Por Oscar Jiménez Leal
Lo conocí en el año 1959 cuando estudiaba en el prestigioso Instituto Universitario de Manizales y Jorge Mario fungía como Diputado a la Asamblea Departamental de Caldas. Allí, formaba parte de una pléyade de elocuentes e ilustrados oradores, entre los que recuerdo a Rodrigo Marín Bernal, César Montoya Ocampo, Rodrigo Gómez Jaramillo, Marconi Sánchez Valencia y el diputado Soler oriundo de La Dorada.
Del mismo modo como los universitarios de Bogotá copaban las barras del Congreso para escuchar los famosos debates de Los Leopardos y las Catilinarias de Laureano Gómez contra el Gobierno Nacional, los estudiantes de Manizales llenábamos las barras del bello Palacio Amarillo, sede del poder administrativo de la capital, para oír estupendas expresiones del greco latinismo que emulaba en el buen decir y en la formación humanística con aquellos prohombres. En todos se vislumbraba desde entonces un auspicioso porvenir en la política nacional, dadas sus excelsas y sobresalientes condiciones intelectuales, como efectivamente ocurriría años después.
Luego lo hube de encontrarlo en Pereira, dada la circunstancia especial que mi tío Luis Eduardo Leal tenía oficina de abogados con el ex magistrado Julio Eastman Díaz, su padre, y Jorge Mario se desempeñaba como Director de la Oficina de Valorización Municipal, en uno de sus tantos recesos diplomáticos donde solía visitarlos con alguna frecuencia, para deleitarme con sus extraordinarios relatos.
Tuve después el privilegio de saludarlo en Armenia cuando en su calidad de Ministro Delegatario presidió los actos inaugurales del Palacio departamental, diseñado y construido por un amigo común, el entonces Gobernador Jesús Antonio Niño Díaz; una placa en tal sentido recuerda la gala de celebración.
Posteriormente la sociedad colombiana lo vio emerger con éxito en la múltiple gestión en la vida diplomática desarrollada y en el protagonismo político en el escenario nacional, experiencias de las cuales dejó valiosos testimonios salidos de su pluma castiza, entre los cuales se destacan “El Milagro Alemán”, “un erudito y penetrante estudio de la historia contemporánea de Alemania, que abarca los años que antecedieron a la Segunda Guerra Mundial, trágicos años que culminaron en el colapso de la República de Weimar, en la tiranía de Hitler y la constitución de Estado nacionalsocialista y finalmente en la guerra y la debacle de la nación alemana”, como lo describió el prestigioso historiador Jaime Jaramillo Uribe. O la obra “De Allende a Pinochet al Milagro Chileno”, producto cultural de su paso por la Embajada en ese país austral y sobre el cual el ex presidente Alfonso López Michelsen expresó: “El estudio de Jorge Mario Eastman da pruebas de lo que puede un enviado en misión diplomática ante un país amigo, con un acopio sorprendente de datos históricos, sociológicos, económicos y políticos, cuando el funcionario se entrega a la tarea de familiarizarse con el país donde ejerce sus funciones…con una gran curiosidad intelectual se pasea por este panorama para atribuirle una enorme importancia al periodo comprendido entre el gobierno de Salvador Allende, la dictadura del general Pinochet y la recuperación democrática”.
Siempre estuvo en la primera fila de los acontecimientos nacionales unas veces como ministro del Trabajo o de Gobierno, otras como Ministro Delegatario de funciones presidenciales, ora como Presidente de la Cámara de Representantes o en calidad de Presidente de la Dirección Liberal. En todas esas instancias del diseño democrático dejó estela luminosa de su quehacer como político e intelectual de elevada alcurnia. A él se deben la creación del Fondo Editorial del Partido Liberal para contribuir a divulgar su pensamiento y doctrina, lo mismo que el Fondo de Publicaciones de la Cámara de Representantes para divulgar el pensamiento político colombiano. Fue igualmente pionero, junto con el ex presidente López y otros distinguidos dirigentes, de la afiliación de su partido a la Internacional Socialista, bajo la propuesta de Lionel Jospin de “sí a la economía de mercado, no a la sociedad de mercado”, que definió el viraje del liberalismo a la centro izquierda democrática por su alto contenido social y su vinculación a las modernas corrientes del pensamiento universal.
El país nunca supo con precisión si Jorge Mario Eastman fue un político extraviado en tareas literarias o un hombre de letras dedicado a la política. En todo caso, su fecunda actividad intelectual y su fulgurante carrera política corrieron paralelas para definir su talento de moderno estadista al que solo le faltó regir los destinos de la Patria. Su obra literaria y política se halla diseminada en columnas de prensa publicadas en El Tiempo, El Espectador, la Revista Semana, Consigna, la revista que fundó y dirigió con Carlos Lemos Simons, y en los numerosos libros que dejó a la posteridad.
Por todo ello, y mucho más, su ausencia definitiva del acontecer nacional crea un enorme vacío en momentos en que las luces de su inteligencia hacen falta para iluminar los senderos de las soluciones a las crisis padecidas. Paz en su tumba.
Bogotá 6 de abril de 2022