Por Sebastián Ramírez

Las dos selecciones de Conmebol que están clasificadas cuentan con técnicos que llevan tiempo desarrollando su proceso. En el caso de Argentina el comienzo del seleccionador Lionel Sebastián Scaloni estuvo lleno de dudas, la opinión pública cuestionaba su experiencia y la forma en que había llegado a ser el técnico de la selección de mayores, el juego tampoco parecía tener unos niveles de fluidez satisfactorios, pero jugadores y dirigentes lo respaldaban. Hoy, no solo tiene a la selección clasificada, sino que ganó un título después de veintiocho años. A este grupo de selecciones podríamos sumar a Ecuador.

Si comparamos el grupo mencionado con el de Uruguay, Chile y Colombia vemos que estas últimas cambiaron de técnico y han sufrido más para poder clasificarse.

Estos datos expuestos así sugieren que la continuidad produce resultados y el cambio constante de rumbo no.  Pero no siempre es así, en el caso de América de Cali es evidente que es urgente un cambio. El primer torneo en que el técnico compuso la plantilla el proyecto no funcionó, el segundo en que lo hicieron los dirigentes tampoco. Pero no solamente los resultados no aparecen, el juego tampoco. Si ese par de indicadores tan contundentes no fueran suficientes veamos la cantidad de lesionados en el equipo, la cantidad de errores por desatención dentro de la cancha, la cantidad de penales que se comenten y la cantidad de expulsados; es evidente que el proyecto no da para más.

Como en la vida, las verdades en el fútbol terminan siendo relativas, o mejor, las reglas terminan teniendo excepciones, mantener un proyecto solo por mantenerlo tampoco es sano y desgas a todas las partes interesadas: técnicos, directivos, jugadores, hinchas, periodistas y patrocinadores.

Los resultados de cada proceso terminaran indicando si estos cambios o continuidades han ayudado o no conseguir los objetivos propuestos.

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