Por Álvaro Ayala Tamayo
El nuevo héroe mundial, el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, ha dicho públicamente que su país no puede ser parte de la OTÁN. Al parecer esa es la clave para ponerle fin al armagedón lanzado por el carnicero del Kremlin. En las últimas 72 horas la diplomacia internacional se ha movido velozmente y, con cautela, buscando parar los inmisericordes misiles disparados por Vladimir Putin.
Con la palabra de aceptación por parte de Kiev están dadas las condiciones para frenar el desigual conflicto. Razón tiene el presidente de EEUU, Joe Biden, al explicar que no puede poner sus tropas en Ucrania porque sería la tercera guerra mundial. Lo que se observa por la mirilla del fusil son las nuevas condiciones a que apunta Putin para frenar el avance de sus tanques y regresarlos a sus cuarteles.
Megalómano, despiadado y cínico suponemos que pedirá a Occidente retirar todas las sanciones económicas impuestas durante las dos últimas semanas. Incluso, no tendrá reparos en solicitar indemnizaciones. El truhán, igualmente va a desear quedarse con parte de territorio ucraniano y que los garantes le firmen en roca sólida que no ingresen a la OTAN los otros países solicitantes. Elevar sus peticiones será la táctica para evadir responsabilidades y no reparar. Es la trampa en que no se puede caer. Putin va a querer pan y pedazo bajo su brazo.
No sabemos con precisión cuántos ucranianos han sido asesinados y tampoco cuántos miembros del ejército invasor fueron dados de baja en uso de la legítima defensa por parte de Ucrania. No hay por ahora un estimado de la destrucción de ciudades y pueblos, ni los millones de desplazados y refugiados que tuvieron que huir para evitar la muerte. Lo que viene no es tarea fácil. Además del daño sicológico causado a la gente que regresará a su patria a llorar a sus muertos y caminar por las ruinas.
Nosotros los que vivimos lejos no sabíamos que Ucrania es una nación tan bella y con gente tan linda. Mirando la desolación de los rostros atribulados nos conmovimos porque fuimos incapaces de defenderlos o evitar esa tragedia que también nos atañe. La infrahistoria dirá que un genocida desatado provocó un apocalipsis en febrero y marzo de 2022. Pero la mejor historia es que un pueblo valeroso enfrentó al sátrapa para no dejarse quitar su tierra, sus sueños, ni sus hijos.
Hay que seguir luchando para que Rusia permanezca aislado del mundo y que las cortes de justicia Internacional juzguen a Putin y su temida banda por crímenes de guerra. También hay que cobrarles los graves daños ambientales causados por la contaminación de sus bombas y bombardeos.
A propósito, ¿por qué razón los ambientalistas no salieron a protestar contra el ecocidio, ya que no lo hicieron contra la guerra? Mm