La influencia de los pensamientos suicidas en el proceso de cambio de género

3 octubre 2017 5:27 pm

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Cuando una persona descubre, o decide comportarse de manera diferente al común, a lo que se espera de ella, se enfrenta a grandes barreras, a inconvenientes que en muchos momentos parecen infranqueables, a obstáculos que ponen a prueba su determinación, pues lo confrontan a uno consigo mismo y a reflexionar si en verdad se está tomando la decisión correcta, si la lucha contra la corriente vale la pena, prueba de eso ha sido mi decisión de ser mujer transgénero.

Como ya había hablado en artículos anteriores, hace relativamente poco encontré mi verdadera esencia, mi feminidad, y cuando la encontré, me enamoré de ella, y ya nunca más la quise soltar, por eso tomé la decisión un poco extrema de hacer borrón y cuenta nueva en mi vida, empezar casi de cero a construir una identidad de género, una con la que me sintiera satisfecha, una que reflejara de la mejor manera posible esa mujer que vive en mí, a pesar de que mi cuerpo no me ayude a proyectarla, por eso decidí salir del closet, vivir como realmente me nace del corazón, sin pensar más en que debo complacer a familiares o amigos, en que debo hacer lo que me conviene y no lo que realmente quiero, llegó la hora de la independencia, pues si bien es cierto que como individuos de una sociedad tenemos deberes y modelos conductuales que debemos respetar, igualmente es válido que la base del bienestar es vivir conforme a lo que sentimos muy adentro que es lo correcto, aunque en muchos momentos choque con lo que durante toda una vida se nos enseñó que era lo correcto.

Al apersonarnos y asumir el protagonismo de nuestras vidas nos encontramos una serie de obstáculos, representados en gran proporción por la interacción con los demás, con quienes hacen parte de nuestro entorno inmediato en especial, familiares, amigos, vecinos, compañeros de estudio y de trabajo, en fin… Es entendible que nuestro círculo cercano se preocupe y trate de persuadirnos de nuestro propósito cuando sienten que vamos directo al desastre por causa de nuestras decisiones, la intención no es mala, pero el resultado puede ser contraproducente, ya que desistir de nuestro propósito se traduce en amargura, frustración, decepción al pensar cómo hubiera sido mi vida si hubiera seguido lo que me dictaba mi corazón, y eso generalmente el bienestar económico o la popularidad no lo logran compensar de manera satisfactoria.

Uno de los argumentos que tuvo más peso en mi decisión de ser mujer transgénero fue el pensar en cómo iba a ser mi balance de vida en el momento en el que estuviera finalizando, cómo responder las grandes preguntas, ¿Viví realmente feliz? ¿Logré lo que quise en la vida, o logré lo que los demás quisieron? ¿Realmente valió la pena vivir? Pensé en que no quería responderme estos cuestionamientos de manera negativa, sin importar si tomara las decisiones equivocadas, si sufriera por intentarlo, si tuviera que desbaratar lo que construí con esfuerzo durante toda una vida, si tuviera que empezar de nuevo, si decepcionara a quienes confiaron en mí, o más bien si no lograba ser lo que ellos esperaban de mí.

Todo este cúmulo de conceptos, de cuestiones, de temores, de preguntas sin respuesta concreta se mezclan de tal manera, que pueden llevarnos a extremos como la depresión, la desesperación, la angustia, y empezamos a considerar el suicidio como una opción con la que podríamos solucionar los problemas de una manera definitiva. En mi caso particular no soy la excepción a esta situación emocional, pues no solo en una sino en varias ocasiones he visto esta opción como la única alternativa de salir de este callejón sin salida, de esta encrucijada, de este embudo donde nada parece tener sentido, a pesar de sentir que estamos luchando por lo que en realidad queremos.

El apoyo de la familia y del círculo de allegados juega un papel fundamental en el proceso que estamos viviendo, no lo podemos ignorar, pero también comprendemos que el entender la complejidad de este cambio en toda su extensión no es nada fácil, y menos cuando, como en el caso mío, era algo que nadie vio venir. A causa de mi decisión perdí mis pocas amistades, tal vez exagero un poco al decir que los perdí, pero sí es evidente que todos tomaron distancia. Es mi deber comprender que para ellos no es fácil asimilar un cambio tan extremo, tan repentino, tan inesperado, pues al final de cuentas nadie está obligado a aceptar una actitud o proceder nuestro con el que no esté de acuerdo. Hace solo unos días hablé con mi mejor amiga por teléfono, ella fue una persona clave para darme cuenta del cambio que se estaba dando en mi interior, pues estaba enterada de primera mano de la situación, a veces pienso que me apoyó porque no pensó que las cosas fueran a llegar tan lejos, pero cuando vio la complejidad de mi situación, se alejó diciéndome que no podía aceptar del todo mi cambio, desde ese momento nos distanciamos bastante, sin embargo en esta última conversación me hizo saber que aún es mi amiga y que siente el mismo aprecio por mí, lo cual me da a entender que tal vez ha comenzado a ver mi situación de una manera más objetiva, y eso es algo muy positivo, pues para las personas que estamos pasando por este proceso, el acompañamiento de nuestros allegados es muy importante, aunque nuestro cambio sea algo muy propio e individual.

Sin embargo pienso que no debemos restarle importancia a los pensamientos suicidas que todas hemos tenido en algún momento, pues muchas, no sé cuántas, pasan de la simple intención al hecho, algunas logran su letal cometido, otras no, pero tal vez esta situación se solucionaría en parte si tuviéramos el apoyo moral y acompañamiento psicológico con el que algunas hemos contado, y muy en especial el soporte y aceptación por parte de nuestra familia, quienes se ven afectados de primera mano con las decisiones que tomemos para nuestras vidas.

Ya para finalizar considero que las autoridades en todas sus instancias no deberían seguir ignorando esta problemática por la que tenemos que pasar quienes decidimos hacer este cambio tan definitivo, pues la comunidad transgénero no está pidiendo algo que no sea justo, estamos invocando el reconocimiento de nuestros más básicos derechos como seres humanos que somos, aunque una minoría de personas intolerantes y arrogantes ni siquiera nos consideren como tal.

Las personas transgénero hemos existido casi desde los inicios de la humanidad, y ya llegó el momento de salir del closet, de encarar la vida, de mostrarnos al mundo como somos y siempre hemos querido ser, no vinimos a quitarle nada a nadie ni a pedir privilegios o exoneraciones de responsabilidades, somos conscientes de que hacemos parte en la construcción de un país, de una sociedad donde todos tengamos igualdad y contribuyamos al bienestar colectivo, sin distinciones algunas, y estamos dispuestas a trabajar en pro de ese objetivo.

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