Por James Padilla Mottoa
Recuerdo que en nuestros tiempos de niños, el agente de policía era alguien sumamente respetado, figura representativa de una autoridad que constituía un valor inalterable en la sociedad. Hoy, las cosas han cambiado tanto que hasta esos valores que eran pilares en la organización social del país, prácticamente han desaparecido. Son tiempos de crisis en los que diariamente los policías tienen que enfrentarse a turbas violentas que se oponen con todo tipo de armas a los operativos que aquellos tienen que adelantar en su misión de salvaguardar la vida y los intereses de todas las comunidades.
Estamos ante el fenómeno peligroso de pérdida total del respeto a la autoridad, calle abajo en el camino hacia el bandidaje y la anarquía.
Esa pérdida del respeto por quienes representan la autoridad está reflejada en acciones que abordan todos los frentes, incluyendo el territorio sagrado del deporte. Los últimos hechos presentados en uno de los partidos de las cuadrangulares semifinales de la liga colombiana del fútbol profesional nos están revelando que las cosas están marchando muy mal en la mentalidad de los ciudadanos de nuestro país, ahora incluidos los deportistas quienes deben ser ejemplo para niños y adolescentes que son sus principales y más fervientes seguidores.
El pasado miércoles, minutos después de concluido el juego que ganó el Nacional al Bucaramanga, en el estadio Alfonso López, un jugador del equipo leopardo se acercó a la rueda que hacían varios de sus compañeros a los árbitros del partido y de manera intempestiva asestó tremendo golpe al rostro del árbitro asistente Alexander Guzmán, quien cayó al piso con una profunda herida en el arco superciliar, la cual obligó inicialmente a la atención de auxiliares de la Cruz Roja, allí presentes y posteriormente al traslado a un establecimiento hospitalario para un tratamiento más especializado. El autor de tremenda agresión es el jugador Jefferson Gómez, quien ni siquiera había participado en el cotejo por hallarse lesionado; le importó un bledo la autoridad de uno de los miembros del equipo arbitral y mucho menos respetó a sus compañeros, los colores del equipo que dice defender y toda la organización de un deporte que él había escogido como profesión.
Previamente, en el partido que se había disputado en Bogotá entre Millonarios y Junior, en un momento en el que toda la atención estaba dirigida hacia otro sector del campo al término de la contienda, un integrante del banco del cuadro local ingresó para agredir alevemente al defensor Pacheco del equipo de la visita. Salvaje y cobarde agresión de alguien que debe exhibir respeto y consideración por el deporte y sus protagonistas y que creyó que estaba a cubierto en su actuación tan reprobable. No tuvo en cuenta que una cámara alcanzó a captar la escena de su ruin actuación.
Si alguien tiene dudas sobre lo enferma que está la sociedad, yo lo invito para que analice estos hechos.