Las historias también suceden en ese otro bando

8 noviembre 2017 4:12 pm

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Por Juan Merchán

En el marco del noveno Festival Internacional de Cine de Cali –que va del 9 al 13 de noviembre– se exhibirá el documental 9 disparos del realizador caleño Jorge Andrés Giraldo, en la categoría Sección Oficial Nacional.

Este trabajo, que logró una acogida favorable del público, suscitó un debate sobre cómo recibir y reaccionar a las historias que comienzan a surgir en el actual contexto del posconflicto. Giraldo construye un relato audiovisual en primera persona que pone las luces en la vida de un excombatiente que recibió nueve disparos en una emboscada de la insurgencia.

 

¿Cuál ha sido la acogida del público de su documental?

La reacción del público ha sido muy sorpresiva para nosotros, especialmente los públicos jóvenes. El documental se estrenó en Cali en un contexto muy académico, en agosto de 2016, y vimos como los jóvenes en la primera parte del documental rompieron en risa. Fue una sorpresa porque no pensamos ninguna parte del documental para que tuviera rasgos de comedia, pero fue una reacción que hemos visto en distintos públicos jóvenes del país. Esto se explica por lo que cuento sobre mi adolescencia que es tan particular, debido a mi rebeldía y a que no hubo ningún tipo de sesgo para hablar de lo sexual ni de otros temas similares. Luego, a medida que le historia avanza, la reacción se torna en todo lo contrario. Esto ha sido similar en la mayoría de públicos que han visto mi trabajo.

¿Cómo ha sido percibido este, su primer trabajo audiovisual, por parte de la Armada?

Es raro ir a cine y ver un público militar sentado. Esto yo lo menciono con frecuencia: las tropas no son un cuerpo invisible de la sociedad, somos parte activa de la sociedad. Mucha gente tiene reticencia a ver militares en el cine. Me pregunto ¿y qué pasa? ¿Por qué no pueden ser ellos espectadores? Ellos son parte activa de la sociedad, parte del conflicto, y además pagan sus impuestos, tienen familia, matriculan sus hijos en el colegio como hace cualquier ciudadano.

Mientras estaba haciendo la película con el profe Carlos, yo sentía muchos nervios de la reacción de la armada a la película, porque, creemos nosotros, no hay en la industria una película hecha por un militar, un militar en servicio activo. Historias sobre dramas militares hay muchas, pero hasta donde sabemos una historia sobre un drama militar contada por un militar no se había hecho antes, entonces al inicio del trabajo esa novedad me daba nervios, no sabía cómo ellos iba a tomarlo. No es normal que los militares nos expresemos, no estamos autorizados a hablar ante medios, le debemos obediencia al jefe supremo de las FFAA que es el presidente de la república, no tenemos voz ni opinión. Entonces, que de repente un militar hable de su drama, de la intimidad de su familia, desnudando su vida no sabía yo como lo iban a tomar allá.

Para ellos inicialmente fue sorpresivo. Cuando se enteraron que había un sargento haciendo una película se asustaron. De hecho, uno de los preestrenos en la academia tuvo lugar el día de la firma final de los acuerdos de La Habana. Cuando se enteran a través de los medios de esa exhibición me mandaron llamar porque querían revisar con lupa cada detalle del guion y de las imágenes. El momento del país era álgido, y sentían ellos que podía haber algún tipo de malestar en el gobierno por lo que menciono, específicamente del atentado.

Un drama como el que usted vivió supone un complejo efecto en la víctima, pero al escucharlo en las charlas y entrevistas usted muestra templanza en su carácter y una sanación de esas heridas psicológicas. ¿Qué supuso todo el proceso de realización, escritura, montaje y producción en el alivio de su drama?

Claramente para mí supuso una catarsis. Cuando yo grabo, no suelo ver el resultado, siempre obvio esa parte, pero sucedió algo contrario con el video del atentado que sufrí. Ese video lo vi muchísimas veces, lo congelé cuadro a cuadro, separé cada cuadro hasta completar toda la escena. Eso lo hice mucho antes de pensar en hacer este documental, y lo que yo buscaba era encontrar cuál había sido mi reacción en ese momento, qué hice para tratar de sobrevivir. Mi familia y mis amigos se enojaban conmigo, me decían que para qué veía eso, que me iba a traumatizar, pero por el contrario esa recurrencia de esas imágenes le restó poder, me acostumbré a verlas y dejé de sentir dolor. Mi madre, cuando ve esa imagen del atentado en la proyección, cierra sus ojos, no puede soportar ver cómo le disparan a su hijo. En cambio para mí, esas escenas perdieron ya su fuerza.

