Johan Andrés Rodríguez Lugo
Entre los ejercicios de duelo a los que he asistido durante años, hablar de lo que no hablo con nadie es uno de los momentos más complejos. ¿Cómo darle palabras a un dolor que solo siento yo?, ¿Cómo expresar con palabras aquello que solo me duele y me afecta y me conmueve a mí? He aprendido que en muchas ocasiones no es que no sepamos darle forma, sino que pensamos que como el otro no siente lo que yo siento entonces mis sentimientos no son importantes. Muchas veces subestimamos a quien nos escucha y no queremos incomodarlo con nuestros dramas cotidianos que pensamos superfluos, porque al racionalizarlos, solo nos afectan a nosotros, pero son importantes, porque si nos afectan algo deben tener y de alguna manera se han de curar, por ejemplo: hablando, contando, narrando las experiencias o los recuerdos que desencadenaron esos sentimientos.
Mamá era una mujer callada, a pesar de ser profesora, poco hablaba de lo que sentía o de sus recuerdos, siempre que le pedía que me contara sobre su vida de niña o adolescente, me decía que no había mucho que contar y cuando ponía cierto tipo de música me decía que no le gustaba, que la hacía recordar y que era mejor no recordar para no volver a vivir ese dolor, ¿Cuál dolor? Nunca supe, nunca me dijo, solo trataba de huir de esos recuerdos. Al preguntarle a familiares o amigas de ella, coinciden en que poco se puede decir del pasado, quizás situaciones que no tienen nombre o que para el bienestar general es mejor no hablar. El silencio como mecanismo de defensa ante lo que fue y lo que no queremos que vuelva a suceder. Y así se marchó, sin muchas palabras, tal vez queriendo pedir disculpas, o solicitando cosas que nunca fue capaz de decir, solo el silencio y una mirada de adiós.
Pensamos a veces que el no hablar de lo sucedido genera el olvido. Creemos que, si dejamos de mencionarlo y lo ocultamos, es como si no hubiese pasado, y así lo repetimos con muchas cosas, experiencias y personas, hacemos como que eso nunca ocurrió y seguimos la vida creyendo que el olvido es la respuesta, pero como hemos visto, en el futuro pasan factura. El eterno retorno a estos temas inconclusos se presenta en cualquier momento, en una canción, un espacio, una palabra, otra persona que llega y nos hace recordar aquello de lo que no volvimos a hablar y entonces nos encontramos inmersos en un estado de dolor y sufrimiento al que no podemos darle nombre porque no sabemos recordar. Y entonces, el sufrimiento, el dolor y la incertidumbre. Por eso hacer los duelos es importante, cerrar los ciclos es necesario, no importa si la forma es pintando el cabello, alejándonos de los espacios o simplemente escribiendo un diario. Drenar los sentimientos es lo que necesitamos para superar aquellas situaciones que nos afectan y nos duelen. Si la manera es con profesionales, pues mucho mejor, si es con terapia, ni se diga, pero alguna forma debemos encontrar para esto.
Nombrar lo innombrable ha sido una de las banderas de la Comisión de la Verdad. Esclarecer lo sucedido a partir del recuerdo. Escuchar las historias, conocer el territorio afectado por la violencia, encontrar personas que tienen esa necesidad de decir cosas, que quieren que su historia se conozca, que no han podido expresar sus sentimientos, reconocer que el Estado nunca ha sido el ente presente para proteger, cuidar y ayudar a quienes han sido víctimas de un proceso que solo ha perpetuado el olvido, el dolor y la muerte. Reconocer que son víctimas y que merecen la reivindicación, el esclarecimiento de los hechos, saber por qué les pasó lo que les pasó, la promesa de un proceso justo de reivindicación de una vida que ya se fue, pero no se debe repetir. Que el futuro sea esperanza para quienes nacen, que lo que sigue luego de años de violencia, tortura y muerte, sea tranquilidad, compañía, amor y paz.
Luego nosotros, la pregunta que nos hace el padre Francisco de Roux, ¿en dónde estábamos mientras todo esto sucedió? Reconocer y aceptar que el país permitió y permitimos escenarios reprochables de violencia y desaparición. Que nuestra indiferencia también hizo parte del horror perpetuado en los territorios. Que ni los medios de comunicación fueron garantes del esclarecimiento de los hechos y que la investigación nunca estuvo del lado de la verdad, aunque se alardee constantemente que el periodismo la busca. Pero bueno, definitivamente no podemos volver el tiempo atrás y los muertos no van a revivir tampoco. Nos queda reconocer el pasado, aceptar los errores y generar escenarios de diálogo, empatía y escucha.
El botiquín contra el olvido* es una de estas herramientas que nos ofrecen los comisionados para iniciar los escenarios de diálogo y participación en el tema de la búsqueda de la paz. Hablar de la violencia sin miedo, sin rencor y con el ánimo de reconocernos en un país que ahora puede hablar de otras cosas. En esta herramienta se incluyen actividades propuestas por artistas que buscan acercarnos al tema y a trabajar con nuestras comunidades y familias en reconocernos como ciudadanos a los que también les ha afectado el conflicto. Hay canciones, fotografías, historias, actividades manuales, un amuleto, afiches con palabras de paz, amor y reconciliación, recetas de un sancocho de paz y otras tantas que ayudarán a que todos conversemos sobre esto y encontremos los puntos en común.
Esto es de todos y la responsabilidad es grande, si aún no comprendemos o dimensionamos lo sucedido, la invitación es para iniciar las lecturas del informe final, en la página de la Comisión* hay muchas herramientas, si no queremos leer, podemos escuchar, si lo que nos gusta son las imágenes, hay fotografías, pinturas y dibujos, si nos gustan los datos, hay muchísimos. La idea es que iniciemos, con paciencia, pero haciendo el ejercicio. Dejemos de pensar que todo esto le ocurre a otros, tenemos que hablar de todo esto, ya no podemos ni debemos callar, también está en nosotros el futuro de la paz.
*https://web.comisiondelaverdad.co/panas-de-la-verdad/elbotiquin