Josué Carrillo
Termina la tierra de darle una vuelta al sol y todo el mundo grita: ¡Feliz año! El asunto es que la curva que recorre la tierra alrededor del sol es cerrada; por lo tanto, el punto o el día que se tome como inicio es completamente convencional, es decir, bien puede ser el 1 de enero, como lo marca nuestro calendario; el 21 de junio, día del solsticio de verano; el 22 de septiembre, cuando empieza el equinoccio de otoño; o cualquier otro día. El comienzo de año, como el año mismo, es una invención del hombre, una invención que todos hemos creído y asumimos como si fuera una realidad.
El tiempo físico u objetivo es una magnitud creada para medir la duración de un evento o la separación que existe entre dos acontecimientos; podemos aceptar que ese tiempo siempre ha existido, que transcurre sin parar y en él ha ocurrido todo lo que ha sido en el mundo, lo bueno y lo malo, lo que hemos gozado, tanto como lo que hemos padecido. En algún momento de la prehistoria hubo quién observó que había eventos repetitivos, tal vez los más inmediatos fueron los amaneceres, los atardeceres, los días y los ciclos de la luna; en uno de esos días alguien que pudo ser un sabio, un sacerdote, un chamán o todo un pueblo y quién sabe con qué finalidad, empezó a contar los días. Así, sin ser consciente de ello, hizo uno de los inventos más trascendentales que hayan tenido lugar: el tiempo. Seguramente transcurrieron muchos siglos antes de que el hombre agrupara días en unidades que llamó, digamos semanas o meses; también observó que había eventos que se sucedían cada cierto número de días, por ejemplo, las fases de la luna y llamó mes al conjunto de días que duraba el ciclo completo; hubo otros pueblos que observaron que había días en que el sol bajaba en el horizonte hasta desaparecer, luego reaparecía y subía hasta no ocultarse; estos dos eventos también ocurrían de manera cíclica; contó entonces los días de duración del ciclo completo y lo denominó año. Quizás otros pueblos observaron que la posición de las estrellas, en una hora determinada, no era fija, que variaba con el tiempo, pero que después de muchos días se repetía la configuración inicial; a la demora de un ciclo a otro le dieron un nombre. Fue así como de otra manera determinaron la duración de un año.
Dada la importancia que tenía la duración de esos ciclos en las épocas de siembra y de cosecha, así como en las temporadas de frío y de calor, de sequías y de inundaciones; muy seguramente fueron varios los pueblos que encontraron una manera de contar y agrupar los días y de darles nombre a los grupos. Esa necesidad de representar el paso del tiempo condujo a la creación de los primeros calendarios.
El calendario más antiguo del que se tenga noticia es un monumento compuesto por 12 bloques de piedra que marcan la posición de la luna a lo largo de un año, tiene unos 10.000 años y se encuentra en Aberdeenshire, Escocia. Los sumerios y los babilonios fueron los primeros en crear calendarios basados en los movimientos del sol y de la luna, unos 5.000 años atrás; a ellos se debe la división del año en 12 meses, el día en 24 horas y la hora en 60 minutos. El calendario sumerio sirvió de base para los calendarios de otros pueblos como los egipcios, los judíos y los griegos.
También los mayas crearon de manera independiente su propio calendario, el más perfecto conocido, hace unos 2.000 años. Según sus observaciones y cálculos el año tenía 365 días y fracción; las fechas las marcaban mediante la combinación de tres calendarios diferentes, el divino, denominado Tzolkin; el ceremonial, Haab, y el llamado la Cuenta larga.
Para casi todos los pueblos el tiempo es una creación de sus dioses: según la Torá, el dios de los judíos creó el universo hace 5.782 años; la tradición cristiana empieza el conteo del tiempo con el nacimiento de Jesús, hace 2.022 años; el calendario chino empieza en el año 2.697 a. C. y ya van en el 4.719; su año, que aún no termina, comenzó el 12 de febrero de 2.021. Si viviéramos bajo la dominación romana, contaríamos el tiempo, como los romanos, a partir de la fundación de su ciudad, 2.873 atrás. Como se ve, diferentes pueblos escogen el punto de la curva que describe la tierra para empezar su conteo; sin embargo, estamos convencidos de que el inicio que nosotros celebramos es el único y verdadero comienzo de un nuevo ciclo y actuamos como si lo fuera. Hace poco festejamos con voladores y pólvora la finalización de uno que llamábamos 2.021 y el inicio de otro que nombramos 2.022, pero olvidamos que esos números, que creemos indican el principio y el fin de algo real, no son más que una invención humana.
Pareciera que el hombre hubiera hallado así la manera de controlar el tiempo.