Por Jhon Jairo Hernández Montilla
Álvaro como le dicen los amigos, docente de la Universidad del Quindío por más de 30 años, antropólogo y sociólogo, ha sido siempre un rebelde, es prácticamente un tótem en todo lo relacionado a los estudios asociados a los fenómenos de la violencia, creó la línea de investigación, territorio, conflicto y poder en la Facultad de Ciencias Humanas y Bellas Artes de la Universidad del Quindío y posteriormente de este trabajo surgen una serie de cátedras que buscaban fomentar en el estudiante la reflexión sobre los problemas colombianos
Sus análisis nunca se han basado en la ideología, sino todas sus apreciaciones surgen a partir de sesudas reflexiones sociológicas y antropológicas, donde siempre están pensadores de cabecera como: Max Weber, Emilie Durkheim, Robert Mertón, Marcel Mauss, Manuel Castell, Johan Galtung, Pierre Bordieu, Wright Mills, por citar solo algunos de los grandes pensadores que tiene como referentes en sus clases.
El proyecto de vida del profesor Álvaro desde el campo académico, siempre ha sido mostrar la importancia que tiene para la sociedad, comprender las lógicas y las dinámicas asociadas a la violencia espontánea y la violencia criminal en sus diversas manifestaciones.
Una de las cosas que más recuerdo de las clases de sociología de Álvaro, era cuando este al estar abordando el pensamiento de Marx en clase, haciendo alusión a los manuscritos del joven Marx, siempre decía “fue un gran pensador de la sociedad de su tiempo y que él nunca se declaró marxista”, por el contrario, siempre dejaba claro que hay que tener cuidado con la ideología, a la hora de analizar un fenómeno social, ya que la ideología hace que la gente vea una falsa realidad, invitaba por tanto a revisar a un autor, siempre considerando que escribió en un momento histórico determinado y que hay que tener cuidado con los dogmas que se disfrazan de teoría política.
Desde lo que se ha denominado en términos políticos, como marxismo, se ha pretendido explicar el fenómeno criminal, solo desde la perspectiva del modelo económico y que este producto de la desigualdad social, genera el delito como una consecuencia de la acumulación originaria de capital; esta lógica asume la conducta criminosa como un mecanismo de protesta ante un estado de cosas injusto, lo que trae como consecuencia lógica, que una vez desaparezca el modo de producción capitalista, entonces el delito desaparecerá por completo de la sociedad.
Frente a esta definición tan simplista de los marxistas frente a los hechos delictivos, el profesor Fernández en unos minutos derrumba esta apreciación, ya que él, plantea una serie de hipótesis que deben ser consideradas a la hora de buscar comprender los fenómenos asociados a la violencia espontánea y criminal, para ello hace una seria revisión del estado del arte, partiendo desde la teoría del capital social, pasando por las tesis de orden social y político, abordando la teoría de la impunidad por citar solo algunas.
Los resultados más de 30 años de trabajo académico del profesor Fernández, se han convertido en libros, uno de los más importantes fue la investigación financiada por la UNODC (organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), en la cual participo en un estudio regional frente a las mulas del narcotráfico en el eje cafetero, proyecto que recopilo importantes datos que revaluaban muchas consideraciones sociales y académicas, que se tenían frente a este fenómeno asociado al narcotráfico, el trabajo fue tan importante que fue dio lugar a un libro del mismo título.
Como todo proceso empieza a tener resultados con el tiempo, primero se siembra la semilla, luego se abona y posteriormente se cosecha, fue así como después de este trabajo sobre mulas, surge el proyecto de crear el Observatorio Social en la Facultad de Ciencias Humanas y Bellas Artes de la Universidad del Quindío, este importante proyecto contó con el apoyo de otros dos investigadores; Néstor Giraldo y Leonardo Vega Umbacia y de esa forma empezaron a realizarse una serie de investigaciones sociales que buscaban recoger información relevante, para que la Universidad tuviera una lectura del contexto social en el cual ejerce un grado de influencia.
Frente a los retos que se ha trazado el nuevo gobierno que asume el 07 de agosto, se avizoran en el país, importantes cambios, varios de ellos, relacionados con temas de paz, convivencia y seguridad ciudadana, frente a esta nueva agenda política, resulta necesario fortalecer proyectos como el observatorio social de la Universidad del Quindío, y apoyar también el de conflictos sociales y urbanos de la Universidad Von Humbolt, ya que estos centros de investigación sirven de base para tres cosas:
- Realizar una gestión interna y externa, que permita articulación con las fortalezas institucionales al interior de la Universidad, fortaleciendo la extensión social y cualificando las prácticas profesionales en los distintos campos de actuación profesional de los estudiantes
- Lograr una articulación transdiciplinar de conocimientos, que permitan articularse con los sistemas de información que tiene el estado, sus agencias, y la sociedad.
- Efectuar una contrastación y análisis en series históricas en una línea de tiempo para observar lógicas y dinámicas sociales asociadas a los fenómenos de violencia en todos sus tipos.
