Por Álvaro Ayala Tamayo
Después del rifirrafe diplomático con EE. UU. los chinos se desquitaron envenenando el planeta. ¿Qué culpa tienen los pájaros de la región por dónde cruzaron los misiles lanzados desde China? ¿A qué horas peces, tiburones y ballenas aplaudieron a la señora Pelosi, para que Pekín los asesine a punta de misiles estrellados en el mar? Los ecologistas denunciaron que millones de toneladas de CO2 contaminaron la atmósfera luego de los ejercicios militares con armas reales.
La presidenta de la Cámara de Representantes de EE. UU., Nancy Pelosi, viajó a Taiwán porque podía hacerlo. Nadie podía impedirlo. Ni el presidente Biden, por prudencia; ni el presidente Xi Jinping, al considerarlo desafío o provocación. Le pisó la cola al dragón y éste no devolvió candela cuando la dama andaba por las calles de Taipéi. Los ejércitos del Partido Comunista esperaron su salida para comenzar a vomitar fuego, cuando la causante de la ira dormía plácidamente a miles de kilómetros.
La congresista Pelosi se metió en la jaula con tigres y dragones y salió viva. Hizo historia al lograr lo que quería, figurar en los libros para fortalecer a los demócratas de cara a las elecciones legislativas del próximo 8 noviembre. Ese día se renueva toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
Los ciudadanos de EE. UU., en esta ocasión, deben estar muertos de risa porque una gringa, con falda bien amarrada, se atrevió y el corte le salió a la medida. No es que China sea un tigre de papel, pero la curtida política calculó muy bien sus pasos, o, mejor, su vuelo y todo salió según la hoja de ruta. La turbulencia se las dejó a otros. Pidió permiso al Congreso de EE. UU., como mandan los protocolos y prendió motores. Ni siquiera le dijo a su esposo porque andaba enfrentado a dos juicios, por presuntamente conducir borracho su vehículo y por comprar miles de acciones de la tecnológica NVIDIA, con información privilegiada y pendiente de votación sobre la ley de chips en el Congreso donde su cónyuge es una referente. Por andar ocupado en asuntos bajos, su mujer alzo vuelo y en piloto automático llegó a la isla para ser recibida como heroína.
En Taipéi sacaron el carro de los bomberos para aclamar su llegada y declararon fiesta nacional su osadía. La isla no se las ha quitado a los chinos y el compromiso internacional está respaldado por Naciones Unidas, resolución 2758 de 1.971. Nada ni nadie puede impedir la reunificación de China, dicen su gobierno y sus habitantes.
Horas antes del viaje de la doctora Pelosi, el presidente Biden (vía telefónica) le aseguró a su colega Xi Jinping, que EE. UU. respeta el estatus político del sistema en que actualmente se encuentra Taiwán. Por lo tanto, el viaje de la congresista no variaría la situación.
Los chinos son inteligentes, educados e informados y saben que en EE. UU. existe división en las ramas del poder público. Es decir, el jefe del Ejecutivo no podía impedir el viaje de una integrante del Legislativo. Pekín magnificó el viaje y China se tuvo que tragar el sapo, sin arroz, pero con picante. La furia asiática se desquitó con la madre tierra. Hoy nadie se ataca a punta de bala, todo es con misiles.
Vuela tan alto en este momento la veterana líder demócrata que, se puede lanzar por la presidencia con altas probabilidades de aterrizar jefe de la Casa Blanca. Quien se alista para regresar es el expresidente Donald Trump, tema que pronostica una campaña con artillería pesada por la convulsión geopolítica y económica que vive el mundo.
En retaliación a la visita incomoda, China mostró su músculo militar y disparó cañones y misiles a las aguas de Japón y Taiwán. Dicha actitud es tonta y peligrosa con el medio ambiente. Tirar al aire es bueno porque no mata a nadie, pero es criminal porque aumenta gravemente el cambio climático. Una nación tan poderosa como China arrojando millones de toneladas de CO2 por una rabieta es irracional. El mundo no necesita esa exhibición de bombas. Sabemos que en sus bodegas tienen más misiles que comida. Eso demuestra que no son sensatos con la naturaleza y que la hecatombe universal que viene es gran culpa de su poder absurdo. Los gobiernos no tienen cerebro para la protección sino para la destrucción.
Por muy fuerte que sea el Sanchang, el buque de guerra chino más poderoso del mundo, cuando lo atropelle un tsunami será un barco de papel. Solo la furia de la naturaleza es capaz de enfrentar a China. El juicio final o el apocalipsis será cuando EE. UU., China o Rusia decidan atacarse. Por ahora el botón nuclear de Washington no lo tiene el Congreso. Ni Pelosi puede quitarles Taiwán. Para que sea realidad solo falta el día (muy pronto), que Pekín ponga su gobernador en Taiwán. La población se levantará y China los aplastará sin importarle la crítica de occidente. La historia lo ha demostrado y Pekín lo volverá a escribir con sangre.
¿Qué puede hacer la comunidad internacional cuándo China ponga jefe en Taipéi? Nada. Protestar, dictar sanciones económicas y denunciar ante Naciones Unidas. La toma de Taiwán está cantada y cuando se haga realidad, en Pekín celebrarán con té en la mano izquierda y con la derecha quitarán los seguros a sus misiles nucleares por si alguien se atreve a interponerse. Ese día el genocida Putin apoyará la operación y dirá que es legítima, el loco de Corea del Norte amenazará que tiene sus cabezas nucleares apuntando a USA y los iraníes que están dispuestos a que la tierra sea una bola de fuego. Será la fecha en que Occidente se tragará el sapo, sin vino, pero con jugo de jengibre.
La maniobra de la congresista Pelosi traerá consecuencias. Pronto cojeará y se dará cuenta que se pegó un tiro en el pie. China descifró el mensaje y entiende que debe adelantar la toma de la isla. Le dieron la oportunidad de practicar fuera de las maquetas y en el teatro de los acontecimientos la forma en que aterrizará en Taiwán. En esa fecha veremos algo parecido o peor, a lo que está sucediendo en Ucrania con Rusia.
El crimen ecológico va acompañado de la muerte de miles de aves que vuelan por esos firmamentos y los millones de peces que matan los misiles cuando se sumergen y explotan en el mar. Las sustancias de las cabezas de los misiles que estallan en el agua son altamente cancerígenas. Estamos agotando las reservas alimentarias de los océanos y no aprendemos a cuidarlos.
Señor Xi Jinping, esquive esa bala y resuelva el problema por la vía diplomática. No se desquite con los pájaros, peces y contaminando el aire que respiramos todos, incluso sus familiares y paisanos. ¿Qué relación tiene la ecología con un viaje de una congresista a Taipéi para que usted suspenda todas las negociaciones sobre cambio climático con EEUU?