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Cultura  |  14 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

¡QUE VIVA LA MÚSICA!

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Por RODRIGO VALENCIA VALENCIA.

En cuarentena. Escrito N° 7

Desde la isla Libertad: Sin partido político, sin atadura religiosa.

¡Que viva la música! es el título de una novela y de una canción.

Esta canción de salsa dura más de 15 minutos. La fuerza de su contenido no está en el mensaje que expresa, sino en su ritmo acelerado y su potente descarga sonoro-musical, donde las congas cumplen un papel protagónico. Su compositor fue Ray Barreto, conocido como el Rey de las congas; incursionó en el Jazz latino; fue uno de los mejores percusionistas del siglo XX y gran exponente de la “salsa dura”.

La novela ¡Que viva la música! inventada por el joven escritor caleño Andrés Caicedo Estela; recrea la angustiosa cotidianeidad de colegiales adolescentes encapsulados en el mundo del cine, la droga y la música. Es la década de los años 70s. Sus personajes son muchachos incrustados en su juventud, pasmados en esa época que se tienen los años frescos y el cuerpo ágil pero viven una felicidad desgarradora. El horror a la adultez y a la decrepitud fue un fantasma que desde niño persiguió al escritor; quien erróneamente pensó que después de 25 años de edad los seres humanos pierden sus facultades; por lo tanto no justifica seguir viviendo. Coherente con su pensamiento, el día que publicaron su novela tenía 25 años y ese día se suicidó en un apartamento de la avenida sexta de Cali en 1977, después de ingerir una cantidad de barbitúricos con cerveza; tantos como para matar a una bestia. Igual suerte corren varios de sus personajes; todos jóvenes.

La historia narrada se desarrolla en Cali; la avenida Sexta es una pasarela donde desfilan gentes de diversa condición: una joven alcohólica, un joven convencional y dogmático, drogadictos, melómanos, delincuentes, un profesor marxista a quien un día se le dijo que cada acto de la vida iría encaminado a combatir el imperialismo. En la Sexta confluyen y se articulan las diferencias.

Los acontecimientos se originan al norte, atraviesan toda la ciudad y llegan hasta el río Pance, al sur; donde la naturaleza generosa brinda a los muchachos hongos alucinógenos. Su heroína, una muchacha de estrato alto, aún adolescente, habla de la belleza, el erotismo y fragancia de su pelo; de su inocencia e ignorancia musical; de cuando abandonó la lectura del Capital de Marx e ingresó al mundo de la música, los escuchas y el bailoteo. Elige el fuerte rock importado de Norteamérica y Europa; asiste a las fiestas del Flaco Flores, quien reparte píldoras color púrpura después de asesinar a sus padres. Allí también vemos a un personaje apodado El Miserable y a Bárbaro, cruel joven, quien mata una y otra vez como si experimentara una dulce venganza. La protagonista de la novela tiene consciencia de lo que pasa en su alrededor; de su juventud fantástica y la vitalidad de todo su ser. Sabe que sus amigos, los buenos, los sanos, los bien educados, denigran de su actitud por lo bajo que ha llegado. Impasible ante esas críticas, expresa “… que bajo pero que rico, estoy más allá de todo juicio y salgo divina, fabulosa (…) fuerzas tengo y me he puesto un nombre: SIEMPREVIVA.” (pág. 257)

Ella, cuyo nombre de pila es María del Carmen, desarrolla el discurso narrativo en la novela, contando desde el presente la historia de su pasado inmediato. Este personaje siempre se sintió dotado del espíritu para la rumba y nada más; algún día descubre que la música es vida: “…y yo pensé cuando la música sonaba: esto es vida…de allí en adelante mi vida ha sido una aceptación prolongación consciente, lúcida de la música…” (pág. 128)

Responsable de la razón de su existencia asume el disfrute musical cuyo código busca en lo más trivial y circundante. En esta captación sensible de la música adquiere consciencia de su propia vida cuya experiencia la lleva a cuestionarse, a indagar su ser. El interés que tiene de sí nace de esta pasión como escucha; es allí donde se define plenamente. Todos sus amigos son jóvenes quienes viven en constante devaneo; los encontramos depresivos o frenéticos gozando la música en las calles, en el bus urbano o en las rumbas. Experimentan un hedonismo drogo-musical; simultáneamente sufren un acelerado proceso de degradación: aún muy jóvenes terminan con menos pelo, menos brillo; más tristeza, suicidados locos o asesinados.

