José Yesid Sabogal V.
Colombia no requiere hoy de ninguna revolución socialista ni Petro la ha propuesto. La revolución que necesita Colombia es la revolución de la paz, la revolución contra la violencia, contra la violencia armada en primer lugar, pero también contra la violencia del modelo económico neoliberal, por su puesto, que exaspera la violencia contra la naturaleza, las violencias de la corrupción, de la exclusión, de la discriminación, de la desigualdad y que, por ello, pone más muertos en Colombia y en todo el mundo que cualquier otra violencia.
En la búsqueda de la paz total no puede haber enemigos ni a la derecha ni a la izquierda. De ahí que una vez electo, G. Petro haya convocado a un Gran Acuerdo Nacional (A.N.), llamado que ha sido atendido por todas las fuerzas políticas, con la excepción del Centro Democrático, como era de esperarse.
El primer paso para materializar el A. N. es la participación en el gobierno de todas las fuerzas políticas que lo conforman. El paso siguiente corresponde a estas fuerzas políticas, que deben garantizar las mayorías legislativas y un trámite fluido de los proyectos de ley anunciados por el presidente electo.
La congruencia del A. N. –que no puede quedarse en la tradicional coalición de gobierno-, tiene que reflejarse rápidamente en la elaboración y trámite de un proyecto de reforma seria y profunda del Congreso de la República, reforma prometida tanto por el presidente y la vicepresidenta electos, como por el conjunto de las fuerzas que conforman el Pacto Histórico. Sin esta reforma –sobre la que ya se vislumbran intensiones de hacerle conejo-, el A. N. quedaría herido. La paz con los actores armados puede hacerse con acuerdos de reincorporación para unos y de sometimiento o acogimiento para otros, pero la paz total, integral, sostenible y blindada, exige de instituciones sólidas y el Congreso es el pilar de todas ellas.
La paz total o la revolución petrista empieza, claro, con la lucha contra el hambre, por ello, esta será declarada este siete de agosto como urgencia nacional inmediata, medida que, al menos inicialmente, no requiere transitar por el legislativo. Pero la erradicación del hambre en el mediano y largo plazo va completamente ligada a la Reforma Agraria, una de las grandes premisas de la gran transformación de Colombia.
La gran tarea del presidente Gustavo Petro en los primeros cien días será velar porque el A. N. funcione efectivamente y se proyecte en las regiones para asumir sólidamente los diálogos regionales. La prioridad de la cancillería es preparar una gran cumbre mundial sobre el narcotráfico, es imprescindible. El reto para el Pacto Histórico (P. H.) es liderar de manera compacta los trámites legislativos por una parte y, por otra, promover el fortalecimiento interno de cada una de las fuerzas políticas que lo integran, su configuración como verdaderos partidos políticos, modernos, realmente democráticos, progresistas y con amplia presencia territorial.
Ahora bien, no se puede olvidar que en la base de toda la pirámide están las bases de la Colombia Humana. Tendremos paz total porque hay A. N.; hay A. N. porque tenemos Petro; tenemos Petro porque tuvimos P. H.; y tuvimos P. H. gracias a la Colombia Humana. Esta tiene que ampliarse, reestructurarse local, regional y nacionalmente, y ponerse, como partido, al frente de las elecciones territoriales para llegar a ellas con el mayor número posible de candidatos propios. Pero, sobre todo, la Colombia Humana tiene que tener claro que buena parte del peso de todo el andamiaje de la revolución de la paz, recae en sus hombros. Su responsabilidad es enorme.