Por Josué Carrillo
Esta hermosa melodía navideña nos llegó de los Estados Unidos de la mano, más exactamente de la voz, de Raphael, quien la interpretó por primera vez en el año 1967 en un programa de televisión peruano. El popular villancico narra la historia de un pequeño niño tamborilero que quiere regalarle algo al rey recién nacido, pero no tiene nada más para ofrecerle que su tambor y su música. La madre, la Virgen María, lo acepta; entonces, el niño hace sonar su ropopopom, ropopopom y el rey les sonríe con gratitud a él y a su tambor.
El tema de esta canción es tan elemental y sencillo que bien puede ser que otros lo hayan manejado con anterioridad, es similar al de un cuento de Anatole France en el que se recrea la leyenda francesa del siglo XII, Le jongleur de Notre Dame (el juglar de Nuestra Señora), que recoge a su vez Jules Massenet en una ópera de 1902. En tal leyenda el actor no es un tamborilero, sino un malabarista que le hace sus piruetas a la estatua de la Virgen María y ella en gratitud le corresponde con una sonrisa o le arroja una rosa, o ambas, vaya usted a saber. Hace muchos años leí en un folleto una historia, que está ya muy borrada de mi memoria, es la del niño que quiere regalarle algo al recién nacido Rey del cielo, pero no tiene nada más para darle que su único juguete y la retribución que recibe es una sonrisa. Entre los regalos que se dice le dieron al Niño Dios, este es, a mi parecer, el más útil y adecuado; quizás no sea tan representativo como lo son el oro, el incienso y la mirra. Pero cómo se dijo, en todas las versiones la nuez del cuento es la misma, lo que cambia son los detalles de sus cáscaras.
Aunque la primera versión de este villancico, titulado Carol of the drumm (villancico del tambor), data de 1941 y se atribuye a la pianista Katherine Kennicott Davis, quien lo firmó con el seudónimo de C. R. W. Robertson, fue el arreglo hecho por Henry Onorati, grabado por la coral de Harry Simeone, el que le dio su popularidad, tanta que hay quien le atribuye a este su autoría. Desde entonces abundan las versiones y las interpretaciones entre las cuales se destaca la más popular, de la famosa Familia Trapp, hecha en 1955. En Alemania se conoce una grabación no muy popular grabada por Marlene Dietrich en 1964. Existe una grabación muy bonita, hecha por el clásico Bing Crosby y el músico y compositor de rock, David Bowie. Esta se convirtió en el éxito póstumo de Crosby, quien falleció dos meses después de realizada.
El origen de este clásico de navidad es un tema de discusión pues, como se dijo, su autoría se atribuye a Katherine Kennicott; sin embargo, se dice con buenas razones que ella hizo una transcripción libre, adaptada al inglés de una obra checa. Respecto a la música del villancico, algunos musicólogos sostienen (por razones técnicas que se escapan al oído del profano) que el original no es de la pianista Katherine K. Davis y se ponen del lado de la teoría que sostiene que la melodía original es checa, o por lo menos que no es de ella.
Sin darle demasiada trascendencia al origen de este villancico, el hecho es que El tamborilero o El niño del tambor, interpretado por Raphael, que también le cambia detalles a la versión original, se ha convertido en un clásico de la música navideña en toda Latinoamérica.
El tamborilero o El niño del tambor
(Versión de Raphael)
El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver a su Rey.
Le traen regalos en su humilde zurrón,
ropopopom, ropopopom.
Ha nacido en el portal de Belén
el Niño Dios
Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, Señor.
Mas Tú ya sabes que soy pobre también,
y no poseo más que un viejo tambor,
ropopopom, ropopopom.
En Tu honor, frente al portal tocaré
con mi tambor.
El camino que lleva a Belén
yo voy marcando con mi viejo tambor:
nada mejor hay que te pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor,
ropopopom, poroponponpon.
Cuando Dios me vio tocando ante Él,
me sonrió.