La lucha de las mujeres transgénero contra los estereotipos tradicionales

14 octubre 2017 9:26 pm

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Desde que nacemos la sociedad nos empieza a imponer los caminos que por tradición se han considerado correctos, para empezar, la identidad pública de género, basada en nuestro sexo biológico: los niños visten de azul, las niñas de rosado. Al ir creciendo continúa el proceso de moldeado para adaptarnos a una sociedad casi dictatorial, el niño usa pantaloncito y camisita, la niña usa vestido y faldita, los niños juegan al balón y con los carritos, y las niñas juegan a la casita y con las muñecas, los niños solo se juntan con niños, y las niñas con niñas, pues de lo contrario se pueden “voltear” desde niños.

Cuando se llega a la adolescencia, se espera que los niños sean buenos deportistas, de carácter fuerte, atrevidos, curiosos por el sexo, y que por su parte las niñas sean todas unas princesas, delicadas y frágiles, reservadas en cuanto a temas sexuales, cada cual enmarcado por su rol, entre lo que se espera de cada género. Y cuando se alcanza la mayoría de edad, ni hablar, el hombre al trabajo, la mujer a su casa, ambos a formar su hogar, su pareja, sus hijos, el hombre provee el hogar y la mujer hace que funcione, aunque tenga que trabajar también, la mujer sensual y dedicada, y el hombre varonil y protector, atrapados por siempre en el estricto y tradicional binarismo de género.

Es difícil poder entender a ciencia cierta en cuál momento de la vida de una persona transgénero es más traumático hacer su transición, si al inicio, como les sucede a la mayoría, o cuando ya se tiene toda una vida “definida” como es mi caso, pues en ambas posiciones, transgredir los prejuicios que por tanto tiempo nos han dominado es similar a enfrentarse al mismo diablo, despertar la ira de Dios, o peor aún, provocar el enojo de una sociedad diseñada para castigar a quien se salga de sus definidos moldes…

Cuando se descubre la identidad de género a temprana edad, el niño se enfrenta a un dilema moral colosal, pues desde muy pequeño sus padres le enseñan que “eso es pecado”, que se va derechito al infierno si siente la mas mínima atracción por personas de su mismo sexo, entonces el niño se ve atrapado entre lo que quiere hacer y lo que le indicaron como correcto, lo que la sociedad le impone, pero la naturaleza llama, contra el instinto es inútil luchar, y cuando su familia, moralista e intolerante en la mayoría de casos, ve que no se puede hacer nada para evitar lo inevitable, simplemente lo intentan reprimir por medio de la violencia, o deshaciéndose del problema, echando al niño de la casa, abandonándolo a su suerte, enfrentándolo a los peligros de la calle sin la más mínima consideración, creyendo que con este acto irresponsable e inhumano se está protegiendo el “honor de la familia”.

Resulta ingenuo creer que un niño que pasa por un proceso de definición de identidad de género, en la calle, abandonado a su suerte, no caiga en la prostitución y en las drogas, y por ende en todo ese mundo de peligros que allí se encuentran, inician a muy temprana edad el diplomado que da la universidad de la calle, pagando un alto costo, que muchas veces incluso les cuesta hasta su propia vida.

De otro lado, las mujeres que iniciamos nuestra transición relativamente tarde (Luego de los 30 años), nos vemos enfrentadas a otros dilemas, no podríamos decir que más graves que los anteriormente mencionados, pero que igualmente son traumáticos y perturbadores. Empezamos por el salir del closet ante familia y amigos, que son el círculo inmediato, y el mas difícil de pasar, pues como dice el viejo y conocido refrán, “no hay cuña que más apreté que la del mismo palo”. Nuestras familias se rehúsan a creer que ese hombre que conocieron siempre, ese varón digno de admirar en algunos casos, en otros no tanto, quiera renunciar al honor de la masculinidad, otorgado por Dios mismo, para convertirse en toda una “princesa”. La mayoría de amigos te retiran su amistad, o al menos se alejan lo mas que puedan, tu papá te dice que eres una decepción o incluso una vergüenza para la familia, tu mamá te dice que vas a llevar su muerte en tu conciencia, tus hermanos y primos se mantienen al margen pero igual manifiestan su desacuerdo, o simplemente evitan el tema, y si tienes esposa e hijos la cosa se complica mucho más, no es mi caso porque menos mal el cambio me cogió soltera y sin compromisos.

La situación laboral y económica se complica al máximo si no estamos preparadas para la tormenta que se viene encima, pues ninguna empresa va a arriesgar su reputación y prestigio teniendo en sus filas a una persona abiertamente transgénero, aunque la ley nos proteja en el papel, pero en la práctica las cosas sean muy diferentes. En el sector público se han visto algunos casos de mujeres transgénero que han logrado ganarse un espacio, y las administraciones les han dado la oportunidad de demostrar sus capacidades, pero son casos muy excepcionales.

Lastimosamente el nivel educativo de la mayoría de nuestras compañeras tampoco es el mejor, teniendo en cuenta que se tienen que enfrentar a la calle desde temprana edad, no logran acceder al menos a una educación media, incluso muchas ni tan siquiera logran terminar la primaria, esto hace que las posibilidades de acceder a un trabajo en condiciones dignas se reduzcan al máximo, y dado que las chicas se terminan acostumbrando a la vida de prostitución y drogas, son muy pocas las que logran salir de este peligroso círculo vicioso.

De todos modos, si analizamos el problema a fondo, vemos que al igual que los grandes males que agobian a la sociedad contemporánea, tiene su marcado origen en el interior del hogar, pues a pesar de que es comprensible que para ninguna familia sea un motivo de alegría descubrir a uno de sus miembros como trans, y que de hecho no es un proceso fácil ni rápido aceptarlo, tampoco es justificable de ninguna manera el negar el apoyo básico a uno de sus integrantes solo porque eligió una manera diferente de vivir su vida, de expresar su sexualidad, de ser quien siente que es desde el fondo de su corazón…

Tampoco es justificable que la sociedad y mas concretamente la empresa y el mundo organizacional nos condenen y nos cierren todas las oportunidades laborales, solo por el hecho de actuar de manera asertiva, de decidirnos a vivir como sentimos que debimos vivir siempre, de una manera sincera y honesta. Solo cuando esta sociedad pseudomoralista decida superar sus prejuicios ancestrales y romper sus tradiciones sin fundamento, las cosas para las generaciones venideras podrán ser realmente mejores.

 

 

 

 

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