¿A cuál Petro creerle?

24 mayo 2022 5:12 pm

Compartir:

Por: Álvaro Mejía Mejía

Resulta inconcebible que un candidato a la presidencia de Colombia en Barranquilla, ante miles de personas, haya afirmado que el martes 24 de mayo “tienen pensado suspender las elecciones, tienen pensado suspender los órganos que dirigen el régimen electoral en Colombia”. Señaló que eso sería un golpe de Estado al proceso electoral y a la democracia. Y agregó: “Convoco en esta plaza pública, en esta calle de multitudes llena, a todas las campañas políticas actualmente en competencia, a la campaña de Sergio Fajardo (centro), a la campaña de Rodolfo Hernández (populista), a la campaña del Pacto Histórico, a ponerse en alerta. Los convoco a reunirse el lunes”.  

Este es el modus operandi de este candidato. Nos hace recordar los supuestos atentados y golpes de Estado que anunciaban Chávez y Maduro en Venezuela, para atacar a la oposición y al gobierno de los Estados Unidos.

Hacer un anuncio de esa naturaleza, en un ambiente polarizado como el actual, es un acto de irresponsabilidad, o como dijo uno de sus competidores, “echarle gasolina al fuego”.

Petro es y ha sido un pirómano profesional. Esa actividad la aprendió en la guerrilla, donde todos los días son para pensar cómo se atenta contra las instituciones, el sistema democrático y las personas. La corroboró, para que no se diga que es un asunto del pasado, en el paro nacional del año anterior. Él fue el portaestandarte de la violencia que se vivió en las calles y el padre de la llamada “primera línea”. Cómo no recordar los abrazos que se dio con los líderes de los bloqueos, que pusieron en jaque a la economía nacional y causaron la ruina de millares de empresarios. Cómo olvidar la logística que le suministró a los promotores de la violencia y el terrorismo en esas horas aciagas.

Pero él sabe actuar en la sombra, de manera soterrada, subrepticia. De esa forma recibió las famosas bolsas de dinero para una de sus campañas. Así planeaba con sus camaradas guerrilleros los atentados terroristas, los secuestros, las extorsiones, el reclutamiento de menores, cuando hizo parte del M-19.

También sabe camuflar sus actos. No tuvo reato alguno en visitar al Papa ni en arrodillarse en una iglesia, a pesar de ser un ateo redomado. Tampoco lo tiene, para calificar a sus opositores de amigos de la violencia, cuando el único que ha portado un arma y la ha apuntado contra las instituciones ha sido él.

Se atreve a decir que Colombia es igual a Venezuela y Nicaragua. Que aquí no hay democracia, cuando se le han dado todas las garantías para llegar a los cargos de poder, a pesar de su prontuario. Cualquier sanción que se le impone, extrañamente, termina cayéndose. Goza de las mieles de esta democracia, pero despotrica de ella, para presentarse como un profeta, el salvador o la fórmula taumatúrgica que llevará al país una prosperidad que solo existe en su mente narcisista, porque en la alcaldía de Bogotá demostró ser un incompetente y un pésimo administrador.             

Afirma que va a defender la constitución de 1991, pero anuncia que el primer acto de gobierno será citar a una asamblea nacional constituyente para tumbarla. Se sueña con esa constitución pequeñita que portaba y mostraba Chávez en sus manifestaciones públicas, la cual solo tenía un artículo, “el Estado soy yo”, como en las épocas de Luis XIV de Francia.

Petro es capaz de voltear todas las propuestas que han alarmado a la sociedad colombiana. Ya no va a detener la producción nacional, ni va a expropiar, ni va a tomar los dineros de los fondos privados. No volvió a hablar del tren elevado, moderno, eléctrico que vinculará a Buenaventura con los puertos del Caribe, ni del tren entre Villavicencio y Bogotá con llegada al mar.

Este candidato promete cosas para las cuáles no alcanzaría ningún presupuesto público. Cómo se le puede creer al populista, cuando, como lo recordó recientemente Vargas Lleras, en su candidatura a la alcaldía de Bogotá se comprometió a ejecutar programas de jornada única, pero de 50 colegios que era la meta planteada, solo se pudo realizar en cuatro, es decir, el 1% de los colegios distritales. Propuso un plan maestro en salud, que solo se ejecutó en un 14%. Dejó 80 obras inconclusas en el sector de la salud. Ofreció la reapertura del Hospital San Juan de Dios que no se dio, pero sí se invirtieron 20 mil millones de pesos. Manifestó que dejaría mil jardines infantiles, después de 4 años, solo se entregaron 6, los cuales, en el 2015, tuvieron que cerrar, porque ni siquiera tenían servicios públicos. Dijo que construiría 100 colegios nuevos, al final de los 4 años, tan solo fueron reconstruidos 10. Entregó a Capital Salud con pérdidas acumuladas, en 4 años, de 579 mil millones. Prometió un instituto de oncología, que nunca se ejecutó. Afirmó que iba a construir 70 mil unidades de vivienda de interés social, solo se concluyeron 2.934. Proclamó que dejaría listo el metro, pero solo contrató unos estudios incompletos, que al final se desecharon.         

Petro tiene mil caras, todas tan foscas, que se pierden en una nubosidad oscura, ininteligible, pesada. ¿A cuál Petro se le debe creer? A ninguno, porque es un mitómano, un populista, un egocéntrico, un incendiario, un inestable mental. 

Queremos el cambio, pero no uno que nos lleve al abismo ni que nos quite las libertades y las conquistas logradas en más de 200 años de vida republicana.  

El Quindiano le recomienda

Anuncio intermedio contenido