La política, hoy

13 julio 2022 6:43 pm

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                                                                                          Aldemar Giraldo Hoyos

 

Su origen etimológico es solo un accidente; sabemos que la palabra “política” viene del griego polis (comunidad organizada en la ciudad, que originalmente significaba plaza fortificada o muro), pero podría haber provenido de otra cultura y de otra acepción o término. La política se refiere a los asuntos de la polis, a los intereses compartidos.

Los romanos sustituyeron el término política por el de Res pública, señalando el carácter público del ámbito propio de la política: política es la cosa pública (los asuntos del pueblo), la cual trasciende los intereses particulares de los ciudadanos.

 A través del tiempo se ha incorporado un sentido ético a la política, convirtiéndola en una disposición a obrar en una sociedad utilizando el poder público organizado para lograr objetivos provechosos para el grupo. Así, las definiciones posteriores del término han diferenciado poder como forma de acuerdo y decisión colectiva, de fuerza como uso de medidas coercitivas o la amenaza de su uso.

El rescate de la visión ética de la política conlleva una revalorización de la misma, la pone en un punto más alto dentro del esquema axiológico humano, pues la política deja de ser un simple medio para ejercer el poder político y pasa a transformarse en un fin en sí mismo: la política como realización humana

La política no es la aceptación del dominio de un hombre por otro hombre igual, a través del recurso de la legitimidad, sino que representa un ideal y una dimensión humana propia. De esta manera, se rescata la filosofía práctica de los clásicos, en la cual la política está unida a la ética ciudadana, al servicio público y a la doctrina de la vida buena y justa.

Un concepto integral de la política podría ser así:” la política es una aspiración humana de trascendencia que se concreta en una serie de actividades tendientes a asignar y decidir fines y objetivos colectivos, mediante una confrontación o disputa de propuestas” (Jiménez, B.:2012).

Hoy, el Estado moderno y la sociedad internacional de estados han sido cooptados (atrapados) para satisfacer demandas particulares privilegiadas; a nombre de las grandes cosas de la política, se satisfacen pequeñas cosas que se hacen pasar por políticas; como bien lo denunció Maquiavelo, “la política tiene fines ilegítimos, como la salvación del gobernante, el cuidado de sus bienes y los de sus amigos, la salvaguarda de los intereses particulares y el ejercicio del poder por el poder mismo”.

Algunas conductas de politiqueros de oficio (aquellos que bastardean los fines de la actuación política o envilecen sus modos; que hacen política de intrigas y bajeza), socializadas a través de los medios de comunicación, nos invitan a hacer un alto en el camino, a barajar de nuevo y a castigar esos grupos que los patrocinan con una legislación más fuerte y, definitivamente, a cerrarles el camino por medio del verdadero voto de castigo, el cual les cierre su actuación funesta, para siempre. Como cosa rara, los llamados políticos manipulan proyectos de carácter social, defraudan el erario y se enriquecen a costa de quienes esperan la acción del Estado.

Tal vez, el ejercicio de la política contemporánea, tan proclive a los excesos, la vanidad y la corrupción de los políticos, necesite fuertes dosis de entendimiento ético sobre la política. El camino no es fácil, pues tanto la práctica, las ideologías y el estudio mismo de la política han abandonado esta importante concepción. Quedamos a la espera de un nuevo Honorable Caco. Como decía mi abuelo Delibes:Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad”

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