Diana Marcela Guerrero: acoso laboral en el magisterio de Armenia (Segunda Parte)

8 marzo 2021 5:36 pm

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Finalizando el año 2018, la joven docente del área de matemáticas Diana María Guerrero se vio obligada a renunciar de su cargo de maestra de la nómina de municipio de Armenia, profesión con la que había soñado desde niña. El sistema educativo local en complicidad con el siniestro sistema de salud que se le presta a los educadores en el Quindío cortaron sus alas, hicieron trizas sus sueños.

Trasladada

El paso a seguir para “solucionar el problema” fue aceptar un traslado. Llegué a otra institución educativa con todas las expectativas, moviendo a la ligera mi vida, donde no solo fui yo, sino mis hijas, una de ellas quedó más de dos meses sin escolaridad, pues pertenecía a un jardín infantil cercano al colegio Nacional Jesús María Ocampo.

Pasó un poco más de un mes, pero no lograba adaptarme a la IE, acontecimiento extraño en mí, pues he sido una mujer de muchos cambios y el primero de ellos que me hacía sentir intranquila, insegura de lo que antes era mi seguridad y deleite, orientar a los estudiantes en matemáticas y en el diario vivir.

Inicia un paro nuevamente del magisterio, no dimensionaba la gran afectación que estaba empezando a desencadenar todos los hechos anteriores. Finaliza el paro, estuve intermitentemente incapacitada y ya en un intenso tratamiento psicológico, donde la profesional empezó a ver una sintomatología delicada y me sugiere nuevamente acudir al psiquiatra. Al recibir en el mes de julio la atención por psiquiatría el diagnóstico era ya complejo: Trastorno depresivo recurrente, ansiedad generalizada y estrés postraumático, consecuencia de un colapso con las situaciones laborales vividas. Inicio tratamiento también psiquiátrico, además de atención por psicología cada semana, intensivo.

Depresión

Empiezo el duro proceso, pero optimista, en el mes de agosto colapsé con la depresión parecía que el amor por lo que hacía con tanta intensidad, se había transformado en no querer ni siquiera pararme de mi cama, lo hacía por la obligación de no abandonar a mis tres chiquitas que dependían totalmente de mí. 96 días de incapacidad y de fuerte lucha contra una enfermedad mental, que no se ve, que las personas no logran dimensionarla (ni siquiera yo, ni siquiera mi familia), lo que finaliza con un reintegro a la última semana de labores de 2017, donde soy recibida nuevamente en la institución educativa por algunos de mis compañeros. Para la parte directiva no hubo novedad, finalmente les había afectado solo el normal transcurrir del calendario académico con mis grados a cargo.

Llegan las vacaciones, un reintegro acompañado de una evaluación de pérdida de la capacidad laboral y origen de la enfermedad por parte de medicina laboral de Cosmitet, que a pesar de mi historial clínico el diagnóstico fue: pérdida de la capacidad laboral en un 32% (este era lo de menos) y una enfermedad de origen común, solicité apelación. No fue solo la enfermedad, el sufrimiento y miedo de lo que me sucedía y no podía manejar, la apatía de los directivos y entes institucionales, ahora también la empresa que me prestaba el servicio de salud. Seguía la lucha, el desgaste, apelar el diagnóstico.

