Escrita por Orlando Mateus.
Los recuerdos fotográficos familiares tal vez son los más importantes en la vida de todo ser humano, pero esta fotografía la traigo a colación porque definitivamente marcó un hito en mi vida.
En el segundo semestre de publicidad del año 1.97 y pico, después de unas buenas horas de teoría fotográfica, el siguiente paso fue aplicar estos conocimientos en nuestro primer rollo. La emoción de nuestras primeras fotos era indescriptible, sobre todo porque el tema era libre y no sabíamos a qué disparar nuestra cámara. El caso fue que de una u otra manera, logrado nuestro cometido, el siguiente paso, igual o de pronto más emocionante para mí, fue el revelado de “mi primer rollo fotográfico”. El cuarto oscuro, los químicos etc, y el tan esperado resultado final.
Después de secado y protegido el rollo con una tira plástica, procedimos a verificar si habíamos asimilado las enseñanzas de nuestro profesor (aún uno de mis mejores amigos). La primera lectura de unos negativos fue un poco complicada pero de todas maneras los resultados no fueron malos; la entrega final consistía en escoger la que nosotros consideramos la mejor fotografía y yo escogí esta que ustedes están observando, que técnicamente es una “contraluz”.
La otra experiencia muy significativa, fue el proceso de copiado de la foto, con la magia de los químicos al copiar una imagen en papel. Ver cómo se proyecta a través de una ampliadora el negativo escogido sobre un papel blanco, humedecido con los químicos determinados, y ver aparecer la imagen en positivo con todos los detalles como si estuviéramos ante la imagen real, solo puede ser comparado con la magia.
La entrega de mi fotografía al docente fue muy grata, pues obtuvo una buena calificación, que fue determinante en mi vida ya que a partir de ese momento me dediqué a esta fascinante labor de lleno. Con esa misma copia me fui al sitio donde la había tomado, una bella residencia en el entorno del parque nacional en Bogotá y pregunté por la dueña, de quien había extraído un momento de su vida para plasmarla en ese papel. Al señor de la casa que me atendió le mostré la fotografía y se emocionó muchísimo.
La anciana, que era una abuela española residente en este sitio, me dio al final un abrazo y me ofreció el chocolate con pan y queso más rico que me habían ofrecido hasta entonces y significó el primer negocio de mi vida, pues vendí esta hermosa y evocadora fotografía en $200.