Infinidad de veces me he hecho esta misma pregunta: ¿Por qué decidí ser una mujer transgénero? Inmediatamente llegan a mi mente montones de razones que explican en parte el porqué de una decisión tan “extrema” según piensan algunos allegados. Soy consciente de que muchas no lo deciden, nacen siendo mujeres transgénero, pero otras como yo, llegamos a decidirlo con el tiempo, tal vez nacimos así y solo hasta ahora nos dimos cuenta, pero ¿quién lo puede asegurar? De todos modos, para cada persona los motivos pueden ser diferentes, ¿de qué depende? Entre otras cosas depende del momento en el que uno decida asumir su identidad de género, del entorno donde uno se cría, de las responsabilidades que se han adquirido, de las vivencias en especial en los planos sentimental y sexual, entre otros factores. En mi caso particular fue un conjunto de razones, pues debido al entorno en el que crecí, no me sentí con la fuerza suficiente para salir del closet a temprana edad, pues mi familia es de clase media baja, trabajadores informales, católicos aunque no muy radicales, pero bastante conservadores. Asistí a escuelas y colegios públicos de la región, al terminar mi bachiller tuve que lanzarme al mundo laboral, pues la situación económica de la familia no alcanzaba para estudiar una carrera universitaria por económica que fuera, y mi ideal de independencia y formar mi propia familia me llevó a enfrentarme al mercado laboral en la búsqueda de mi lugar en el mundo.
Analizando estos antecedentes de vida, pienso que si hubiera sentido la necesidad de cambiar mi género en esas épocas, hubiera sido extremadamente traumático tanto para mí como para mi familia, pues en la época de adolescencia y colegio, hablamos del periodo de 1986 a 1991, se manejaba una homofobia muy fuerte, rechazo total a las personas transgénero que en esos momentos empezaban a salir a la luz pública.
En Calarcá, donde vivía en esa época, había unas tres mujeres trans, y todos las miraban, o mas bien las mirábamos con rechazo, con miedo, con desprecio, solo por su apariencia, pues considerábamos que eran una amenaza en potencia para nuestra masculinidad. En lo personal, jamás tuve el mas mínimo inconveniente con alguna de estas chicas, pues eran personas que estaban en su cuento, vivían su vida como querían y no se fijaban en quien las estaba mirando, obviamente eran agresivas cuando alguien les hacía comentarios bruscos o irrespetuosos, pero eso es comprensible. Nunca las molesté, yo caí en el error de ser parte de ese colectivo que las rechazaba y las discriminaba solo por ser diferentes, por “ir en contra de la naturaleza” como erróneamente nos quieren hacer ver los detractores, en especial los líderes religiosos, pero qué lejos estaba de saber que yo, algún día sería parte de esa minoría a la que rechazaba y temía tanto en ese momento.
De todos modos, hoy reflexiono sobre qué hubiera pasado si hubiera decidido salir del closet en aquellas épocas. Para empezar, mi familia se hubiera opuesto enérgicamente a mi decisión, me hubieran castigado severamente, tal vez me hubieran echado de la casa, hubiera rodado por casas de familiares y amigos hasta que no me aguantaran más, hubiera caído muy probablemente a la calle, al vicio, a la prostitución, tal vez no me hubiera podido sostener en ese medio que es bastante fuerte y agresivo, en especial para una persona joven, no sé qué hubiera pasado, solo sé que las cosas no hubieran terminado bien… Me hubieran expulsado del colegio, los vecinos y amigos me hubieran maltratado, las autoridades me hubieran encerrado y agredido, mi vida hubiera sido todo un infierno, por esto le doy gracias a Dios que no sentí la necesidad de salir del closet a tan temprana edad, a pesar de nunca haberme sentido hombre completo. Con esto no quiero decir que las personas jóvenes que sienten esa necesidad de empezar su transición no lo deban hacer, pues como dije al principio, las experiencias de vida y las condiciones no son las mismas para todas.
