En la recta final

12 mayo 2022 5:08 pm

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Roberto Estefan Chehab                     

Es imposible no hablar de temas políticos cuando la patria nos duele Maxime en un momento crucial que puede definir entre un salto al vacío o la posibilidad de entender que las libertades, la dignidad y un mejor futuro comienza en la conciencia de cada uno y no en la creencia de un mesías que todo lo arreglara bajo la premisa de que los años de la república, su construcción, su crecimiento, su trascendencia han sido un fracaso que es necesario cambiar. Destruir e intentar reconstruir sobre ruinas no es una buena posibilidad, además cuando los discursos están plagados de un tufillo de odio, resentimiento y lo peor: arrogancia. Aquí debo reafirmar que, como yo lo veo, no creo que el líder del Pacto Histórico sea la persona idónea, ni preparada ni adecuada para ser el presidente de la República. No comulgo con “el todo vale”, no me gusta el tema irrespetuoso hacia Dios – no hablo de religión, solo de un ser superior obviamente por encima de él – no comulgo con su historia criminal, porque secuestrar, asesinar, incendiar, calumniar, engañar y después de amnistiado no mostrar el mas mínimo reato de conciencia respecto a su biografía: no me gusta, para nada el tema del perdón social a ladrones de nuestros impuestos, del sudor de la frente del pueblo ( aunque es verdad que en todos los partidos y espacios de poder hay mucha corrupción). No hay coherencia entre su intento de convencer a un pueblo de cosas imposibles. No me gusta la línea estratégica que ha esperado años mientras se lograba ir maleducando a los niños, hoy adultos jóvenes, a través de la desinformación y el adoctrinamiento de tal manera que, aprovechándose de su desconocimiento de la verdadera historia, ahora resultan odiando lo que hubo, lo que no sea “petrista”, lo que ellos creen llevará a sus vidas hacia un camino mejor. Yo creo que eso es maquiavélico, como también la traición de Santos a sus compañeros de gobierno para lograr la presidencia y quitarse la máscara: no me gusta el apoyo de las guerrillas (disidentes o no son la misma cosa) que chantajean con negociaciones que no cumplen a cabalidad y tampoco me gusta la cercanía a las bandas criminales que inundan al país de sangre, droga y dolor, descomponiendo a la sociedad, riéndose de los valores, acabando con las familias y corrompiendo, con el dinero y las voluptuosidades a todas las esferas de la vida nacional: nada de eso unido para “ganar” me parece sano, ni lógico, ni coherente. No me gustan los gobernantes que apoyan esa corriente, retando, haciendo lo que se les da la gana para luego salir a victimizarse poniendo al pueblo de carne de cañón. No me gusta las llamada primera línea, que sale a destrozar el patrimonio ajeno y los bienes de todos, construidos con el esfuerzo de quienes si trabajan. No me gusta ese populismo tan aberrante que desdibuja incluso a la misma izquierda: véase a Robledo o Navarro Wolf, por ejemplo: mesurados, cultos, sin odio (muy distinto). Petro y su “labia” hábil y prolija impresionan, pero no convencen. Recuerdo al Padre Alfonso Llano S. J (QEPD) cuando en una columna muy comentaba en El Tiempo, le pidió que renunciara a la alcaldía de Bogotá; recuerdo a Bogotá convertida en basurero, recuerdo el fiasco que fue su gestión respecto a sus promesas: el papel aguanta todo. Mas bien, apoyemos la democracia, no votemos por corruptos en elecciones de corporaciones, no nos quedemos callados cuando veamos que en los sitios de trabajo se pagan coimas o porcentajes bajo cuerda, ayudemos a que los corruptos se neutralicen y apoyemos las buenas gestiones. Además, trabajemos duro sin esperar que nos den todo masticado y de a poquitos. Pensemos en grande y defendamos a Colombia. Kennedy presidente lo dijo sabiamente: “no demande que puede hacer mi país por mí, pregúntese que puede hacer por su país”. Hay ser responsables, pues no es un juego. [email protected]   

      

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