Jhon Fáber Quintero Olaya
Víctor Hugo en “Claude Guex” cuenta la historia de un hombre que ha sido condenado por hurto debido a la necesidad de brindar comida a su familia. Este individuo en prisión, cuando ya lo ha perdido todo, incluso la justicia, decide asesinar a uno de sus verdugos y por ello es sentenciado a pena de muerte. En una de las interesantes reflexiones cuenta el autor francés que “muchas personas se dejan engañar y, a cierta distancia, confunden la tenacidad con la voluntad y una bujía con una estrella”. Estos sofismas son propios de la actual campaña presidencial.
Sorprende ver como se descalifica a un aspirante por enfrentar amparado con su presunción de inocencia un proceso judicial. La manera como circuló el escrito de acusación por diferentes redes sociales y mensajes instantáneos para lograr una ventaja democrática es realmente deleznable, puesto que nadie puede ser excluido de un proceso político por la mera condición de ser ciudadano igual ante la Ley. Circunscribir la contienda solamente a un juicio penal es cambiar el escenario de la competencia y politizar la justicia. Este último es el peor de los problemas.
Por otro lado, las difamaciones del otro candidato por su pasado judicial tampoco son propias del decoro de una sociedad que ha padecido con tanto rigor la violencia. La diferenciación del delito político de otra clase de conductas debe obligar a una pedagogía ciudadana en la que se rememore las conquistas de la revolución francesa. Sin una transformación del sistema difícilmente tendríamos los derechos civiles que hoy permiten escribir estas líneas. La especulación y la crítica sin contenido se volvió la moda en la actual elección.
Todas estas circunstancias preocupan porque justamente es el Presidente de la República quien simboliza la unidad nacional. Son tantas las fracturas que existen entre los militantes de una u otra causa que será un verdadero desafío encontrar un propósito de convergencia colectiva. El dialogo alrededor de temas diversos de la opinión social y política se torna en tribunas y escenarios de discriminación. Hablar de política es hoy un pecado y el silencio parece la mejor arma de quien pretende evitar antagonismos.
Algunas de las propuestas generan miedos en temas pensionales o de hidrocarburos. Otras parecen tener origen en la mejor invención literaria como el trabajo continuo de 11 horas o la proporción de drogas a los ciudadanos enfermos. Son tantos los reveces de ambos candidatos que las rectificaciones son proporcionales a los escándalos. Por otro lado, los ciudadanos siguen en el limbo frente a las políticas públicas en materia de educación, generación de empleo, infraestructura, el campo y tantos temas que hoy concitan la agenda y las carencias territoriales.
En 8 días la Nación deberá decidir a cuál de los candidatos se favorece como representante, líder y Presidente, por lo que debemos esperar que el ganador sea más virtuoso en el ejercicio de su función que lo que han mostrado en la feroz batalla por llegar a la Casa de Nariño. Ojalá Víctor Hugo no tenga razón cuando expresó que “los ojos de un hombre son la ventana que deja ver los pensamientos que le circulan por la cabeza”, porque la mirada de nuestros dos ganadores no permite ver más allá de la bruma. Ni la acusación ni la difamación son comportamientos correctos como base programática para ganar una elección Presidencial.
Adicional: Lamentamos mucho la muerte del doctor Henry Niño Méndez, Magistrado de la Sala Penal del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Armenia, Quindío, quien dedicó su vida a la administración de justicia. Paz en su tumba y fortaleza a todos sus familiares y seres queridos.