Carlos Alberto Agudelo Arcila
TÚ
I
El vacío, siempre el vacío como tiempo entre el agua evaporada, o la hondura del viento, o la arista donde florece el infinito, o el polvo impalpable en la cúspide del horizonte fantasmal, o la nada con aroma de verdolaga por sembrarse, el vacío superficie de sí mismo. El vacío, TÚ y yo por conocernos en la esquina donde nace el olvido.
Siempre te leía en puntos suspensivos y TÚ quedabas en silencio hasta el amanecer del búho de cristal. TÚ en el centro del mundo, amante único de tu superioridad. TÚ en la orgía bajo el manto de los recatados. TÚ de reflexiones perfectas para bendecir con agua de rocío. TÚ acá como rey de la palabra por articular. TÚ allá sin dejar páginas en blanco sin escribir. TÚ dueño del entorno de las luciérnagas. TÚ censor imposible de rebatir por sentirte dueño de la verdad absoluta. TÚ palabra a palabra descuadernado. TÚ en el tiempo de los tiempos sin temor alguno.
II
TÚ arrastras la piedra única, la de colores asombrosos. TÚ eres el dueño de la primavera, de la polvareda en el sendero, de las sombras y sus pasos, de ríos oceánicos. TÚ en el principio y fin de cuanto puede llegar a ser. De lunes a domingo TÚ, constante en el amor al mundo.
ÉL
I
…y ÉL perdido entre la bruma del pensamiento ajeno. ÉL en su angustia de siglos. La noche final llega sin ÉL sentir asombro. Siluetas inciertas se acercan, ÉL permanece en mutismo total, las siluetas giran a su alrededor hasta despuntar la noche del marginado. ÉL y Vargas Vila, inmersos en Saudades tácitas, gritan “…pedazos de carne que Job arrancaba de su cuerpo, a la caricia brutal de la piedra con que limpiaba su lepra y”. Me preparo para no comentar nada, guardo silencio de jornada en jornada, me refugio en el plantío de los taciturnos, razono amaneceres y noches desérticas, ÉL diluye sus sentidos en el entorno, lo percibo, lo olfateo, lo intuyo, escapo y entrecierro la puerta de entrada a la lejanía donde se vislumbran eliminados de esta vida.
II
ÉL va hasta la cueva de las serpientes, pronto se escucha el eco del peligro de haber nacido.
ÉL es un sobreviviente y bebe del último arroyo de su hábitat.
Todo lo logra porque es ÉL.
ÉL se guarece bajo el arco crepuscular.
ÉL zarandea su vida sin importarle dejar el universo al revés…
ÉL reencarnación de su propia sombra.
NOSOTROS
I
Caeremos al abismo, en el “Polvo eres y en polvo te…”. Urge comprender el punto final ante lo inaplazable. NOSOTROS los posibles damnificados de La muerte toca la puerta, nunca estaremos preparados para recibirla. El estertor acecha, NOSOTROS quedamos prendidos en un hilar misterioso. NOSOTROS en la inmundicia. NOSOTROS en el esplendor. NOSOTROS aludidos en cada pronombre. NOSOTROS en brazos del amanecer, del deseo, de amantes presurosas en olvidar. NOSOTROS esperanzados de nada, de todo, de la lluvia, del verano, del milagro de ver convertido el pan en guijarro.
II
Padre nuestro que no estás en el cielo, no santifico tu nombre, jamás venga tu Reino, nunca se haga tu voluntad en la tierra ni en las alturas, no te perdonamos tus deudas con NOSOTROS así como NOSOTROS jamás perdonamos a nuestros deudores, déjanos caer en la tentación, nos liberaremos así mismos del bien y del mal.
III
En un momento cualquiera estaremos ante la dictadura del silencio eterno. Salto al vacío seremos. Y de manera insensata alabamos el “YO” de cada uno de NOSOTROS, NOSOTROS…