Por Agostino Abate
Una razón seguramente tiene que existir si Dios en la historia ha pensado actuar como ha actuado y piensa todavía actuar como está actuando. Pues Dios es Dios y el hombre no es Dios.
Desde siempre el hombre se pregunta de dónde ha venido y hacía que meta está encaminado. La historia del pensamiento filosófico en ese tópico es fascinante.
Desde siglos hay una continua formulación de ideas, teoremas, sistemas, visiones del mundo, de la historia, de la humanidad. Visiones que luego se han transformado en elecciones políticas, gestos concretos, decisiones.
Hay quienes creen que el cielo está vacío y quienes, por lo contrario, detrás de lo creado, descubren al Creador. Cada cual es libre de creer como mejor le guste creer. Sin embargo, el creyente y el no creyente se pueden ayudar, depende de ellos y en mi experiencia lo he visto felizmente posible.
Los que se proclaman ateos no son un cuerpo monolítico. Conozco a muchos y soy amigo de muchos y puedo afirmar que algunos de ellos viven su situación como un drama, otros como una liberación, otros ni se ponen el problema de Dios. Hay quienes se confiesan felizmente ateos y quienes, a veces, envidian la fe de los creyentes.
Ni siquiera los creyentes son un cuerpo monolítico. Los cristianos se han dividido en muchas iglesias a lo largo de los siglos. No se puede volver al pasado. Pero algo tendrán que hacer para reducir las distancias que los separan. Sin complejos de inferioridad, y sin ostentación de superioridad porque quien ha recibido el don de la fe conoce que la recibió gratuitamente.
El creyente sabe que el Dios que se ha revelado en Jesús de Nazaret es terriblemente fascinante pero también terriblemente exigente. Le ha donado todo y le pide lo mejor de sí y sabe que su mirada está continuamente dirigida al hijo pequeño, enfermo, pobre, sin trabajo y no al rico que no comparte, que al final de la historia despedirá a manos vacías.
Cuando Jesús ordena amar a los enemigos está pidiendo algo que está por encima del sentido común. Él sabe que en la mayor parte de los casos los hombres no serán capaces de hacer eso, pero continúa pidiendo ese esfuerzo. ¿Porqué? Porque si lo los hombres lo quieren, son capaces de ponerlo en práctica cuando entran en una dimensión de fe. Pero no se puede pretender que todos lo comprendan y actúen en consecuencia.
Con el hermano no creyente que nunca he llamado ateo sino negligente, porque no ha hecho el esfuerzo suficiente para buscar, el creyente siempre podrá encontrar puntos de encuentro para juntos comprometerse en causas comunes y hay muchas y luego cada cual continuará pensando lo propio y caminará hacia una meta distinta. Sin la necesidad de hacerse daño, de ofenderse.
Nunca nadie ha visto a Dios, pero todos tienen los ojos para ver las acciones de los creyentes y cuando su hacer contradice su decir, entonces hay un contra testimonio. Entonces Dios no se hace visible y esto sucede a menudo.
La cuestión de Dios y del dolor es el punto de partida del actual ateísmo. Muere un niño, centenares de personas mueren por ataques terroristas o e en viles falsos positivos o en una guerra. ¿Dónde está Dios? ¿Si Dios es bueno y todopoderoso porque el sufrimiento? Para quien está atormentado por el dolor no se trata de tener una respuesta a un por qué. Quién está atormentado por el dolor busca un ayuda y una esperanza para salir del dolor.
“Solo el Dios que sufre puede ayudar” escribió un día el teólogo alemán Bonhoeffer en su celda de prisionero nazi mirando el crucifijo. En el Cristo que muere el dolor de Dios ha encontrado una expresión humana. Dios experimenta nuestro dolor. Después de 1945 cuando terminó la segunda guerra mundial, después de Auschwitz era muy viva la búsqueda de Dios.
Últimamente ha aumentado el número de aquellos que han perdido a Dios y no le atormenta la falta de la fe. Para instaurar un diálogo con estas personas los cristianos tienen que dejar el encierro en la Iglesia e ir en el mundo, en las periferias no solo físicas, sino también existenciales. En América Latina los teólogos de la teología de la liberación se fueron entre la gente oprimida, compartieron su destino y su teología se hizo humana.
Cuando Pablo en Atenas habló del “Dios desconocido” no tuvo suceso. Porque no se puede orar a un Dios desconocido: no se sabe si es bueno o malo. Pero si, se puede hablar al Dios revelado por Jesús que es amor.
La confrontación entre fe y ateísmo exige que la Iglesia ponga su mirada afuera de sí misma y tome en serio las preguntas y las acusaciones de quien no logra creer y busca una respuesta desde Dios. Desde hace demasiado tiempo muchos han relegado su cristianismo en una esquina remota de su vida. Llegó el tiempo que la fe salga de esa esquina: Jesús de Nazaret no ha fundado una nueva religión, sino que ha introducido en el mundo una vida nueva donde Dios también está con los sin Dios y con los que lo buscan con sincero corazón.