Mientras la vida de Juan Guillermo, que vive en ciudad de México, se va desintegrando inevitablemente ante las tragedias que le trae la muerte, Amaruq, a miles de kilómetros de ese lugar, emprende una travesía infernal en lo más devastador del invierno norteamericano, tras el rastro de un lobo que definirá su destino como cazador. Estas dos historias tienen algo en común que con el paso de las páginas se hará evidente hasta dejarnos en un final sorpresivo, esperanzador y un poco desconcertante.
El Salvaje, le hace honor y memoria a la ciudad de México de los años 60. Donde al igual que hoy el personaje se enfrenta un sistema que busca oprimirlo. Un desahuciado e inmaduro adolescente que sin rumbo, trata de desenmarañar en su mente, representada metafóricamente en una vivienda destruida, un alrededor donde hay cómplices, victimas, culpables e inocentes que huyen de la venganza que él no teme enfrentar.
El escritor Mexicano Guillermo Arriaga, reconocido por los guiones de las películas que forman la trilogía del dolor, como el mismo la define; Amores Perros, 21 gramos y Babel, regresa a las letras luego de su último libro de cuentos publicado en 2006, llamado “Retorno 201” y que tiene como antecesores las novelas, El Búfalo de la Noche, Un Dulce olor a Muerte y Escuadrón Guillotina. Obras con las que logró llamar la atención del público latinoamericano.
Esta vez su última obra, El Salvaje (Alfaguara 2016), comienza con la contundencia, fuerza y tragedia que lo han caracterizado. Secuencias duras, dolorosas y con el estilo tácito de sus historias, donde las vidas, situaciones y personajes tienen algo en común sin importar los continentes, lenguas y países que los separen.
Lamentablemente el relato se va llenando de muchos detalles innecesarios que lo vuelven absurdo en la segunda mitad del libro. No se recurre a la elipsis y se cae, como lector, en la monotonía y el desespero por la ausencia de acciones. Hay muchas páginas sin que pasen cosas interesantes y que aporten a fortalecer o mantener la trama como era al comienzo.
Aun así, el salvaje se atreve en muchos de sus capítulos a proponer una narrativa un tanto experimental, atrevida e innovadora, lo cual llama la atención y el lector tiene que poner sobre la balanza de su crítica qué pesa más y si vale la pena seguir trasegando hasta el final.
Para quienes hemos leído la obra de Guillermo Arriaga y hemos visto sus guiones convertidos en imágenes, notamos algo diferente en este nuevo proyecto literario. Hay esperanza. Una esperanza muy marcada que roza con lo ridículo y la moraleja, aunque sin cruzar la frontera. Para muchos Arriaga es dolor, contundencia, frialdad, crueldad y finales abiertos en planos contemplativos y que ponen a pensar y hablar por mucho tiempo. Incluso en sus cortometrajes o la película que ha dirigido, ese toque de perversión es parte de su estilo.
Pero entre gustos no hay disgustos y menos en el arte, que es para compartir y no para competir. Es una obra arriesgada donde el autor no tenía un rumbo muy claro en muchos apartes, como el mismo lo reconoce en entrevistas. La improvisación sin puerto seguro, dice, fue su asistente, y quizás eso es lo que no la hace un clásico moderno. Por el momento se agradece que no existan pretensiones de llevarla al cine, ojo, por ahora, a menos que en el filme le quiten el peso que le sobra a sus 690 páginas como novela.