Por otro lado, si hubiera decidido salir del closet en mi adultez temprana, entre los 20 y 35 años, las cosas tal vez no hubieran sido tan traumáticas, pues ya la homofobia no era tan marcada como en mi adolescencia, pero en la parte laboral y económica me hubiera perjudicado bastante, pues mi familia no tenía una casa propia, yo era quien pagaba el arriendo con el producto de mi trabajo en el sector comercial de la ciudad, y ayudaba con los servicios públicos y algunos otros gastos de la casa. Si yo hubiera iniciado mi transición en esa época, hubiera perdido mi trabajo, sin opción a acceder a un empleo diferente a la prostitución, no hubiera podido estudiar mas allá del bachillerato, mi familia se hubiera tenido que repartir y acomodar donde pudiera, en fin, las cosas hubieran terminado mal para todos.
En mi caso particular, uno de los factores que más tuvo peso en mi decisión de cambio fue mis muchos intentos frustrados de relación de pareja, pues como lo mencionaba en mi artículo anterior, siempre fui un chicho muy tímido y respetuoso con las chicas que me llegaron a interesar, y veía con gran decepción como mis amigos y familiares conquistaban el corazón de las chicas que querían, y yo solo recibía rechazos. Eso es traumático para cualquier adolescente soñador como era yo, y con el pasar del tiempo, nunca pude lograr lo que quise, eso abrió un vacío que no pude llenar con nada, un dolor que aumentaba con el tiempo, y que solo lo pude calmar cuando descubrí que la mujer que buscaba ahí afuera, estaba aquí adentro, y que tenía la gran necesidad de dejarla salir para cubrir esa carencia de toda la vida, y pues aquí estoy…
Cabe anotar que esto no quiere decir que a todo hombre que le haya sucedido lo mismo, que no haya tenido éxito con las mujeres en alguna etapa de su vida, ¡Es porque no se ha dado cuenta que es una mujer transgénero!… Como lo decía anteriormente, esta es una razón personal, y para llegar a esa conclusión hay otras razones más, cada caso es particular, no hay una regla estricta que haga que alguien tome una decisión tan trascendental como esta, si no quiere hacerlo, si no es lo que siente muy en el fondo de su corazón.
De todos modos, el hacer esta transición, de hombre a mujer en especial, es traumático a cualquier edad, pero no niego que ayuda bastante el tener una madurez en el pensamiento, una fuerte convicción de que se está haciendo lo correcto, y al menos unos recursos mínimos como un lugar propio donde vivir, un estudio técnico o un oficio que permita recibir unos ingresos mínimos para mantenerse. Igual, en cualquier momento de mi vida en el que hubiera decidido iniciar mi transición, tendría que enfrentar la discriminación, el desprecio, los insultos y amenazas, el rechazo de muchas personas solo por mi apariencia, la falta de oportunidades laborales, pues ninguna empresa seria quiere contratar a una mujer transgénero, y menos si apenas está iniciando su transición, principalmente por imagen y cuestiones estéticas, no importa su preparación, su trayectoria laboral ni sus capacidades, solo importa la presentación personal, tendría que volver a aparentar que soy hombre, y eso en mi caso eso es algo que no estoy dispuesta a negociar.
También hay que sumar la indiferencia y falta de apoyo por parte de las entidades gubernamentales al menos para ayudarnos a encontrar un empleo con el cual podamos cubrir las necesidades básicas, o un programa de apoyo a ideas empresariales propias, o un grupo de apoyo psicológico que nos ayude a hacer menos traumático este proceso de transición tan profundo. Es muy cierto que el gobierno ni nadie diferente a nosotras mismas es responsable de nuestra decisión de cambio, pero la falta de apoyo, la indiferencia, la discriminación que en mayor o menor grado sufrimos la comunidad transgénero, es la raíz de que la prostitución aumente cada vez más, y con ella otros males asociados como la drogadicción, la delincuencia, y las riñas callejeras, malestares que se podrían reducir o controlar de manera más eficiente si se nos tuviera en cuenta como personas normales que somos, y con el respeto mínimo que cualquier individuo en una sociedad justa se merece.
CLAUDIA DAYANA MEJIA A.