Las críticas generalmente son inútiles, incluso las mal llamadas críticas constructivas, que de eso no es que tengan mucho. La raíz de las críticas es siempre la intención de que una persona cambie un comportamiento propio con el que no estamos de acuerdo, queriendo amoldarla a nuestro gusto, lo cual en esencia no es sano, pues a nadie le agrada que los demás lo obliguen a comportarse como no quiere solo para agradarles.
Hablamos de igualdad en todos los campos, de libertad, las ponemos como bases para una vida tranquila, pero no somos conscientes de que esa igualdad y libertad de la que hablamos, muchas veces solo busca imponer nuestras actitudes egoístas sobre los derechos básicos de los demás. Citando una frase del prócer independentista mexicano Benito Juarez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Esta sencilla frase pronunciada por este histórico personaje mexicano hace tanto tiempo, es tan profunda y está tan llena de sabiduría, pero lastimosamente en la sociedad de nuestros tiempos pierde validez, se ahoga en el mar de nuestra ignorancia y nuestro egoísmo, que es tan infinito como el mismo universo, prueba de eso es la situación de orden público que se vive en muchos lugares del planeta, e incluso en varias regiones de nuestro país, donde persisten conflictos legendarios por eso, por ignorar esa sencilla frase de don Benito Juarez.
En el caso particular de nuestra comunidad transgénero (Cabe anotar que me enfoco en la población transgénero en particular, por ser parte de esta, sin el ánimo de ignorar al resto de la comunidad LGBTTTI), las críticas son el pan de cada día, las tenemos que llevar como una carga molesta y obligatoria, pues obviamente no las podemos controlar, y lo más incómodo es que luego de lograr la comprensión de nuestros allegados, que son los “afectados” de manera indirecta con la decisión de vivir nuestra identidad de género a plenitud, los mirones, los que no tienen nada que ver ni se afectan de alguna manera con nuestras decisiones, son los que siempre están ahí, haciéndose ver de alguna manera, pues su necesidad de protagonismo, su ignorancia y su egoísmo son ilimitados.
Todas las veces que salgo a la calle recibo además de miradas incómodas de desaprobación y asombro por mi apariencia, al menos un comentario irrespetuoso o burlesco. Son bastante incómodos, no lo puedo negar, pero en esos momentos recuerdo dos viejos y conocidos refranes que dicen: “El que quiere el perro quiere la chanda” y “La ignorancia es atrevida”. El primero se refiere a un concepto básico para cualquier persona que empieza un proceso de cambio de identidad de género: Las críticas son inherentes a este proceso. No se puede pretender que todas las personas aprueben y menos apoyen esta decisión tan personal y tan trascendental, es algo que tenemos que aprender a manejar, con lo que tenemos que convivir de la mejor manera posible.
En el caso del segundo refrán, lo cito porque es una máxima que debemos tener muy presente las personas que estamos en el ojo de las críticas, la ignorancia, que es la raíz de todos los males, de la que somos nosotras las minorías las principales víctimas, una epidemia que nos roba la tranquilidad, pero que lastimosamente debemos aguantar como una enfermedad incurable, contra la que luchamos pero que nunca vamos a poder erradicar.
Lastimosamente la ignorancia referente a nuestra transición es mucha, son demasiados los mitos y tabúes que se envuelven alrededor de nosotras, pues esta solo deja ver lo superfluo, no permite que las personas del común vean más allá de nuestra apariencia, y gracias a nuestra condición humana que nos facilita juzgar a los demás y nos dificulta reconocer nuestras equivocaciones, la lluvia de críticas no se hace esperar desde el inicio de nuestra transición.
Pero si analizamos a fondo el por qué de las críticas, vemos que la principal razón es la envidia (Cabe aclarar que no es la envidia por hacer transición de género, pues esa es una decisión muy personal, sino por el sentirnos felices haciendo lo que realmente queremos). El ser humano es egoísta por naturaleza, prepotente, siempre quiere dominar y estar por encima de los demás, es terco y obstinado, reacio al cambio, y cuando ve que otra persona está feliz lo corroe la envidia, y trata de frustrar la felicidad de la otra persona como sea, ¿y cómo logra esto? Por medio de las perjudiciales críticas. Estas buscan cambiar la decisión del otro, persuadirlo de hacer lo que le gusta, lo que lo hace feliz, por acomodarse a lo que yo en mi egoísmo quiero imponer. Buscan que el otro acepte que yo soy quien tiene la razón, que está equivocado y debe hacer lo correcto para evitar problemas, sin importar si lo disfruta o no, pues debe encajar únicamente en lo que yo apruebo.
Las críticas son un mal con el que debemos convivir en todos los ambientes desde muy temprana edad, y tal vez las críticas en sí no sean tan malas como sí lo son la forma en que las tomamos, pues en mi vivencia particular, me afectaban mucho en mi niñez y adolescencia, ya con el tiempo las aprendí a manejar un poquito y a no dejarme afectar tanto por ellas, y eso fue algo que me ayudó a encontrar mi verdadera identidad de género, pues antes intentaba siempre amoldarme a las exigencias de los demás, y cualquier crítica ahogaba mis intentos de ser autentica, de ser quien en realidad quería ser.
Ya para finalizar, la reflexión que pretendo dejar con este escrito es invitar a los lectores a reflexionar sobre qué utilidad tienen en su vida las críticas que reciben actualmente, las que recibieron en el pasado, ¿dejaron algo positivo en su vida? Y vale la pena aclarar que no es lo mismo una crítica “constructiva” que un consejo o sugerencia respetuosa, de las que recibimos muchas en la vida, pues la primera siempre lleva la mala intención por delante, el deseo egoísta de imponer mi voluntad sobre la otra persona. En cambio, el segundo se hace con aprecio y sinceridad, y sin el ánimo de imponer ninguna voluntad, pues queda a decisión de la persona si la quiere aplicar en su vida y de qué manera.
En resumen, las críticas en nuestro proceso de cambio no tienen nada de positivo, solo buscan incomodarnos y persuadirnos de luchar en pro de nuestro bienestar, pretendiendo adaptarnos a lo que quieren las mayorías, a ser parte del sistema y como dice el refrán, a ir para donde va Vicente… Quien crea que con sus críticas y comentarios contribuye de una manera positiva en nuestras vidas, simplemente está equivocado, pues la crítica siempre lleva la intención egoísta y dañina por delante, y evidencia el decir popular de que la principal causa de muerte en nuestro país es la envidia, y yo me atrevería a decir que esto no es solo en nuestro país. Creo que vale la pena reflexionar a fondo sobre este asunto, pero eso es algo que cada quien debe hacer por su cuenta.