Por Libaniel Marulanda
Echándole mano a una rayada sentencia: “Ahora tengo más amigos en el cementerio que en el bar”, por estos días que anteceden a esa feria de las conciencias, las promesas chimbas y la ubérrima indignidad de un país, me sobreviene el deseo de echar a un lado la prudente actitud de cerrar el pico, y ni por el chiras cantar mi voto.
Pero… este ahora está revestido de unas condiciones que parecen estar afinadas en el tono de nuestros anhelos como trabajadores del arte durante décadas. Y me pregunto ¿En el curso de la historia, más padecida que gozada, algún gobierno ha legislado en favor de quienes hacen arte, por fuera de los límites de la entronizada élite palaciega, “de clase”?
La respuesta está de cuerpo presente en la cotidiana realidad, en el quehacer del arte aquí, en esta región que saca pecho como paisaje cultural cafetero mientras tiene el fundillo remendado por la penuria del desempleo, engañado, sometido, ignorante e ignorado merced a una camarilla liderada por ladrones de alto estrato, actores protagónicos en expedientes que languidecen en la estantería judicial, mientras llega el liberador y cobarde vencimiento de términos.
Y en medio de esta verdad, mientras de tanto en tanto el gobierno quindiano consigue excitar la famélica galería con una que otra convocatoria artística, un notable grupo de sempiternos desempleados, que han encontrado en la formulación de inanes proyectos culturales un medio de rebusque vital, estira esperanzado la mano mendicante y canjea sus votos de respaldo al pútrido combo de los mismos. Sí, aquellos que (verdad vieja y sabida) aparecen ahora como presuntos malversadores del tesoro público. Sí, aquellos que merced al clientelismo el próximo lunes 14 de marzo estarán ¡otra vez! , acaballando esta bella, amnésica y desdichada región.
Pero… como el oficio del arte, incluso desde un nivel primario- tal es mi caso- también implica la posibilidad y, mejor aún, la obligación de ejercer la libertad de decir o cantar o escribir o pintar aquello que se quiere, que se busca, que se sueña, que se cree, lo diré aquí, sin discursos, sin otro recurso distinto a una experiencia como trabajador del arte, por seis mil cuatrocientas dos razones y la certeza implícita en el cambio como factor primordial de la creación estética: Votaré por Petro y el Pacto Histórico. ¡Lo juro por las madres de Soacha!
Calarcá, marzo 7 de 2022