Qué nos pasa

21 julio 2022 5:01 pm

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Roberto Estefan Chehab          

Hemos centrado las preocupaciones del futuro de la patria en una idea paradigmática: es un anhelo que cambien muchas cosas y eso se votó por absoluta mayoría, tanto desde el centro, como desde la izquierda e incluso de derecha. En eso estamos de acuerdo. Lo muy discutible radica en lo que muchas personas han entendido como “cambio”. Pareciera que el pueblo, en general, está usando el sofisma que puede conllevar el término “cambio” como un significado de que nada de lo construido, durante más de doscientos años de la república, sirve para nada y, por ende, todo debe ser distinto lo que implicaría una especie de terremoto devastador en las instituciones para después, sobre escombros, intentar refundar un nuevo país. Nada más absurdo. Colombia, con muchos problemas de fondo por resolver, se ha ido construyendo a través de aciertos, logros y también equivocaciones, pero el balance justo es más positivo que negativo. Seguimos siendo en el contexto global un país en vía de desarrollo, pero no se le puede endilgar a nuestro proceso, joven, por cierto, un fracaso y una descalificación que sale más de las emociones que de la realidad y la justa proporción de un análisis coherente y sano. Hemos sido ingratos, en muchos casos groseros, agresivos e incoherentes y una muestra de ello ocurrió ayer, veinte de julio, en la instalación del nuevo Congreso de la Republica: claro, ahí se evidencio algo indiscutible: un cambio urgente estriba en la forma como se ha educado al colombiano. Que muestra tan vergonzosa e improcedente la que tuvimos que presenciar por parte de varios nuevos investidos para representar a la sociedad. Arengar al presidente de la república para boicotear su discurso es un preocupante elemento diagnóstico que nos lleva a pensar en que la falta de argumentos sólidos, la manipulación de la historia, la mala fe, que al parecer motivó a sendos congresistas, motivó un desorden y una serie de intervenciones impropias, polarizadoras, guerreristas e irresponsables: no se trataba de una manifestación callejera, no señores, es el nuevo Congreso, el que se jacta de ser la esperanza por algo mejor para todos. ¿Esa es la verdadera puesta en escena de un pacto por la reconciliación y la unión? ¿Acaso las palabras de un exguerrillero, aún cuestionado por no cumplir con lo pactado en el acuerdo de paz, además de mostrarse como un ciudadano incuestionable, son garantía de algo positivo? ¿o los gritos de un enemigo manifiesto del uribismo, son muestra de objetividad y coherencia? ¿o la ingratitud y la falta de gallardía y nobleza, al tratar de mentiroso al presidente, a pesar de la claridad con que mostro los logros de su plan de gobierno, en busca de equidad, es un buen signo de que tenemos gente que realmente quiera que la patria continue por un buen camino, trabajando para corregir errores, pero también para respetar e impulsar los buenos resultados de la gestión que termina? No. Lo que pasó ayer es un campanazo: no parece que haya verdadera disposición de un “cambio” para bien y eso es preocupante. Siguen las calumnias, sigue la ordinariez y falta de cultura, sigue el espíritu negativo en muchos corazones que son libres de sentir pero que no deberían estar en el recinto legislativo de la patria: no puede permitirse que se convierta en una “plaza de mercado” a donde cada cual llega con su bultico a vender, en este caso, sus enemistades y sus tormentas individuales. Si ser amigo del cambio significa vociferar y copiar modelos de odio, para que el pueblo se sienta “representado”, entonces el mal es mucho más grave de lo que se cree porque está incrustado en colectivo revanchista y populachero y, así no es.  ¿Qué nos pasa en Colombia? ¿será que teníamos que exponernos a algo así para que a través de más sufrimiento entendamos que ese tampoco era el camino? Dios cuide nuestro suelo.  [email protected]    

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