domingo 16 Nov 2025
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No dejaron de pensar

23 mayo 2022 6:02 pm
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Por Néstor Cuervo L.

 

Crímenes de lesa humanidad como los “falsos positivos”, cuantificados por la JEP en 6.402, los perpetrados contra un partido político como la UP  por agentes del Estado y paramilitares, en forma sistemática y masiva, bajo la modalidad de asesinatos y desapariciones- 5.733-; no sólo deben ser objeto de rechazo por parte de la ciudadanía, sino de una profunda y permanente reflexión filosófica, ética, sociológica y cultural en la perspectiva de llegar a comprender semejantes crímenes y lograr su no repetición.

Esta reflexión que les comparto, más cargada de preguntas e hipótesis que respuestas definitivas, solo pretende mantenerla actual, viva. Es apenas un arañazo a ese grueso y oscuro nubarrón que oculta la realidad y que algunos llaman verdad u objetividad. Para ello haremos uso de la manera cómo un columnista interpreta la teoría de la “banalidad del mal” de Hanna Arendt,  en discusión con la teoría del desarrollo moral de Lawrence Kohlberg y las Tecnologías del Yo de Foucault.

El prestigioso columnista Germán Ayala publicó recientemente un artículo en el que hace referencia a las confesiones de un mayor y un teniente coronel, miembros del Batallón Francisco de Paula Santander (BISAN) y de la Brigada Móvil 15, reconociendo su participación en la autoría de los mal llamados “falsos positivos” en el Catatumbo y el Caribe.[1]  

El argumento central de su artículo titulado “Dejaron de pensar”, se resume en la idea de que “estos dos oficiales participaron de esa política estatal de producir bajas o contar cuerpos (body count), porque dejaron de pensar. Y fue así, porque cumplían órdenes superiores. Por eso, quizás, les pareció ética, moral e institucionalmente correcto participar de la empresa criminal que cada batallón creó para responder a las presiones de la cúpula militar y del entonces comandante supremo, Álvaro Uribe Vélez”.

Luego hace afirmaciones tan contundentes como:” los falsos positivos son la más clara expresión de la degradación ética y moral en la que cayeron miembros activos del Ejército nacional …de la mano de ese largo proceso de envilecimiento del honor y la mística militares está la política, y en particular, una clase política y un político, Álvaro Uribe Vélez; todos juntos convirtieron a los militares en instrumentos para saciar la sed de venganza de quien le vendió al país la idea de que su padre había sido asesinado por las Farc”. (resaltados míos).

Estas afirmaciones explicarían el accionar de ambos militares – y seguramente de muchos otros- como actores “instrumentalizados” por “una clase política y un político”.

El señor Ayala fundamenta tales afirmaciones en la teoría de la “banalidad del mal” de Hanna Arendt. Como se sabe, ésta la describió como un sistema de poder político que trivializa el exterminio de seres humanos cuando se realiza como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus propios actos.

Para Arendt pensamiento equivale a “actividad espiritual de autorreflexión…enfocada hacia una actividad preventiva.[2] Considera Arendt que por falta de reflexión el hombre puede caer en la estupidez, que puede ser tanto más peligrosa que el sadismo declarado.

Como se podrá observar, Arendt habla de la “incapacidad de pensar” -sinónimo del “dejar de pensar” de Ayala- y, coherentemente, la relaciona con “las consecuencias éticas y morales de sus propios actos”.

Una lectura incompleta de Arendt presume que los militares “dejaron de pensar” en las consecuencias de sus acciones y simplemente se acogieron a las órdenes superiores, sin más. Es acá donde surgen la confusión acerca del concepto “dejar de pensar”. Si como dice Ayala, “dejaron de pensar…porque cumplían órdenes superiores…y les pareció ética, moral e institucionalmente correcto participar de la empresa criminal…”, entonces pensaron. Lo hicieron calculando las consecuencias éticas y morales de su acción: “salirse con la suya” recibiendo recompensas y satisfacciones personales, evitando sanciones y/o castigos.

Esta segunda perspectiva moral la denomina, Lawrence Kohlberg, preconvencional[3]. En esta fase del desarrollo moral, dice, aún no se han adoptado o internalizado convenciones societarias universales -colectivas-respecto a los que es correcto o incorrecto. Este razonamiento o “pensar” se funda sobre el interés individual. Es una etapa en la que el individuo opera a partir de reglas fijas y absolutas, obedecer es lo importante porque o busca un premio o evita el castigo. Es una moralidad orientada a satisfacer los propios deseos y necesidades o constreñida a la obediencia y preocupada por el castigo.