SIEMPREVIVA anda en una perdedera nocturna; cada instante de su vida es como un barco ebrio que rompe amarras y timonel, siguiendo en perpetuo naufragio. El componente drogo-musical es decisivo en la vida de estos muchachos. En sus experiencias después del exceso de delicia perciben un bajonazo, intensa sensación de vacío, malestar general. Pero no importa, dice SIEMPREVIVA: “…que un muchacho aparecía tal día con la piel cuarteada, con menos pelo, con el equilibrio un tanto descuadrado, un muchacho de 15 años? no importaba, había una actividad en todos ellos que hacía un espectáculo feliz de ese desperdicio…(pág. 49). Ella asume esa forma gozona de destrucción progresiva y desgarre importados; vive intensamente las fiestas nocturnas y disfruta el sol vibrante de Cali musical. En su deambular partió a Cali como un mango viche con sal y, con sensualidad y torpeza adolescentes mordió con avidez las calles y avenidas; el río, la noche y los grilles.

En esta obra hay resonancias de una generación destinada al desarraigo de valores tradicionales. La protagonista expresa: “…no pases a formar parte de ningún gremio (…) no permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable (…) no dejes de ser niño aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiece a caer los dientes… jamás ahorres (…) recoge tu hogar en el daño, el exceso y la tembladera (…) no accedas al arrepentimiento ni a la envidia ni al arribismo. Es preferible bajar, desclasarse… (pág. 253-254-255).

En su disentimiento y por exceso en el consumo de barbitúricos, los personajes pierden el sentido de normalidad; llegan muy jóvenes al deterioro mental y conductual. En una ponencia sobre el tema, en la universidad del Valle 1982, el sociólogo Camacho Guizado apuntó: “…estos son problemas típicos de ajuste de personalidad al sistema normativo imperante”. Claro, sistema normativo de ultra derecha, que hoy en Colombia enarbola las banderas del nefasto uribismo; quienes con su nociva intolerancia y actitud policiva en obediencia ciega a la estructura de poder, no admiten un saludable “porrito” encendido. Pues aceptan solo una de tantas sustancias que afectan el sistema nervioso central: el alcohol.

La literatura de Andrés Caicedo es un continuo contar y un intento de dar forma verbal a una serie de situaciones y acontecimientos triviales en la ciudad. Se trata de eso tan vivenciado como el cotidiano itinerario de la casa al colegio, el efímero amor de adolescentes, la salida del cine o el diario encuentro de “las galladas” en sitios de la ciudad, acompañados de droga y música. La totalidad de su obra narrativa, que también incluye cuentos como El Atravesado, Maternidad y Destinitos Fatales, es una búsqueda de equilibrio entre la sensibilidad excepcional del joven narrador suicida y su hastío e irreverencia frente a tradicionales prácticas sociales que considera mortecinas; impuestas a los cuerdos, a los normales, a los hijos de Dios y del orden, por quienes se arrogan el derecho represivo de exigirlas.

¡Que viva la música¡ está un poco en la línea contestataria. La podemos contextualizar en la década después de 1965 donde jóvenes críticos del sistema, continúan estudiando con gran interés las ideas políticas de personajes como El Che, Camilo Torres, Marx, Lennin, Trostsky, Mao. En aquel momento ya se ha consolidado la izquierda en Colombia. Después de la revolución cubana muchos inmigrantes de la isla llegan al país; destapan su discoteca con la música que sonó antes de la revolución; difundiéndose el son cubano, la salsa y todos los ritmos antillanos principalmente en Cali. En esta época en Colombia y América latina hay gran agitación social expresada por estudiantes y trabajadores con acciones que alteran el represivo sistema político establecido: irrumpen en la vida social del país y con ellos piedra y poesía resuenan. Los personajes de Andrés Caicedo quebrantan las normas pero terminan “podridos”. SIEMPREVIVA, la bella adolescente, tristemente finaliza sus aventuras en sectores de prostitución.

Esta novela es una expresión vivencial del joven escritor suicida, a quien la moral y las costumbres establecidas como sanas, buenas o dignas no le cuadran en ese período fuertemente salsómano, rockero y de drogadicción que le tocó vivir. Es la época de Los Rolling Stones, Los Beatles, Bob Dylan, Santana, La Fania All Stars, Héctor Lavoe, Ray Barreto, Ricardo Rey, Bobby Cruz y todos esos músicos que hicieron vibrar y danzar a chicos y adultos con sus melodías. La juventud experimentó el rock y la salsa; los protagonistas de la novela se contagian de sus sonidos y canciones; lo cual aplaudimos. Pero imbuidos en su inmensa alienación o por determinación propia, se sitúan al margen de los ideales sociales y políticos que se gestan en aquel momento.

