Distancias

29 julio 2022 7:43 pm

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Por Jacobo Giraldo Bedoya

No es posible formular un juicio justo sobre ideologías o partidos-ideologías que han alcanzado las enormes dimensiones del Partido Comunista Chino, o el comunismo hecho en China, mientras no tengamos ante nosotros, íntegro, todo el trazado de su obra en el tiempo. Casi lo mismo puede decirse de la oligarquía rusa; aunque algunos dicen que la Guerra contra Ucrania la ha debilitado de muerte.

Aunque las malas acciones no pueden ser condenadas por posteriores actuaciones políticas, la Historia está repleta de ejemplos de hombres o ideas que han escalado el poder valiéndose de procedimientos tan feos y crueles y, hasta espantosos, pero que, sin embargo, al apreciar su vida en conjunto, se les consideró como grandes figuras o determinantes en el Gran Curso, pero frágil al fin, que es la vida humana en este planeta. Tal puede suceder hoy, o en los próximos días.

Con todo, la visión total nos está vedada. Aún no podemos decir si la China, o la Rusia, o sus modelos políticos respectivos, desencadenarán sobre el mundo un nuevo cambio, una nueva configuración, un acomodamiento más acorde; si irremisiblemente la civilización caerá de nuevo en el abismo de la guerra; o si estos agentes aparecerán de una vez como restauradores de la paz mundial. Estas posibilidades están abiertas, aunque el lector sabe hacia dónde estamos virando.

Resulta prudente parar un momento a pensar al respecto: pensar desde Colombia, nuestro lugar, lo que pasa allá, pero también pensar hacia Colombia lo que pasa allá. No podemos seguir cometiendo el error de adoptar con miopía los modelos extranjeros, de repetir como oraciones santas las soluciones perfectas para condiciones diferentes a las nuestras. Hay que abandonar la angustia que nos genera esa influencia para crear, para participar activamente. La imitación sería el fin y también sería reconocer autoridad.

En este sentido, creo que, con ocasión del ascenso, nuevamente, de la izquierda en Latinoamérica y de la aparente definición en bloques que se viene dando en el mundo, conviene no estar del lado de nadie, conviene ser neutral y ser activo.  

Aparece, tal vez, un nuevo período para la izquierda latinoamericana, marcado, sin duda, por la esperanza de que, en lugar de solamente redistribuir la riqueza, lo cual es deseable, también se la incentive, promocione y cree.

A ese respecto, como habrá reconocido el propio presidente electo en un discurso, el gobierno deberá desarrollar el capitalismo en Colombia. “No porque lo adoremos”, dice al mirar a Francia Márquez, para después tocarle con suavidad un hombro, como recordándole algo. Veremos, entonces, hasta dónde estamos dispuestos a perseguir una riqueza, en muchos sentidos deseada, y algunas veces vista con algún resentimiento en nuestro país y en muchos otros.

Al margen de esto, mirándonos en un espejo, no pueden relajarse, por el ascenso de la oposición al poder, los resortes de nuestro sistema político y democrático; al contrario, deben fortificarse y, esta vez acaso como pocas, será la oportunidad para que nuestro Estado adquiera el vigor necesario que solo puede dar un bienintencionado equilibrio entre el poder público, para que nos escuchemos entre nosotros sin ceder al peligro de la división, de la rabiosa y extrema rivalidad, la cual traería consigo la disolución de nuestro cuerpo social, ya de por sí lesionado por los continuos rifirrafes partidistas, por funcionarios que transitan los cargos como fantasmas, por la violencia criminal que desgasta nuestros territorios.

Pero, al exterior, nos preguntamos ¿Cómo sobrevivirá esta izquierda, al menos en nuestro país, si no sabe reaccionar apropiadamente a las violaciones de derechos humanos en el mundo? ¿Cómo va a soportar el gobierno el tironeo, de un lado, de sus seguidores más extremos y, del otro, de la necesidad de un consenso más equilibrado, sin romperse por la mitad, sin que se estiren hasta el dolor sus elementos? ¿Qué parte saldrá beneficiada en caso de ruptura? ¿Estará la práctica tan cerca de su discurso, en tantos sentidos polémico, como para irritar a sus huestes o tranquilizar a sus oponentes? ¿Se impondrá sobre las relaciones internacionales de este gobierno un criterio de realismo, un justificante del tipo “razón de estado” para legitimar la acción o la abstención? ¿Qué distancias debe la nave de nuestra nación recorrer para precaverse de la tormenta?

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