Psic. Daniela García – Instagram: @sicologoenlinea
La comida no solo es un elemento que nos puede servir de alimento, podemos, por medio de una cena, compartir con nuestra familia o ese ser amado; alrededor de la mesa hacer una noche tan especial, que se convierta en inolvidable. Pero… ¿qué pasa cuando la comida se convierte en tu amiga en soledad? ¿Qué pasa cuando siento que la necesito?
Vamos al caso de Felicidad:
Felicidad creció en un núcleo familiar donde, los abuelos y la madre eran los que estaban presentes cada vez que era posible. No faltaron las cosas esenciales: comida, educación, vivienda, ropa o servicios de salud. Puede que pienses que, por orden de ideas, esto empezó por que le faltaba el padre, pero la realidad de la psicología es que se puede generar un trauma por ausencia de los padres en el desarrollo de un niño, aun estando los padres presentes en casa. El desarrollo académico de Felicidad fue óptimo, cumplía con sus actividades, pero tenía rasgos de timidez. A los ocho años sufrió una situación de abuso que la llevó a aislarse un poco más de su entorno. A pesar de esto, en la casa la sobreprotegían, tenían una estructura familiar tradicional donde debía ser y hacer lo que los padres querían. Por aquellos tiempos, para la generación de quienes crecían entre los 80’ y 90’, seguramente escucharon: “no salga tarde a la noche porque puede pasarle algo”, “mire que está todo inseguro” o “mire que están matando gente”. Por ello, al igual que Felicidad, muchos otros empezaron a adoptar los miedos del entorno y continuar con la tradición de “no dar papaya”.
Vamos a los detalles: una familia colombiana tiende a reunirse alrededor de un sancocho un domingo. Es el principal recuerdo que, de adultos, nos puede empezar a generar nostalgia. Por lo que puedo querer replicar ese momento de la infancia (comer cuando te sientes solo).
Felicidad no creció en espacios donde compartiera con otras personas de su edad. La timidez puede hacer, no solo que felicidad sienta inseguridad de la persona en desarrollo, de su aspecto físico, también puede dificultar su comunicación con los demás, lo que hace que tenga más tiempo en soledad (compañía la comida cuando ella lo necesitara). Lo ideal de una persona es que aprenda de su soledad, pero teniendo en cuenta los factores del crecimiento, difícilmente podrá aprender a valorar sus momentos a sola dado que pudieron surgir por necesidad.
En el desarrollo pudieron pasar varias cosas. Por un lado, se quiso integrar, por lo que trato de verse de la manera en la que se suponía que debía verse a su edad. Por tanto, se creó la necesidad de hacer dietas con efecto rebote emocional (al momento en el que le costó integrarse, volvió a comer de más). Por otro lado, pudo, aparentemente, “no afectarle lo que decía, de ella”, probablemente, la compañía de la comida fue mayor, para llenar esos vacíos que sentía, y, así, hacer que no duelan tanto.
Una persona al pasar un evento de abuso puede ayudarse con la comida en momentos de mucha tristeza. Quizás sintió la necesidad de usar ropa que ocultara su físico (ropa varias tallas más grandes), llevar un aspecto más desordenado, que le generaba la seguridad de no llamar la atención de una persona que ella sintiese que le puede hacer daño. Esto no quiere decir que sea la única manera en la que una persona da rasgos de abuso. Puede estar la otra cara, con una tendencia a una mayor rudeza e independencia, que genera una coraza de seguridad aparente para quien siente algún tipo de inseguridad.
Por último, pero no menos importante, hablemos del hambre emocional en la edad adulta. Sentir la necesidad de comer en cantidad o seguir comiendo, aun cuando sabemos que comimos lo necesario. Se despierta en el individuo a raíz de niveles altos de estrés, ansiedad y/o tristeza incontrolable. Identifico el hambre emocional cuando siento la necesidad de ingerir alimentos de altas calorías y niveles nutricionales bajos.
¿Últimamente estás comiendo con frecuencia galletas, gaseosas, muchas piezas de sushi, papitas, salchipapas, perros calientes, entre otros? ¿Aun cuando sabes que comiste bastante quieres comer más? ¿Cambios de peso repentinos? ¿Empiezas dietas con frecuencia, pero las dejas muy rápido? ¿Te dices: “no voy a comer tanto”? Cuándo comes un poco de más, ¿te sientes culpable por hacerlo?
Si cumples 3 de estas cinco preguntas mencionadas, es recomendable la valoración por medio de un profesional en psicología o un médico.