El trabajo de un observatorio social, sirve entonces para consolidar procesos de investigación a partir de datos confiables, que sirvan como soporte para la toma de decisiones estratégicas frente al abordaje de distintos fenómenos sociales asociados a la violencia, es por ello; importante resaltar que otro de los grandes aportes que hace un observatorio, es que, durante todo el año, se confronta el analista e investigador con el estado del arte existente, frente a las dinámicas de violencia, y se revisa lo que dice: Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Brasil y en general el mundo, frente a un tema específico.
Se genera entonces un proceso dialógico donde se contextualizan esas dinámicas, dentro de que teorías se enmarcan y a partir de que conceptos se representan, como se articulan los distintos tipos de violencias; si es de tipo sexual, interpersonal, homicidio, esto unido a un cruce de variables, puede enriquecer el cuadro para saber dónde se cruzan y donde se potencian.
Los Estados Unidos han demostrado que hay mucha tela que cortar frente a las teorías que explican los fenómenos criminales, han entendido que estas varían de acuerdo a aspectos: psicológicos, tomando desde la teoría del vínculo, pasando por los estudios realizados por el profesor de la Universidad de Stanford Philipe Zimbardo, y los su teoría de las fuerzas situacionales, abordando también teorías venidas de la sociología y criminología, tales como: la del aprendizaje criminal, la teoría del etiquetamiento social, hasta llegar a los estudios del profesor Robert Hare experto en las conductas de tipo sociopáticas, considerando también factores como la identificación grupal, la ecología social y la escuela económica de Gary Becker, el cual considera el delito desde una perspectiva racional que busca obtener el máximo de ganancia minimizando el riesgo.
Hablar con el profesor Fernández es como entablar un dialogo, con los grandes pensadores de las Ciencias Sociales de todos los tiempos, cada alusión sobre algún tema, implica la cita de un autor con su respectiva teoría; algo para resaltar en este intelectual Quindiano, es que jamás opina y habla desde el rigor científico, por eso resulta difícil comprenderlo para la persona común, incluso muchos de sus colegas universitarios de menor capacidad intelectual, lo repelen por su alto nivel de conocimiento.
Hoy que el presidente Gustavo Petro Urrego asume como presidente de la república de Colombia, es necesario que mire la Universidad del Quindío, más allá de la matrícula cero, y considere impulsar aumentar los recursos que se destinan para el funcionamiento del observatorio social, para que se potencie la línea de investigación de territorio, conflicto y poder y en un acto de reconocimiento, a esos docentes que han dedicado su vida a los estudios asociados a los fenómenos de violencia, les asignen recursos dignos para que su trabajo no se acabe por falta de apoyo o trabas burocráticas. Por lo tanto, es necesario que se le dé el lugar que corresponde a los intelectuales en esta nueva era de conocimiento, ya que no se puede pensar un proyecto de universidad seria, sin que la investigación social sea base fundamental de sus decisiones.
No se puede olvidar que el modelo infame de contratación que tienen las universidades públicas en Colombia, ha creado un sistema de castas, donde los únicos que tienen posibilidades de crecimiento profesional y estabilidad laboral, son los profesores de planta, y que por ello investigadores de la talla de Álvaro Fernandez, no han podido sentarse a escribir el trabajo de toda su vida, “la teoría del efecto de localización”, una construcción intelectual que puede revaluar muchas cosas que se creen sobre el por qué se presenta la violencia criminal en una sociedad.
Se puede decir que EE. UU. es un imperio gracias a que es una potencia mundial de conocimiento, debido a los importantes centros de análisis e investigación con que cuentan varias de sus más prestigiosas universidades, este país a pesar de las diferencias sociales y políticas existentes, ha entendido que no se puede intervenir un fenómeno sin antes conocerlo y haberlo estudiado, por eso cuenta con grandes teóricos que han aportado al mundo importantes conocimientos, que sirven en el mundo de base para intervenir escenarios de alta conflictividad y violencia.
No se puede seguir opinando sobre algo tan complejo como la violencia y sus diversas manifestaciones, mucho menos pretender reducir la criminalidad al asunto de la desigualdad social, que descarga todos los problemas en el modelo económico, si eso fuera cierto; entonces no habría redes de prostitución en Cuba, no se hubiese aumentado la criminalidad organizada en Venezuela, en el gobierno del presidente Hugo Rafael Chávez Frías, el cual hizo una serie de proyectos sociales que le daban a la gente desde casa gratis, con dotación completa, les financiaban proyectos de desarrollo económico y fuera de eso les daban una tarjeta de crédito para gastar en sus necesidades, y a pesar de toda esta redistribución de la riqueza, producto de la bonanza petrolera, surgieron temibles organizaciones criminales tales como: la banda del Coky, el Tren de Aragua, que en pocos años convirtieron a caracas en la cuidad con la tasa de homicidios más alta del continente, y que luego se fueron expandiendo por otros países del cono sur.
Si bien es cierto que la investigación social no es para todo el mundo, y se requiere ante todo pasión, entrega, disciplina, un espíritu espartano, debido a las complejidades del trabajo, si es claro, que ninguna Facultad de Ciencias Sociales que se presuma seria, puede carecer de un observatorio social, el cual permita comprender las dinámicas sociales a partir de una serie de líneas de investigación previamente establecidas, permitiendo que las prácticas profesionales de sus estudiantes, sea una intervención basada en evidencias.