Bronquitis aguda

El 30 de diciembre del 2017 presento asfixia, algo que jamás durante 33 años de vida lo había padecido. Paso un fin de año “ahogado”. ¿Qué me estaba pasando ahora? No era una gripa mal cuidada ni nada por el estilo, consulto el 2 de enero, pues en fiestas de fin de año prefería la tranquilidad de mi casa, a pesar de mi falta de salud. Un nuevo diagnóstico médico: “bronquitis aguda”, medicamentos nuevos, más medicamentos. Reiniciamos labores, nuevo año lectivo. Dos semanas después cuando me dirigía a la IE a las 6 de la mañana, presento nuevamente una asfixia, lo cual me hace cambiar el rumbo a consulta médica prioritaria. El diagnóstico esta vez ya era diferente, asma. ¿Asma? ¿a los 33 años’? algo extraño, pero que según el médico, se presentaba. Remisión a un nuevo especialista, el neumólogo. Larga espera para lograr la cita con dicho especialista, mientras tanto continuaba laborando intentando asumir con un nuevo aire todo. Al fin logro tener el proceso con el neumólogo y después de evaluar todos los exámenes, confirma el diagnóstico como: asma no alérgica, manifestando que podía ser posible que se hubiera desencadenado por una somatización, lo cual fue confirmado por el psiquiatra.

Junta Regional de Calificación de Invalidez del Quindío

Ahora mi deterioro en salud mental era reflejado físicamente. Continúo la ardua lucha, pues ya habían pasado más de cuatro meses de haber realizado la apelación al diagnóstico del médico laboral. El paso a seguir era una evaluación por junta regional, como ya no salía de Cosmitet, aprovechaba para constantemente acosar para este proceso que llevaba ya mucho tiempo dilatado y mientras tanto mi salud iba para atrás, pues volvieron a intensificarse los síntomas, según mi psiquiatra tratante, los medicamentos no me estaban haciendo efecto, lo cual dio un cambio de medicamentos y el inicio de una nueva incapacidad con prorroga.

Al fin llegó la cita con la Junta Regional de Calificación de Invalidez del Quindío (JRCIQ), una nueva esperanza a que hubiera un poco de justicia, pues a ese punto todo había pasado arbitrariamente, parecía que habían pruebas suficientes para demostrar que mi enfermedad se había desencadenado desde la parte laboral, pues era lo que los diagnósticos evidenciaban. Sin embargo la JRCIQ solicita unas pruebas adicionales para evaluar con mayor criterio, entre ellos un MMPI que es una evaluación de la personalidad. Las tres pruebas fueron efectuadas, lo cual fue otra lucha con Cosmitet para poder acceder a ellas a tiempo, en ellas se reflejó un estrés muy alto en la “Batería de riesgo psicosocial” en el contexto laboral y extralaboral, en la valoración de psiquiatría se evidenciaron los diagnósticos ya mencionados anteriormente y confirmaba la somatización y el diagnóstico de personalidad en sus apartes “la cual muestra un perfil válido, está muestra que soy una persona trabajadora, responsable, sincera, con alto valor del logro y tendencia ante mi trabajo y compromisos, profesionista, eficiente, empática de trato fácil y que se presume el equilibrio emocional e hipersensibilidad, con tendencia a presentar preocupaciones excesivas, centrada en sí misma, con niveles altos de ansiedad y tensión, que parecen centrarse en un temor externo, con ideas persecutorias, así como impotencia y miedo a perder el control,…”. Pero nade de esto confirmó el diagnóstico esperado de acoso laboral, y nuevamente emiten un diagnóstico con pérdida de la capacidad laboral del 37% y origen común.

Angustia

Llegó una profundización en el colapso, continué en incapacidad por prorroga hasta el 18 de julio que iniciaron las vacaciones de mitad de año y luego obtuve las vacaciones que finalizaron el 7 de agosto. Ese 7 de agosto una nueva crisis de asma se presentó con inflamación facial adicionalmente e incapacidad por ese resto de semana. El día lunes que regresaba a mis labores crisis de migraña, nuevamente incapacidad por ese día. Se intensificó el miedo, la angustia, el desespero, en fin, se acercaba lo que tanto venía aplazando, el reintegro a mis labores. El día martes tenía cita médica con el médico familiar, pues de psiquiatría aún no había. En esta cita el médico hace su chequeo y concluye que no tengo nada, pues físicamente eso mostraba mi cuerpo, a pesar de reposar en la historia la anterior crisis de migraña y de asma, entonces no me incapacitaría más. Salí de la consulta con las manos vacía, desamparada, atemorizada, sin rumbo, ¿ahora que hacía? Tenía que presentarme en la IE sí o sí y pues eso hice.

