Por: Álvaro Mejía Mejía
Una gran parte del país se niega a escuchar al señor Petro. Solo lo oyen sin activar las neuronas. Hace caso omiso de sus propuestas en materia pensional; su intención de regresar al fracasado sistema de salud pública, que otrora estuvo en manos del Instituto de Seguros Sociales; su propósito de expropiar tierras, supuestamente improductivas, cuya aplicación se salió de control y llevó a usurpaciones violentas de la propiedad privada en la Chile de Allende.
Muchos repiten sin cesar que se necesita cambiar el modelo económico como lo propone Petro, sin escuchar ni entender lo que este señor está planteando. El proteccionismo económico es anacrónico. El mundo, desde hace muchas décadas, es una aldea global, los mercados están abiertos y la competencia es por la calidad y la innovación.
Producir comida no es un asunto de los países desarrollados. Ellos la importan. Alemania no va a dejar de exportar maquinaria o Mercedes Benz por producir huevos, como lo afirma Francia Márquez. Ni Japón o Corea dejarán de fabricar computadores, celulares, equipos de última tecnología para sembrar yuca.
El sector primario no genera la gran riqueza. Debemos ser autosuficientes, en lo posible, y desarrollar el sector secundario, en especial la agroindustria, para poder pensar en exportaciones que valgan la pena. El campo genera empleo y el alimento es fundamental para la sobrevivencia, pero ese no debe ser único ni el mejor camino para el desarrollo económico.
Debemos apuntarle a los sectores terciarios y cuaternarios, lo que implica capacitar masivamente al recurso humano e invertir en nuevos desarrollos científicos y tecnológicos.
No es cerrando la economía como el país va a salir adelante. El proteccionismo es un discurso nacionalista anacrónico. Si ese fuera el camino, los países más desarrollados serían Venezuela, Cuba y Argentina.
Para seguir con este modelo, el señor Petro piensa acabar con la industria petrolera. En Colombia, los hidrocarburos aportan el 3,3 por ciento del producto interno bruto (PIB). El petróleo representa el 40 por ciento de lo que en Colombia le vende al mundo. En el 2022, la Nación espera ingresos de 7,5 billones de pesos de la extracción de petróleo, según el Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP), pero con los actuales precios del crudo, que rondan los 80 dólares por barril en los mercados internacionales, y del dólar, esos ingresos podrían incrementarse hasta en 500 mil millones de pesos, según datos de Portafolio. De esa forma, Petro llevaría a la ruina a la economía nacional.
No menos grave es su propuesta de obligar a los empresarios a distribuir sus utilidades y además de grabarlas de manera excesiva. Con esto estaría quebrando la industria nacional que promete proteger en su gobierno. ¡Vaya contradicción!
Amables lectores, el populismo saca sonidos gratos al oído, pero debemos escuchar con atención, para entender cuál es el fondo de sus propuestas y, sobre todo, las implicaciones que estas traerían para el futuro del país.
El nuevo modelo económico de Petro no es otro que el viejo cepalino de los años sesenta que propugnaba por la sustitución de importaciones, lo que si bien llevó a una disminución de las importaciones de bienes de consumo, simultáneamente aumentó la importación de materias primas y bienes de capital, incrementándose, en consecuencia, la dependencia de las importaciones, la falta de competencia en el sector industrial y la hiperinflación. No será con El Capital de Karl Marx que Colombia puede salir adelante en pleno siglo XXI.