Su historia puede ser paradigmática, en especial el hecho de que la relate en un documental. Sin embargo, es bien sabido que al interior de las FFAA hay historias con dramas similares o aún más dolorosos. ¿Este filme abrirá las puertas a otros relatos?

Yo creo que aún no está todo listo. Aún falta mucho desarrollo que se irá dando según las dinámicas. Lo que sí creo es que las FFAA han descubierto que es posible hablar de estas historias desde el corazón y quitando el manto y retórica institucionales. A nosotros dentro del ejército se nos pide escribir de forma objetiva y técnica, y el hecho de que se hable de esta forma tan apasionada y sentida les ha gustado mucho, y de hecho ya se han atrevido a hacer unos productos que apuntan a esa sensibilidad.

Considero que ellos en la armada ya han entendido que todas las historias deben ser escuchadas, y no solamente la de nosotros, sino las de todos. Yo imagino que hay historias fascinantes al interior de las fuerzas que combatimos, las debe haber, historias bellas. Yo siempre he creído que las historias y dramas de los guerreros siempre serán atractivas, porque vivimos cosas poco usuales.

Sargento Giraldo, usted mencionaba la importancia del perdón en su proceso de recuperación. ¿Qué tan importante fue ese perdón para desarrollar narrativamente su documental?

En la película se ve claramente el momento en el que yo llego a ese perdón. Después de recobrar consciencia digo en cámara que yo lograba perdonar a los que me habían perpetrado el atentado. Yo en ese momento encontré en el perdón un dispositivo de liberación, ya que cuando uno anda ofendido, cuando uno tiene esa herida abierta, no es posible encontrar el descanso mental. Esos deseos de venganza acarrean diferentes sentimientos adyacentes, diversos en cada persona, como por ejemplo el sentimiento de inferioridad al ver que a esos a los que combatíamos se les ofrecían diferentes prebendas por desmovilizarse. Ese sentimiento, tan común en mí antes del atentado, a través del perdón logré liberarlo, era un karma, un peso en mi espalda. Por eso queríamos mostrarlo en el documental.

Yo logré comprender, a través del perdón, que esos, mis adversarios, eran muchachos que eran iguales que yo, venían de los mismos lugares, tenían la misma edad. Logré entender que yo para ellos era el enemigo, que no tenían un odio particular hacia mí, simplemente yo era su enemigo, así como ellos eran el mío. Ahora, realizar el perdón y a su vez realizar la descarga audiovisual se puede entender como un ejercicio psicológico en donde contar este relato de forma autobiográfica logré descargar mis miedos, luchas y pesos dentro del alma.

¿Usted tuvo una idea clara de lo que quería mostrar desde antes de abordar el guion? ¿Hubo alguna modificación substancial en el desarrollo del proyecto?

Inicialmente, yo quería hacer una historia totalmente diferente. No iba a hablar de mí. Yo quería hablar sobre los heridos en combate por minas antipersona. Incluso se alcanzó a desarrollar un plan de rodaje. Lo que sucedió fue que el profesor Carlos siempre estuvo impactado por el tema de mi atentado, y por el hecho de que yo tuviera un archivo audiovisual. Él encontró que dado que mi vida y mi atentado estaban muy bien argumentadas desde ese archivo, tenía mucha más fuerza contar esa historia. Del archivo que mi madre y yo tenemos sacamos 15 horas, la más valiosas, a partir de las cuales montamos las que finalmente salió el documental.

¿Luego de este debate que está generando este, su primer documental, cuáles son sus planes futuros en el ámbito audiovisual?

Cuando yo inicié con las grabaciones caseras, cuando empecé a grabarme en mi casa, yo sentía que me dirigía al país, que todo el país me estaba viendo, o que me iba a ver. Era mi manifestación al mundo de lo que sentía mientras crecía y me formaba. Es claro que en esos momentos tenía muchas historias por contar, pero no sabía cómo contarlas. Lo diferente es que ahora sí sé cómo. Quiero tocar las fibras del alma de la sociedad. Quiero llegarle a la gente de donde yo crecí, y creo que lo puedo hacer de la mejor forma con productos documentales.

Pero por encima de todo quiero seguir haciendo cine porque quiero desdibujar los estereotipos que se forjan en esta sociedad, especialmente sobre el que me ha tocado vivir. En la academia a mi han tildado de paramilitar, de asesino. Muchas veces no se me daba la palabra por ser militar, porque pensaban que mis discursos iban a ser los de Álvaro Uribe Vélez, y por ese prejuicio no se me permitía participar en los debates. Creo que con el documental puedo lograr derrumbar esos sesgos.

 

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