Es viernes y el aroma del café recién hecho, envuelve las letras de Renata en la Biblioteca la Estación en Armenia Quindío, lugar amplio y acogedor.
Las canosas cabezas de los participantes encierran inteligencia, sabiduría y conocimiento acumulado con el paso de los días. Estoy cómodo; rodeado de amigos, de anécdotas, de humor con estilo; me da la impresión que los conozco hace muchos años por el carisma y el ambiente.
Un poco emocionado, los demás intrigados por lo que voy a leer; es mi primer escrito: “Un sendero lleno de sueños”. Historia que mi padre me conto meses antes de morir.
Al terminar me siento complacido y recompensado por los aplausos y la ovación.
Hace algunos meses fui invitado por Don Miguel Rivera y fue la primera vez que escuche la palabra “TERTULIA”.
Me quedó claro que eran charlas, las mismas que hacían mis antepasados en las tardes después de las duras faenas de campo. Se hacían a la luz de una vela de sebo, lámpara de petróleo, o con luna llena sentados sobre los bultos de café pergamino cuando yo estaba muy guámbito.
Pero esta vez es organizado, las historias, cuentos o crónicas, se plasman en un papel y se hace un libro para la posteridad.
Sobre el gran mesón donde nos reunimos todos los viernes descansa el maletín de don Miguel, el moderador de la reunión y gestor cultural, lleno de apuntes, libros, y el tema del día. En el rincón están los llamativos termos con el delicioso café de Doña Gloria, que espera el preciso momento para ofrecérnoslo. Es que café sin letras no está bien, mucho menos letras sin café y otro dijo jocosamente: “yo he venido por el café”.
Cada rostro ahonda las expresiones de satisfacción y disponibilidad, listos para compartir una de las más agradables tardes de la semana.
Asistimos en familia, los dos niños van a la ludoteca a pasarla de lo lindo con lecturas como: “el gigante egoísta”, “el patico feo”, “la bella y la bestia” y otros, mientras mi esposa permanece a mi lado disfrutando la tertulia igual que yo y todos los participantes.
Gracias a “café&letras renata” y a los amigos de la literatura, porque han despertado en mí la pasión por escribir que se hallaba escondida; para matizar la nostalgia al recordar a quienes han partido al más allá.