Victoria histórica

21 junio 2022 4:42 pm
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Gilberto Zaraza Arcila

Con la elección del primer presidente progresista y de extracción popular, y de la primera mujer afrodescendiente como vicepresidenta; terminan 2 siglos de hegemonía de un régimen de privilegios, clasista y excluyente de la derecha y extrema derecha reaccionaria.  De un régimen de componendas y complicidades,  de privilegios,  autoritario y represivo, de corrupción e impunidad, establecido por el fascismo uribista durante los últimos 20 años.

El triunfo de las fuerzas alternativas con la mayor votación en la historia de un presidente, es una hazaña, porque representa la derrota del establecimiento, el gobierno, la empresa privada, los partidos políticos tradicionales, las corruptas mafias clientelistas, la iglesia, los contratistas y los parcializados medios de “comunicación”.

También, es la derrota de la guerra sucia, de las amenazas de muerte, del fraude electoral (práctica común y corriente), del constreñimiento de gobernantes y empresarios  que amenazaron con despedir a quien votara por Petro. Es la derrota de la persecución política, de las mentiras, las trampas, las infiltraciones, el miedo y el odio promovido contra Gustavo Petro, a quien satanizaron  de guerrillero, comunista y castrochavista.  A pesar de ser un socialdemócrata respetuoso de las leyes y las instituciones.

La democracia  no es solo hacer elecciones, es respetar la decisión libre de los electores. Es acatar y hacer cumplir la constitución, las leyes y los fallos judiciales. Es garantizar la vida y la seguridad de los ciudadanos. Respetar sus derechos y libertades. Es brindar garantías a la oposición y a la legítima y pacifica protesta. Respetar el equilibrio de poderes, su independencia y autonomía.   Pero nada de eso se cumple. Por eso, la primera tarea del gobierno es restablecer la democracia y las libertades coartadas por el régimen uribista.

El sistema impuesto llevó a la deshumanización, a la insensibilidad,  a ver la pena de muerte,  las masacres, el asesinato sistemático de líderes sociales, la miseria, la corrupción, la injusticia social como parte del paisaje, sin inmutarse, ni conmoverse. De la ignorancia y la pérdida de los valores, surge la altísima votación realizada con la emoción y no con la razón; por un candidato que era una caricatura, enfermo mental, incompetente, corrupto, ridículo, impresentable. Por miedos y odios infundados estuvimos a punto de dar un salto al abismo. La iglesia católica contribuyó con su silencio ante la blasfemia y la solicitud de excomunión  de Rodolfo Hernández. Pero en campañas anteriores cohonestó la descalificación de Petro, porque supuestamente era ateo.

El cambio prometido debe empezar por alcanzar la reconciliación nacional, la  paz y la unidad de los colombianos. Por restablecer el equilibrio de poderes. Por recuperar la soberanía nacional perdida en toda la periferia del país, abandonada y olvidada por el Estado, y en manos de los grupos narcoparamilitares y guerrilleros que  siembran de terror y muerte a sus pobladores. Por librar una lucha frontal contra la corrupción y  la impunidad. Y gobernar y legislar para beneficio de todos los colombianos y no solo para las elites.

Por lograr un gran acuerdo nacional sobre lo fundamental, que  permita aprobar las grandes reformas políticas, económicas y sociales, que el país requiere sin más dilaciones; para cerrar las brechas y salir del deshonroso lugar de ser uno de los países más desiguales del mundo. Los empresarios deben aportar más, dejar tanta codicia y tener mayor responsabilidad social; compartiendo sus exorbitantes ganancias con sus trabajadores, generadores de riqueza.

 Además, se debe adelantar un programa de educación y pedagogía política a los adultos mayores, adoctrinados por los medios de desinformación; para que no vendan más el voto y salgan a votar libremente y a conciencia por la mejor propuesta. Porque parodiando a Facundo Cabral  “Los ignorantes son peligrosos, porque son mayoría y eligen presidentes”.

El gobierno y los colombianos debemos recuperar la dignidad. Se acabó el Estado corrupto,  narcoparamilitar y exportador de mercenarios.  El presidente no será más un simple lacayo que va a Washington con rodilleras a recibir órdenes, porque no somos una colonia.  Y los colombianos no seremos más estigmatizados en el exterior.

El gobierno del Pacto Histórico debe cumplir sus compromisos y propuestas, para poder darle continuidad dentro de 4 años con otro gobierno progresista, al proyecto de construcción de una Colombia más humana, justa, solidaria e incluyente; que permita sacar de la pobreza y la miseria a la mitad de los colombianos. Porque “Defender al pobre no es ser comunista” como lo afirmó el Papa Francisco.

Defender el derecho a una vida digna, a la libertad, a la igualdad de oportunidades, a la fraternidad, no es comunismo. Defender y ayudar a los marginados que sufren, no es comunismo, es humanismo, es amor al prójimo. Eso fue lo que enseñó y practicó Jesucristo. Y no he visto a nadie diciendo que era comunista.    

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