Por Valentina Suárez Fernández
Castración es la técnica quirúrgica destinada para retirar los órganos sexuales en los animales – incluyendo los humanos. Ha sido usualmente utilizada para realizar controles para la sobrepoblación de los animales, no humanos.
Pese a su intencionalidad biológica y bioética inicial, para los humanos de manera particular se ha dado por condiciones religiosas desde hace siglos. En Europa, Oriente Medio, India, África y China, este tipo de prácticas ha sido usual. Por citar algunos casos; en el judaísmo se practicó cortando el prepucio a los enemigos vencidos; en Mesopotamia las prácticas homosexuales eran castigadas con la castración, al igual que en la antigua Roma durante el periodo liderado por Constantino.
La guerra, escenario de los mayores vejámenes para los semejantes desde la antigüedad, hasta hoy, nos recuerda nuestra propia tiranía, nuestra necesidad animal de ser el mayor depredador del planeta y nuestra capacidad de aniquilar al otro incluso decidiendo sobre su propia reproducción.
No muy lejos, en la Segunda Guerra Mundial, Alan Turing, matemático, famoso por descifrar los códigos nazis y considerado el precursor de la informática, sufrió la castración química en 1952 por su homosexualidad, dos años después se suicidó. En la guerra de guerrillas en Colombia las mujeres eran obligadas a abortar o a ser castradas a través de la extracción de órganos reproductivos.
La castración, pese a la posibilidad de realizarse en los sexos, ha marcado la historia de los hombres, ha sido una pena en las guerras, una condena para quienes ostentan orientaciones sexuales distintas y una alternativa para quienes no quieren procrear.
A propósito del Pride – que viene de la palabra proud – orgulloso en inglés-, día que le permite a muchos de los excluidos salir, reconocerse en ellos y a través de otros; y después de reconocer una historia de castración quirúrgica, química y emocional, esta contracultura, que en palabras de Theodore Roszak en su libro del nacimiento de una contracultura. (1968), ofrece la posibilidad de ser amado, dignificado y reconocido por las instituciones que históricamente han sido castradoras. Love is Love. Love is live
