Al atardecer de ayer martes 3 de octubre, aproximadamente 300 vendedores ambulantes estaban instalados en sus locales en el Centro Comercial del Café, sin que se presentaran contratiempos de última hora.
Muchos de ellos trasladaron sus bienes desde primeras horas de la mañana, para cumplir con la orden de un juzgado y acogerse a la oportunidad que les brinda la alcaldía de la ciudad para emprender una nueva vida en una moderna edificación.
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Gloria Cecilia García, secretaria de Gobierno de Armenia, indicó que esos comerciantes ya están en buenas condiciones de seguridad y optimistas, por lo que se espera que algunos que no han realizado las diligencias para contratar sus espacios en el centro comercial, lo realicen cuanto antes, pues a partir del 4 de octubre, las calles serán despejadas realizando las acciones que se requieran.
Sin embargo, la funcionaria confió en que no haya necesidad de emplear la fuerza y que todo el proceso termine satisfactoriamente.
Los últimos en partir
El aguacero de la tarde del 3 de octubre de 2017 en el centro de Armenia será recordado por muchos como el principio del fin de los últimos comerciantes informales en abandonar el espacio público, después de muchos años de ocuparlo y vender infinidad de artículos.
También, el agua ayudó a barrer las calles y por las cunetas corrió hacia abajo hasta encontrar una alcantarilla por donde continuar su curso.
Mientras unos de sus colegas estaban a cubierto en el Centro Comercial del Café, en donde se habían instalado para acatar una orden judicial, en los andenes, unos pocos aguardaban que amainara el diluvio y pensaban qué actitud asumir, en vista de que el desalojo de las vías públicas era inminente.
Entre los últimos en resolver qué hacer estaban comerciantes ecuatorianos, con hijos armenios y arraigados en la ciudad desde décadas atrás. sentados debajo de un alero esperaban pacientemente, con la resignación que a veces se ve en sus rostros, a que ocurriera un milagro que les permitiera continuar en su querencia, en donde tántas esperanzas se forjaron cuando decidieron instalarse en esos sitios.
A pocos metros de distancia de ellos, en la esquina de la calle 18 con carrera 16, unos agentes de la policía observaban con atención los acontecimientos, y atentos a lo que pudiese suceder, permanecían alertas.
La ley del pataleo
Frente a donde los escuatorianos tuvieron sus negocios al aire libre, en el segundo piso de una edificación, en donde hay un salón de billares, se realizó una reunión entre los últimos en decidir si se iban o no.
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Con la mayor atención, los asistentes escucharon a sus líderes, quienes les dieron una voz de esperanza, pues todavía podían hablar con las autoridades para buscar una fórmulas que, al menos, demorara uno días el traslado al centro comercial a donde, forzosamente, debía trasladarse, o abandonar, en defintiva, sus actividades.
Para muchos de ellos fue una tarde oscura. Una tarde triste.
En contraste, no digamos que con resignación, pero sí con buena voluntad, aunque a regañadientes, otros continuaron el trasteo de mercancías y mesas hacia donde el destino les fijó su lugar de trabajo.