Por Jimena Marín Téllez
Algunas personas han alegado que hubo fraude en la elección de Gustavo Petro. Yo estoy convencida de que no hubo tal cosa.
El resultado de las elecciones de 2022 tiene un trasfondo mucho mayor del que se ve a simple vista. Todo empezó en 2010, aunque no lo creamos.
En tal año, el ex mandatario Juan Manuel Santos fue elegido como presidente para el periodo 2010-2014. Es claro para los que tenemos algo de memoria política que Juan Manuel Santos fue elegido gracias a su antecesor, Álvaro Uribe Vélez.
Juan Manuel Santos era el candidato del Uribismo y del que antaño fuera su partido, el Partido de la U. Allí estaban Roy Barreras y Armando Benedetti, los hoy aliados con el presidente electo Gustavo Petro. Uribe salió numerosas veces en defensa de su candidato y logró que Santos fuera elegido. Es decir, le debe su candidatura y posterior mandato.
Posteriormente, algunos meses después de iniciado su Gobierno, JuanPa, como le decían a raíz de un video de una de sus seguidoras, traicionó a Uribe al no seguir ciegamente las políticas que su mentor le quería imponer. Desde ahí se generó el odio acérrimo que aun hoy mantiene el ex presidente Uribe por Juan Manuel Santos.
Esto llevó a que, en 2016, cuando Santos impulsó el referendo por la paz, Álvaro Uribe y sus amigos fueran los primeros en desprestigiar el Acuerdo de Paz con mentiras y rencores. Tan es así, que el referendo por la paz perdió en las urnas, deslegitimando los esfuerzos que se venían realizado hacía varios años en La Habana con la guerrilla de Las Farc.
Juan Manuel Santos, contrario a lo que dictó la voluntad popular manipulada por las mentiras del ex presidente, decidió firmar el Acuerdo, enfureciendo aún más a sus adversarios del recientemente constituido Centro Democrático.
Así las cosas, con el mal manejo de Santos de la firma del Acuerdo de La Habana (ya que no debió someterlo a referendo), se crearon con fuerza los dos extremos que más adelante pondrían al país a decidir entre Petro y Rodolfo Hernández: los pro paz y los contra paz, liderados por el señor Álvaro Uribe.
Para nadie es un secreto que el Acuerdo de Paz, con todos sus defectos, mejoró la vida de la población rural afectada por la guerra en gran medida. Las personas pudieron volver a sus fincas, en especial los campesinos que se encontraban desplazados en las ciudades. Se acabaron en muchos sitios las vacunas y amenazas constantes y se redujeron los secuestros.
Por lo tanto, todas esas personas que se vieron beneficiadas por el Acuerdo, más aquellas personas que inicialmente lo apoyaron por convicción política o intelectual, se vieron enfurecidos contra el Uribepartidario Gobierno del señor Iván Duque Márquez.
El presidente Duque, aunque con muchos aciertos en política monetaria y pocos en otras aristas, falló estrepitosamente en la implementación del Acuerdo con la guerrilla de Las Farc.
Fiel a su promesa de campaña de destruirlo, lo obvió hasta la máxima expresión. Cumplió lo mínimo posible para no incumplir internacionalmente, generando que muchos ex combatientes volvieran a las armas y que, los que no, lo criticaran ampliamente.
Por lo tanto, Duque, quien en otras circunstancias hubiera podido ser un gran presidente por su crecimiento económico e impecable manejo de la pandemia (contra toda expectativa), pasará a la historia como un fracaso de mandatario.
En especial, será recordado por ser el gobernante que llevó al poder al primer presidente de izquierda. Los votantes de Petro fueron, en gran medida, personas que no soportaron ver morir de manera definitiva el Acuerdo de paz y, por eso, omitieron los grandes o pequeños defectos del presidente electo en pro de la verdad, justicia y reparación.
Entonces, no es sorpresivo lo que sucedió. Es, simplemente, lo que se puede esperar cuando un presidente piensa solo en Bogotá y en las ciudades capitales pero no en las poblaciones realmente afectadas por la guerra. No por nada Gustavo Petro ganó principalmente en las zonas antigua y actualmente asediadas por la violencia.
