Lo innegociable

16 abril 2022 1:47 pm

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Roberto Estefan Chehab                                        

En esta semana santa tenemos un espacio para darle un toquecito a nuestro interior. Afortunadamente existen aún costumbres que perduran y las hemos vivido desde nuestra primera infancia, me refiero a las tradiciones que nos acompañan de generación en generación y por el motivo que sea se han mantenido firmes. Obviamente me inspiro desde mi esencia y respeto a quienes no lo sienten así, ningún daño les hago, de todas maneras, el compartir estas reflexiones puede ser una forma de empatizar sin colores ni intereses de ninguna clase, es una oportunidad para extender afectivamente un sentimiento constructivo que congregue. Es muy importante hacer un alto en el camino e intentar mirarnos con calma. Escudriñar en las pasiones que mueven nuestros actos, revisar los valores que nos identifican y reafirmar los principios sin los cuales la vida y su compartir serían un proceso cargado de egoísmo, errores, dolor, enfermedad, desasosiego. La vida moderna está llena de afanes, carreras, angustia pues nos enfrascamos en conseguir objetivos que frecuentemente van mas allá de la verdadera necesidad: ser felices solo es compatible con un caminar equilibrado, con sueños y proyectos constructivos que no exijan “negociar con el diablo” para así evitar trastocar la escala de valores que sabemos muy bien, debe mantenerse firmes: horadar las bases que sostienen lo que edificamos puede traer goces superfluos hoy, pero el derrumbamiento de todo lo construido, mañana. Y es que el hoy es lo más efímero que existe, muere apenas nace, pero su legado son las secuelas que van quedando en una cadena de acontecimientos en la que se soporta el mañana. Embriagarse o “drogarse” hoy, trae un momento de placer, no lo niego, sin embargo, es necesario tener en la mira las consecuencias de hacerlo o abstenerse sobre todo si dejándose llevar por la suma de lo que solo produce placer, o riqueza o poder, desviamos la mira hacia caminos que implicaran un divorcio entre los principios y las metas. Si se tiene la bendición de contar con una infancia en la que nos afinaron la “voz de la conciencia” con buen ejemplo y coherencia nunca nos faltará una alarma interior que muy íntimamente avisa cuando algo inadecuado esta pidiendo espacio en nuestra posibilidad de actuar: nunca ignoremos a esa vocecita muy intima y propia que intenta protegernos. En estos días de la semana mayor, bien vale dedicarle tiempo a nuestro mas profundo mundo, ese que solo nos pertenece, para revisar que estamos haciendo y porque y como lo hacemos o lo proyectamos. ¿A que le damos entrada en nuestra vida que realmente no se conduele con las cosas que realmente consideramos importantes? ¿A que le hemos quitado tiempo valioso y que seguramente no podremos volver a vivir: por ejemplo, la vida de familia, la pareja, el placer de ver crecer a los hijos, la participación en reuniones de padres de familia, el acompañamiento para que, sin fanatismo, inicien una vida espiritual a través del arte, la música, la lectura, la oración darnos la oportunidad de reestructurar lo que sentimos tambaleante, intentar de todo corazón sanar los sentimientos negativos; convertir las debilidades en fortalezas, bien intencionadas es lo que nos puede llevar a hacer las cosas mejor. “No hagas a los demás lo que no quieres que a ti te hagan”, “trata a los demás como tu quisieras ser tratado” y sobre todo, como lo mandó Jesús en su sapiencia: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” son normas innegociables para un mundo inteligente, lógico, viable y construido entre todos y para eso, desde cada uno debe empezar la labor que se irá sumando. El amor puede mucho mas que la guerra, la polarización y las metas construidas en el egoísmo. Días de reflexión que pueden apaciguar muchos corazones. Somos, en general buenos seres humanos: amémonos, no nos dañemos, amemos a nuestra patria, cuidemos el ambiente y defendamos los valores.

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