El colesterol es una sustancia que interviene en la formación de los ácidos biliares, que son imprescindibles para la digestión de las grasas. Con la exposición solar, se transforman en vitamina D para proteger la piel de agentes químicos, evitar su deshidratación y, a partir de él, se forman hormonas sexuales y tiroideas.
La sangre se encarga de transportar el colesterol desde el intestino o desde el hígado hasta los órganos, que lo necesitan para desarrollar sus funciones apropiadamente.
El colesterol alto no produce síntomas físicos ni signos de sospecha. Para averiguarlo, es necesario un análisis de sangre que determine los niveles. De ahí la importancia de estar bajo control anualmente.
El colesterol se puede mantener a raya sin necesidad de medicación, respetando hábitos de vida saludables como:
Comer sano y equilibrado: Es fundamental y la primera medida que el médico recomendará, tanto para su prevención como para su tratamiento.
Aumentar el consumo de: Verduras, hortalizas, frutas, legumbres, frutos secos, semillas, cereales integrales y aceite de oliva como grasa saludable.
Consumir pescado: Al menos tres veces por semana, sobre todo pescado azul por su riqueza en ácidos grasos, que contribuyen a la regulación del colesterol.
Reducir el consumo de grasas saturadas: Están presentes en carnes rojas, bollería industrial, precocinados y congelados.
Tomar lácteos: Desnatados, ya que tienen un contenido más bajo en grasas.
Limitar el consumo de alcohol: Porque eleva los niveles de colesterol en sangre.
Dejar de fumar: Está comprobado que abandonar de este hábito reduce los niveles de colesterol e incrementa los niveles del HDL o colesterol “bueno”.
Practicar ejercicio físico con regularidad: Principalmente aeróbico, como caminar a diario.
Perder peso: Las personas que sufren sobrepeso u obesidad tienen los valores de colesterol y triglicéridos elevados. Al perder peso, pueden reducir las cifras y llegar a normalizarlas sin necesidad de tratamiento.
Cabe señalar que, cuando todas estas medidas no son suficientes, el médico puede recetar un medicamento específico para ello.
No todos los fármacos son iguales, ni tampoco igual de efectivos para todas las personas, por lo que es muy importante no automedicarse. El médico decidirá cuál es el medicamento más adecuado para cada paciente.