Sin embargo, como expresa Fernando Savater en un texto titulado Ensayo sobre Ciorán (Ed.Taurus 1974), “ Actualmente las posturas más abiertamente destructivas contra el orden reinante no son patrimonio de los grandes partidos revolucionarios tradicionales, muy conservadores todos ellos en las cuestiones esenciales, sino de grupos minoritarios, de elementos asociales, improductivos e inclasificables: estudiantes, minorías raciales, drogadictos, hippies, homosexuales y otras gentes sin más ideología que su propio ser en contra de lo preceptuado por la ley.”

Es posible que en la literatura de Andrés Caicedo, el tema del consumo de sustancias prohibidas haya influencia de obras de Charles Baudelaire, poeta francés autor de Las Flores del mal; Arthur Rimbaud, quien escribió El Barco ebrio y, algunos intérpretes del rock fuerte como Mick Jagger de los Rolling Stones; y autores como el poeta Alleng Ginsberg y el narrador William Burroughs, quien escribió la novela El almuerzo desnudo. Y más indirectamente Hemingway y Scott Fitzgeral, quienes hicieron público el consumo de drogas prohibidas tal vez con fines contestatarios. Además figuras importantes del Jazz como el saxofonista Charlie Parker, gran consumidor, a quien el escritor Julio Cortázar le dedica un cuento titulado El Perseguidor.

Alleng Ginsberg, expresa en cuatro líneas la búsqueda desesperada de la droga por artistas como los citados: “He visto las mejores mentes de mi generación / Destruidas por la locura, famélicas, histéricas, desnudas, / Arrastrarse de madrugada por calles de negros / En busca de un furioso Pico.”

Afirma el filósofo Federico Nietzche, en su obra El origen de la tragedia: “El arte dionisiaco descansa en el juego con la embriaguez, con el éxtasis… con la embriaguez el hombre se siente mágicamente transformado y en realidad se ha convertido en otra cosa”. Esto no significa que cualquier parroquiano para convertirse en artista de la música, de la pintura, de la literatura o cualquier forma de expresión le bastará emborracharse con unos buenos “guaros”.

leer ¡Que viva la música!, pensamos, por libre asociación, en el poema El barco ebrio, de Rimbaud; en el poema Embriagaos, de Baudelaire y, en la entusiasta Balada de la loca alegría, del poeta antiqueño Porfirio Barba Jacob. La ebriedad y alucinación en las tres obras implica evasión de la realidad; pero también significa el deseo del artista de transformarla; rompiendo el mezquino orden establecido. La obra de Caicedo, con la puesta en escena de personajes atípicos, da testimonio parcial de su época recreando de manera irreverente rasgos fuertes y descarados, que los intolerantes aborrecen pero que son facetas constitutivas y conflictivas de la sociedad.

Su producción literaria también se enmarca en la época en que el sexo deja de ser tabú en adolescentes y, antes de que Pink Floyd nos cante con instrumentos electrónicos altamente desarrollados “… no queremos clases profesor… somos un ladrillo en la pared…” en educación ya se habla de Contra la escuela, de Escuela Nueva y, O. Neill funda Shumerhill o pedagogía de la no represión. Es el momento en que en Latinoamérica, Estados Unidos, Francia e Inglaterra principalmente, se hacen manifestaciones contra la guerra nuclear y muchos jóvenes y los hippies de todo el mundo llenan sus cerebros de florecitas, marihuana, paz y amor.

BIBLIOGRAFÍA

-Caicedo, Estela, Andrés. ¡Que viva la música!. Bogotá. Ed. Plaza y Janés. Colección Manantial, 1978.

-Caicedo, Estela, Andrés. Destinitos fatales. Bogotá. Ed. La Oveja negra, 1985.

-Baudelaire, Charles. Obras completas. Barcelona. Ed. Bosch S.A. 1980.

-Burroughs, William. El Almuerzo Desnudo. Barcelona. Ed. Bruguera S.A. 1980.

-Salvador, Joaquín. Antología de canciones underground. Madrid. Ed. Visor. 1975.

-Rimbaud, Arthur. Obra completa. 1980.

Nietzche, Federico. El origen de la tragedia griega.

Guizado, Camacho, Alvaro. Estigma y desafección en el consumo de marihuana. Cali. Ponencia en el IV congreso nacional de sociología. Universidad del Valle. Agosto 1982.

-Freixa, I. Saint Felin. El Fenómeno droga. Barcelona. Ed. Salvat S:A.

-Jimenez, M, Herminsul. Solipmanía y ansiedad. Pasto. En Reto, año 3, No 64. Revista cultural del Diario del Sur. Abril-junio 1985.

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