la atención el futbol, y aunque me gustan y siempre me gustaron las mujeres, nunca fui lanzado con ellas, siempre manifesté mi interés de manera muy respetuosa, a pesar de la presión de compañeros y amigos para “concretar” a la chica que me gustaba, sería por eso que nunca logré nada con ninguna…

Cuarenta años buscando mi lugar en la vida es relativamente un tiempo bastante largo, y ahora que lo encontré, las complicaciones no se han hecho esperar, pues para empezar me quedé sin empleo, luego de 20 años de carrera en el sector comercial e industrial de Armenia.

Aunque mucho se habla sobre la igualdad, sobre la aceptación de la diversidad sexual, en mi experiencia particular me he dado cuenta que todo esto se queda en solo bonitos e ideales conceptos que en la práctica de la vida diaria simplemente no tienen validez alguna. En los dos años que llevo siendo quien en realidad soy, he trabajado en diversos oficios de manera ocasional, en construcción, de asesora en un proyecto de grado para una amiga, de manicurista, de traductora bilingüe independiente, entre otros, todo en el sector informal, con ingresos muy bajos y cero garantías, sin seguridad social ni aportes a pensiones, en resumen, me he dedicado al rebusque con resultados poco satisfactorios e incipientes económicamente.

Esta situación se ha presentado, analizo que debido principalmente a la falta de conocimiento de la comunidad en general respecto a todo lo que encierra el ser una persona transgénero, pues jueces tenemos por montones, pero quién se moleste en indagar, en investigar, en analizar más de lo que se ve a simple vista respecto a nuestra situación, no hay.

Antes de yo encontrarme conmigo misma y descubrir esta realidad en toda su amplitud, también caía en el error de juzgar solo por lo que veía, pues le tenía miedo y aversión a este tipo de personas, que en mi adolescencia se empezaron a ver, a salir a las calles, a intentar integrarse a la sociedad de manera tímida y casi que imperceptible. Evitaba el contacto visual con ellas y buscaba por donde alejarme, pues temía que pudieran irrespetarme de alguna manera. Yo luchaba por al menos parecer un chico normal, para que mis amigos o conocidos no me fueran a relacionar en lo más mínimo con actividades que pusieran en duda mi masculinidad, pero a pesar de esto, seguía sintiendo que en mi vida había algo que no estaba en su debido lugar, algo que no funcionaba como yo esperaba, que me faltaban cinco centavos para el peso, mas no me imaginaba lo lejos que estaba aún de descubrirlo.

Cuando pienso en todo el tiempo que representan 40 años, me parece paradójico que hoy a mis 44 años mire hacia atrás y sienta que todo ese tiempo pasó de una manera tan rápida, como si hubiera sido ayer, y es inexplicable el por qué solo hasta ahora descubrí lo que faltaba en mi vida, el elemento que no estaba donde debía estar, lo que nunca me dejó ser el hombre que todos esperaban que yo fuera, suena raro pero así es, no tengo otra manera de explicarlo, es algo parecido a la historia del caballo de Troya, el ataque se demoró en ejecutarse pero fue imperceptible y efectivo, pues decidí hacer borrón y cuenta nueva, empezar una nueva vida casi que de cero, con todos los inconvenientes que esto representa en todos los campos, en especial en el laboral, en las relaciones con familia y amigos, en el acceso a los servicios de salud, apoyo, educación, y en la forma de relacionarme con las demás personas.

Creo que para nadie en nuestra ciudad y en la región en general es un secreto que las opciones que las personas transgénero tenemos en la parte laboral solo son dos: prostitución y belleza. La mayoría optan por la primera por infinidad de motivos, principalmente porque no terminaron siquiera el bachiller. Porque perdieron el apoyo de la familia al revelar su identidad de género. Porque fueron desplazadas por actores violentos en su región, incluso algunas porque les atrae esa vida, o porque al menos se acostumbraron a ella. En general los motivos pueden ser diversos. Ya para trabajar en el área de belleza no basta con solo querer hacerlo, se debe capacitar la persona en estas áreas, invertir tiempo y dinero que en nuestra condición es cada vez más escaso, y luego de eso, se debe salir a buscar empleo, con todos los inconvenientes que esto representa, y más aun teniendo en cuenta que la competencia en esta área es cada vez mayor y muy reñida.

Otro problema que enfrentamos al asumir públicamente nuestra identidad de género es el matoneo, el acoso por parte de personas que no nos aceptan como somos. Dicho matoneo va desde miradas incómodas, burlas, comentarios malintencionados e irrespetuosos, insultos, y amenazas de agresiones físicas, que muchas veces pasan de la simple amenaza.

En mi caso personal yo diría que este es el problema más grande que debo enfrentar, puesto que en mi entorno cercano, mi barrio, muchas personas, en especial hombres, lo hacen constantemente, he llegado al punto de no querer salir de mi casa por miedo a una agresión física solo por mi apariencia, y ese es un grave problema para las personas que como yo, no somos de problema ni estamos acostumbradas a peleas o riñas callejeras.

Nosotras las mujeres, somos las más vulnerables a agresiones por parte de quienes no nos aceptan, y estamos totalmente desprotegidas por parte de las autoridades, que incluso en algunas ocasiones en vez de defendernos toman el papel de agresores.

Me gustaría hacer un llamado respetuoso a la comunidad en general, pidiéndoles para nosotras el respeto básico que cualquier persona merece, pues no somos monstruos o fenómenos de circo solo por nuestra apariencia. Somos personas como cualquier otra, con virtudes y defectos, con ilusiones, con miedos, la mayoría somos respetuosas y solo pedimos un lugar en la sociedad donde podamos vivir tranquilamente, sin privilegios o concesiones especiales, con las mismas oportunidades y deberes que tiene cualquier persona, trabajando en pro de nuestros ideales de vida, como lo hace el común de la gente.

No aceptamos que se nos discrimine, se nos oprima y se nos obligue a ser objetos de burla y de abusos en todos los sentidos, solo por haber elegido una opción de vida diferente a las tradicionales, pues el hecho de ser persona transgénero o transexual no nos convierte en malas personas, en amenazas, en delincuentes, ni en objetos sexuales. No es justo el juzgar a toda una colectividad por unas cuantas personas que obran mal y nos dan mala imagen.

De igual manera me gustaría pedir a las autoridades locales que se nos tenga en cuenta como ciudadanas que somos, para el acceso a empleos de calidad, a capacitación, a salud, derechos que son básicos para cualquier persona, y que en nuestro caso se ven constantemente vulnerados a causa de los prejuicios y la intolerancia que aun en nuestros tiempos sigue vigente.

CLAUDIA DAYANA MEJIA A.

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