¿No hicieron uso los militares de su pensamiento racional formal, en el que pensar equivale a razonar en términos de A +B entonces C? Es inconsistente usar el concepto “dejaron de pensar” para referirse a seres humanos que de una u otra forma han recibido educación ética y moral; la que sea: religiosa, militar, civil, etc.

El asunto no se explicaría por el “no pensar”. Más bien sí por el pensar en términos subalternos que para conservar su status quiere ser eficaz y eficiente, como un burócrata, según lo definiera Max Weber. Y, en tales términos, su pensamiento calculó las consecuencias de su acción, aunque de manera egoísta, individualista o preconvencional, es decir heterónoma -este desarrollo moral corresponde a un niño de una edad entre 8-9 años- según lo describe Kohlberg-.

Un suboficial retirado del ejército, en el acto organizado por la JEP, confesó que: “(Con)El jefe de operaciones de la Brigada Móvil 15 ya habíamos hablado y había que buscar los resultados como fueran (sic). Teníamos contactos con grupos paramilitares de la región, más que todo de Aguachica, para conseguir armas. Los grupos ilegales, de guerrilla, no los encontrábamos, pero había que dar resultados”. ¿No es esta confesión una prueba de que los militares pensaron en términos de una racionalidad formal, individualista?

Confunde el concepto “no pensar” seguido de afirmaciones como:  pudo” parecer ética y moral” su acción criminal a los militares; es la expresión de “la degradación ética y moral”. Solo se degrada algo que ya se tiene o que se ha pensado. Como diría Platón la ignorancia -dejar de pensar- no es un vacío, es una llenura. Para el nihilista, por ejemplo, no existen principios ni dogmas de ningún tipo, ya sean religiosos, morales, políticos o culturales. Pero una cosa es que el nihilista niegue su existencia; y otra que no existan, o incluso que ellos mismos no “posean” principios.  Lo primero no implica lo segundo. Los fascistas casi siempre son nihilistas. Su subjetividad no es asimilable a un “dejar de pensar”, no es un “vacío” como se pretende, es una llenura de homofobia, racismo, clasismo, intereses individuales y personales, etc.

Atribuir las acciones criminales de los militares a que “dejaron de pensar”, tiene un aire de menoscabo a la responsabilidad ética y moral de los autores de los crímenes, ubicándolos en el simple ámbito de “instrumentos de muerte”, a la manera de “instrumentos parlantes”. Se mengua así, no solo su responsabilidad social, moral y profesional, sino también, el poder que ejerce sobre los individuos la cultura hegemónica hedonista y egocéntrica.

Si de lo que se trata es de explicar el fenómeno de los asesinatos por militares de personas protegidas, otras preguntas deberían acompañar la reflexión.

La clave del asunto estaría en buscar respuestas “más allá”, a preguntas como: ¿cuáles son los dispositivos que vuelven trivial el acto de mirar la vida como algo a quien cualquiera puede dar muerte? ¿No habría que voltear la mirada hacia lo que Foucault[4] llamaba las tecnologías subjetivas del cuerpo y de la mente, a las ideologías difundidas por los medios de comunicación, al servicio de intereses económicos y políticos, saturadas de imágenes de matanza y destrucción, que de tanto repetirse habitúan a sus receptores a vivir en medio de la muerte? ¿No tendría que ver toda esta tragedia con la presencia de prácticas de control de la población y de los propios militares como la ideología del “enemigo interno”?

Todo el moldeamiento social que se podría desprender de todo esto nos conduce a rechazar la imagen del “dejar de pensar” y, más bien si, aceptar que los autores de “falsos positivos” pensaron y actuaron en consonancia con una manera perversamente heterónoma de ver el mundo. Respondieron a unas tecnologías de poder que restringen e infantilizan el desarrollo moral, convirtiendo a los individuos en ególatras y obedientes receptores de normas externas como la “obediencia debida”, “las ordenes se cumplen o se acaba la milicia” o la ya mencionada del “enemigo interno”

Es preciso recordar, finalmente, que es obvio suponer que oficiales de alto y medio rango como los señalados recibieron una formación deontológica – constitucional, legal, normativa- que tuvieron que “hacerlos pensar”, pero que optaron por la vía de “salirse con la suya” transgrediendo lo conocido y obedeciendo a sus instintos más primarios.

Armenia Q. mayo 19/22

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ver edición de la Revista Sur del 25 de abril/2022,

[2] Cano Cabildo Sissi. Sentido Arendtiano de la “banalidad del mal”. Horizonte. No 4, 2004. Belo Horizonte.

[3] L. Kohlberg. Psicología del Desarrollo Moral.1992

[4] Foucault. Tecnologias del Yo. Y otros textos afines.1990 .pag.48

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