Me dirigí a la, IE después de la consulta, en el trayecto a ésta, mi mente daba vueltas rápidamente, me dolía el pecho de lo duro que palpitaba mi corazón, intenté llorar pero no era capaz, entonces llegué con prisa, no quería que mis estudiantes me vieran, fui directo a la coordinación necesitaba permiso por ese día, no quería, no era capaz. El coordinador se encontraba en la reunión habitual de los martes de directivo, entonces ingresé a la secretaría, debía ocultarme. Entregué las incapacidades y una de las secretarias me pregunta ¿cómo está profe? La pregunta del colapso total, se me subió más ese nudo que tenía en la garganta, empecé a llorar sin parar y ella impactada de mi reacción me acompañó a la oficina del rector, donde se llevaba a cabo la reunión, después de una larga espera y en mi mal estado me atendió, pero humillantemente debí sentarme en esa mesa, intimidada y humillada le expresé lo que me estaba pasando, que ya era evidente en mi continuo llanto, pero accediendo a mi solicitud del permiso por ese día, recalca que sin incapacidad al día siguiente me necesitaba en el aula.

Renuncia

Salí con la convicción que no regresaría. Recogí a mi esposo en su trabajo y se preocupó al ver mi cara distorsionada como de quien llevaba ya dos horas sin parar de llanto. Al contarle lo sucedido me pide que renuncie ya. Renunciar, le di y le di vueltas esa tarde, hablé con el secretario de Educación Luis Antonio Cobaleda Garay como en son de una esperanza o salida a mi problema y me remite nuevamente a Cosmitet después de hablar con la coordinadora médica, quien me proporcionaría la ayuda en ese momento. Al llegar a Cosmitet me pregunta ¿cómo me puede ayudar? ¡Cómo¡ Pues yo no lo sabía, se suponía que ella sí, la única solución que me podía dar era gestionar la cita con el psiquiatra más rápido. Regresé a casa, aún lloraba. Después de mucho pensar y hablar con mi familia, decisión tomada, redacté mi carta de renuncia que debía llevar a primera hora del día siguiente.

No me dio temor perder una “estabilidad laboral” que me había robado la salud, me había maltratado, me había humillado, me había desestabilizado, me hizo mucho daño desde el día en el que el rector del colegio Nacional Álvaro Lozano Ospina empezó una persecución laboral sin tregua en mi contra y de cinco compañeros más que nos opusimos a una tal “Jornada Única” que hasta hoy solo ha existido en el papel y en los intereses particulares de unos cuantos directivos. Dos de esos compañeros, mujeres, Luz Teresa Gutiérrrez Acevedo y Giomar Montoya también resultaron maltratadas por dicha persecución laboral.

Tras mi renuncia, volví a ser yo y no permitiré volver a perderme, volvió la guerrera, la soñadora, la profesional amante de lo que hago. Desde entonces volví a Manizales en donde inmediatamente fui recibida como docente catedrática en las dos universidades que había laborado antes: la Nacional y en la universidad Autónoma de Caldas. Volví a mi labor que tanto amo sin problema alguno en una tierra que contraía a la mía valora mis capacidades como docente y como persona. Me ha ido muy bien, mis calificaciones docentes son muy buenas, razón por la cual mis contratos son renovados, pues aquí en Manizales todo es por méritos, no es como en Armenia que todo es por politiquería.

Diana Marcela Guerrero se postuló a la Beca Bicentenario para doctorado con el ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en la segunda convocatoria. Salió favorecida con 62 puntos obtenidos de 65 en total.

Demanda

La Procuraduría remitió el caso de Diana Marcela Guerrero desde finales de 2018 a la personería municipal donde la única razón que dan es que el proceso “se encuentra en etapa de investigación disciplinaria aperturada”. Una demanda se adelanta contra este caso de persecución laboral.

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