Por Johan Andrés Rodríguez Lugo
Ya pasó una semana desde las votaciones y en 7 días han ocurrido cosas inimaginables. Es atrevido afirmar que se hizo lo imposible, pero no he encontrado otra expresión para explicar lo ocurrido: se hizo lo imposible. Seré sincero, dudé, mi fe se puso en juego varias veces, aunque desde el inicio tenía claro el resultado que quería para mi país, con la costumbre que se ha manejado y la plebitusa, la consulta anticorrupción, las votaciones anteriores nacionales y locales, era inevitable para mí no confiar, que de hecho ya es un acto de fe que pocas veces frecuento pues por lo general siempre me preparo para el escenario desastroso procurando que el golpe sea menor, así que guardé la calma y dejé que la sonrisa llegara a mi rostro cada que salía un avance de resultados.
Recordaré que estuve de jurado de votación el día que Colombia votó por el cambio, porque hay que decirlo, aunque muchos aún no lo crean, lo que viene será diferente, quizás no lo veamos el primer año, pero este será el inicio de una renovación sobre la forma de ver el país, de entendernos como sociedad y de comprender que la unión ciudadana puede generar resultados totalmente positivos. No es justo que al día siguiente los medios de comunicación se hayan aliado al decir que gracias a las votaciones las inversiones, indicadores económicos y la sociedad estaba inestable. No ha sido justa la exigencia al gobierno entrante de organizar lo que está desorganizado, porque pareciera que ahora entonces todos tienen sentido patrio y conocen y saben y se enteran y cuestionan a la administración estatal. Es curioso, pero maravilloso, ahora sí todos estaremos pendientes de las decisiones gubernamentales, es decir: Se logró lo imposible.
Entre los cambios más significativos que tendremos como sociedad, uno es el mandato de aprendernos realmente la filosofía de “vivir sabroso” que, aunque suene común, cotidiano y corriente, ha generado gran debate, sobre todo esta semana, cuando Claudia Palacios, periodista de Noticias Uno y columnista del periódico El Tiempo, le hizo una pregunta que pocas veces se le hace a la vicepresidencia y era que si iba a habitar la casa dispuesta para este cargo o si esto no representaba lo que denominaba como “vivir sabroso”* . Claramente y como siempre, Francia se quedó callada, pensó su respuesta, cosa que pocas personas procuran hacer antes de contestar, se tocó sus manillas, miró hacia abajo y con una sonrisa respondió, entre otras cosas, que habitar una casa y tener escoltas no era lo que se denominaba vivir sabroso. Me pareció sorprendente que luego de una campaña, Claudia no se hubiese tomado el tiempo de investigar sobre el concepto, ni de leer los textos disponibles, pues yo reconozco en ella una gran profesional, pero como todos, cometemos nuestros errores.
Lo que vino luego fue lo esperado: memes, críticas, videos editados con humor, tweets, publicaciones, explicaciones, publicaciones, críticas, publicaciones, críticas, hasta que Claudia publicó su columna para explicar lo ocurrido, aunque fue peor la medicina que la enfermedad, pues al leerla**, nos hace una propuesta interesante sobre un gran pacto de comunicación que lastimosamente se opaca por un acto totalmente testarudo y orgulloso pues no reconoce el error que como periodista cometió y es que, según he aprendido, las preguntas son nuestra responsabilidad, no lo que entienda el entrevistado, por ello debemos tomarnos el tiempo de formularlas tan hábilmente que no se presten para malinterpretaciones, porque luego de dicha la palabra no hay reversa y debemos hacernos cargo del resultado, algo que Claudia no hizo y que lamento nuevamente porque con esto se da otro golpe a nuestro ejercicio periodístico que ya tanto se ha cuestionado gracias a la revista semanal y esos periodistas – periodistas, que solo sirven a intereses y a sus egos.
Sin duda la comunicación no es tan sencilla como creíamos, por eso está en constante estudio, sobre todo en este momento cuando en las redes sociales las opiniones, ideas y libertades están totalmente disponibles para todos y todas. Pocas veces nos hacemos cargo de nuestras palabras, pues las vamos soltando por ahí como si fueran simplemente brisa que cae y apenas si moja, pero no dimensionamos el poder que una palabra dicha puede generar en quien la escucha. A veces decimos cosas, porque siempre queremos decir cosas y creemos que es necesario, además, decir cosas, pero luego, cuando el resultado no es lo que esperábamos, cuestionamos al receptor de que no nos entendió nuestra percepción de mundo, cuando pocas veces nos tomamos el tiempo de mirar hacia el otro lado antes de decir: te amo, estás gordo, estás flaca, esa decisión no te hace bien, por qué no haces lo que hacen los demás, por qué duermes todo el día, por qué no trabajas, por qué quieres todo regalado, por qué no vives sabroso.
Hay mucho por aprender y comprender de lo que viene para el país. No esperen, por favor, que en cuatro años el cambio sea estructural, esto es apenas el inicio, solo el primer paso, solo la chispa que se necesitaba para iniciar, porque ahora nuestra responsabilidad es mucho mayor, ahora debemos unirnos, debemos formar país, debemos dejar los odios y las diferencias y trabajar en el devenir colombiano. Considero que la violencia y la guerra a la que nos tenían acostumbrados ya cesó. Hagamos las cosas diferente, procuremos la empatía, la escucha y la comunicación. Tratemos de aprender de la diferencia y permitámonos conocer otras realidades, sobre todo en el Quindío, en donde todavía pensamos que vivir sabroso es llenar una lista de chequeo en la vida: Tener casa, carro y beca, una familia, unos hijos y unas deudas, incluso creer que es no hacer nada y "esperar todo regalado". Es mucho lo que debemos aprender, pero podemos empezar. El cambio también está en nosotros.
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