Josué Carrillo
Han pasado ya muchos años desde cuando en mis épocas de adolescente la celebración del ‘día de los novios’ se llevaba a cabo en el mes de septiembre. Vinieron nuevos tiempos y la que había sido toda una institución, el noviazgo, entró en barrena, las relaciones entre los jóvenes se volvieron más laxas y del célebre día, que sacudía un poco el comercio, solo quedó el recuerdo. Unos años después, los comerciantes se vieron en la necesidad de resucitar esa celebración y lo lograron, pero ya no como el día de los novios, sino que se amplió su cobertura y se llamó ‘el día del amor y la amistad’. Desde la segunda mitad del siglo XX se conocieron más de cerca y se popularizaron muchas de las costumbres y tradiciones de los Estados Unidos; por esta razón y por la exportación inusitada de flores en el mes de febrero con motivo del día de san Valentín, nos vinimos a enterar de que allá hay un día equivalente al nuestro de amor y amistad. Este hecho sumado a su fuerte influencia cultural y a nuestra costumbre inveterada de imitar lo foráneo, nos llegó esa celebración, caracterizada por la abundancia de regalos que vienen y van, las flores, los mensajes de amor, las cenas románticas, etcétera. Para ese día los almacenes empiezan a adornar sus vitrinas con mercancías propias para esa celebración y se anuncian grandes ofertas y descuentos. Así, poco a poco el día de san Valentín ha empezado a ser parte de la lista de nuestras festividades. Ahora cabe preguntarnos ¿quién fue san Valentín? ¿qué relación tiene él con los enamorados como para que su día sea por antonomasia el día de los enamorados?
Esta fiesta es una de las tantas que están regadas en el calendario y su posición en él, como la de muchas otras, está relacionada o tiene su origen en una tradición pagana. Reza la leyenda que a Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, los amamantó una loba que se llamaba Luperca; que en su honor se instituyeron las fiestas llamadas Lupercales, que tenían lugar del 13 al 15 de febrero, y que tienen mucho en común con el carnaval. Estas fiestas eran más un festejo de la fertilidad de la naturaleza y la fecundidad de las mujeres; aunque por esa razón debieron celebrarse en primavera o en verano, pues estas dos estaciones están más relacionadas con la riqueza de la tierra.
La Iglesia desde sus comienzos ha sido dada a incorporar muchas fiestas paganas a su acervo litúrgico, como lo hizo con las saturnales en la navidad o el solsticio de verano en el día de san Juan; pero no fue así con las lupercales, que no encontraron acomodo en el calendario religioso y por un tiempo tuvieron que celebrarse en la clandestinidad. Después fueron una celebración popular, hasta que por fin encontraron una ocasión para incorporarlas y esta fue el martirio de san Valentín. Como se puede ver, el origen va más allá de la fundación de la propia Roma y obedece más a razones de orden religioso que a una estratagema de los señores dueños de las grandes cadenas de almacenes y del comercio en general.
Queda entonces por contar la historia de san Valentín, mártir por más señas y que no fue uno, fueron tres, o por lo menos son tres las historias que se cuentan de él. La primera y más conocida -que paree una novela rosa- es la de Valentino, un sacerdote romano, muy dado a unir de manera ilegal en santas nupcias a parejas de jóvenes cristianos. El emperador Claudio II no veía con buenos ojos la celebración de casorios de soldados y los prohibió, porque creía que los hombres solteros eran mejores combatientes; sin embargo, Valentino hacía caso omiso a esa prohibición. Hasta aquí son iguales las versiones de las fuentes consultadas.
De aquí en adelante hay varias versiones parecidas de las cuales citaré la que a mi juicio es de fuentes más creíbles. Claudio envió un emisario de su corte a que persuadiera al sacerdote de olvidarse de los casamientos y de abandonar la nueva religión. Pero Valentino no sólo se obstinó en su fe, sino que le devolvió la vista a Julia, la hija del emisor y esta se enamoró del milagroso sacerdote. Este acontecimiento llevó a la conversión de la toda la familia de la joven y de muchos de la corte imperial, incluso del hijo de Claudio. Por esta razón el emperador ordenó la muerte de Valentino, quien en su martirio antes de morir escribió una nota a su enamorada y la termino con las palabras “tu Valentino”. Ella sembró un rosal (otros dicen que un almendro rosado) en la tumba de su milagroso, el cual florecía como por encanto cada 14 de febrero.
La historia del segundo Valentín, que es menos fantasiosa que la anterior, pero no menos atroz, es la de Cratón, un filósofo romano que fue donde el obispo de Terni, una ciudad en la región de Umbría, con el afán de que sanara a su hijo de una deformación que padecía. El obispo, que se llamaba Valentín, no solo curó al paciente, sino que lo convirtió al cristianismo y también a Cratón y a todos sus discípulos. Como en ese entonces no eran bien vistas las conversiones a la nueva fe, el senado romano ordenó el arresto y la posterior ejecución del obispo, la cual se llevó a cabo el 14 de febrero. Este Valentín es el patrono de Terni, sus restos mortales se conservan en la basílica que lleva su nombre y donde en esa fecha se celebra a la usanza italiana las fiestas patronales.
El tercer Valentín de este relato es el de un mártir de la provincia romana en África, de quien lo poco que se conoce es que sufrió el suplicio junto con otros tres compañeros un día 14 de febrero.
Los tres mártires tienen en común que se llamaron Valentín, que pagaron con la vida su fe y que murieron un 14 de febrero. Pero es poco lo que se pueda asegurar de ellos, pues es mucho lo de leyenda que hay en sus historias; leyendas que se inventaron durante la Edad Media en Francia e Inglaterra. Es tanto que la Iglesia sacó a san Valentín del santoral, como un intento más de limpiar su hagiografía de aquellos que tuvieran un origen incierto. Sin embargo, aún en muchas parroquias siguen las celebraciones en su día y lo veneran en las Iglesias anglicana, ortodoxa y luterana.
Otra leyenda que asocia el 14 de febrero con la celebración del día de los enamorados es la de que en ese día los pájaros empiezan a emparejarse.
Como se ve en esta historia están presentes la intención de la Iglesia de incorporar tradiciones paganas con el fin de llevar su mensaje y ganar adeptos a su credo y, desde finales del siglo pasado, el afán del comercio por mejorar un poco las ventas bastante disminuidas después de la temporada de la navidad.